Estoy inmensamente agradecido a los cientos de personas con los que hemos abordado la épica tarea de renovar el Ateneo de Madrid (entre los cuales están, por cierto, muchos amigos y amigas de infoLibre). Resulta fascinante la fuerza de la llamada de una institución venerable, bicentenaria, abierta y de un pasado brillante, en pleno centro del Barrio de las Letras de Madrid, que ha sido el motor de la Ilustración española y de los más intensos debates sociales y políticos y de los movimientos artísticos de vanguardia durante el siglo XIX y principios del XX.
La aventura que emprendimos hace tres años —en principio éramos una decena, luego cinco, ahora cientos…— resultó tan inspiradora como reconfortante. Fue fácil volver a llenar las salas centenarias del Ateneo de la luz de nuestros libros, de música y de poesía, de debates y de ciencia, como lo estuvieron en la época de Valle Inclán o de Clara Campoamor, de Unamuno, de Pardo Bazán o de Marañón. Precisamente en el momento en que se supone que está todo virtualmente accesible, en el que prima el intercambio electrónico, en la era del zoom y del streaming, la ciudadanía parece ávida de lugares físicos en los que encontrarse. Para un sociólogo es de especial interés observar las dinámicas de difusión del conocimiento y de inspiración: un lugar de encuentro creativo como es el Ateneo (como lo son los cafés y las peñas, los clubs y las residencias) es una joya que los promotores culturales deberían cuidar como oro en paño.
Y así hemos llegado hasta aquí. El próximo 30 de mayo volvemos a tener elecciones. No solo renovamos Junta de Gobierno (volvemos a presentar la misma candidatura que tengo el honor de presidir). También votamos un nuevo Reglamento, para lo cual necesitaremos dos tercios de los votos de los socios.
El Reglamento del Ateneo de 1984 es un texto contradictorio, lleno de erratas y de anacronismos, resultado de superponer a lo largo de doscientos años casi dos decenas de reformas parciales. El que proponemos ahora refuerza la democracia de la Casa. Establece limitación de mandatos para el presidente, refuerza el procedimiento de la moción de censura, crea la figura del defensor del socio, marca cuatro juntas generales al año (hacer una al mes es una temeridad que expulsa por aburrimiento a la mayoría de los socios) y elimina privilegios entre los socios, dejando una sola categoría. Del Ateneo son socios los reyes de España en completa igualdad con los presidentes del Gobierno o con el último estudiante de oposiciones que va cada día a la Biblioteca, y no es posible el ingreso de ningún grupo de poder de tipo alguno. Así seguirá siendo, ahora por mandato reglamentario.
Un lugar de encuentro creativo como es el Ateneo (como lo son los cafés y las peñas, los clubs y las residencias) es una joya que los promotores culturales deberían cuidar como oro en paño
El nuevo Reglamento, además, refuerza la estabilidad y la cooperación entre los socios, porque marca un régimen disciplinario plenamente garantista y agiliza la cooperación entre las secciones y las agrupaciones.
Aprovecho esta tribuna para llamar a nuestros lectores a participar de esta aventura: haciéndose socios o socias de esta institución legendaria de la cultura, la sociedad y la política madrileña y española. Y a quienes ya son socios, les llamo a participar con su voto de este movimiento que juntos, por cientos, estamos compartiendo, para que la luz de sus mejores tiempos vuelva a lucir en el Ateneo de Madrid y para que la institución que fue vanguardia vuelva a serlo pronto, muy pronto.
Estoy inmensamente agradecido a los cientos de personas con los que hemos abordado la épica tarea de renovar el Ateneo de Madrid (entre los cuales están, por cierto, muchos amigos y amigas de infoLibre). Resulta fascinante la fuerza de la llamada de una institución venerable, bicentenaria, abierta y de un pasado brillante, en pleno centro del Barrio de las Letras de Madrid, que ha sido el motor de la Ilustración española y de los más intensos debates sociales y políticos y de los movimientos artísticos de vanguardia durante el siglo XIX y principios del XX.