La izquierda ha conseguido su objetivo de impedir un gobierno de la ultraderecha, algo que el 29 de mayo, cuando Pedro Sanchez convocó las elecciones, nadie preveía. La fortuna sonríe a las audaces, y el envite que supuso el adelanto electoral ha demostrado ser una jugada hábil. El PSOE, respecto a 2019, ha subido 900.000 votos, casi 4 puntos y 2 diputados.
La derecha ha acabado jugando contra sus expectativas. Aupados por el viento de cola del resultado de las municipales y el lógico subidón posterior en su moral, generaron una corriente de opinión basada en una victoria definitiva que ha estado muy lejos del resultado en las urnas. Por ello, un crecimiento de tres millones de votos, 11 puntos y 47 escaños acaba siendo una derrota. El descenso de Vox, que pierde 650.000 votos y 19 escaños, era algo que se preveía haciendo el seguimiento de sus resultados desde las autonómicas de Castilla y León en 2021; poca sorpresa. Sea porque se ha hecho evidente lo que suponen las políticas que la derecha empieza a poner en marcha junto a la ultraderecha en autonomías y ayuntamientos, por una confianza demasiado temeraria de los conservadores, por los errores cometidos por Feijóo en su campaña, o por una mezcla de todos estos factores el adelanto electoral ha conseguido cambiar una tendencia que parecía imparable.
En una campaña claramente bibloquista, con la derecha frente a la izquierda, ha funcionado la llamada al voto útil, y el bipartidismo ha pasado de un 48% el 10 de noviembre de 2019 al 65%. Lejos del 82,5% de su máximo de 2008, pero en una clara senda de recuperación. Sólo con la desaparición de Ciudadanos ya podía intuirse este fenómeno, pero ha ido un poco más allá.
La izquierda ha conseguido su objetivo de impedir un gobierno de la ultraderecha, algo que el 29 de mayo, cuando Pedro Sanchez convocó las elecciones, nadie preveía. La fortuna sonríe a las audaces
Con el sorpasso de Bildu al PNV en Euskadi y la enorme pérdida de ERC de seis diputados, casi la mitad, la clave de la gobernabilidad hay que buscarla ahora en Cataluña, donde el PSC ha tenido una notable victoria y es también fundamental para la consecución de mayorías en el Parlament tras el desplante de Junts.
Como han ido mostrando distintos estudios, como esta encuesta de Ipsos en La Vanguardia, o este trabajo de la politóloga Sandra León en El País, los temas relacionados con Cataluña han sido los que más caros le han salido a este gobierno. Por otro lado, un gobierno de PP y Vox, como ya anunció Abascal, significaría volver a incendiar Cataluña.
Este país tiene pendiente un acuerdo territorial valiente acorde a su realidad. La paradoja es que el gobierno que lo intente puede pagar un precio caro, pero no hacerlo supone tensar más las cuerdas y llevar a España a la ingobernabilidad en un clima tóxico e irrespirable.
Tras el 23J todo queda en el aire. O Junts vota a favor del gobierno de coalición o se abstiene en segunda votación y se reedita el gobierno, o estaremos ante un bloqueo. Sería la tercera repetición electoral de generales después de las de 2015-6 y abril-noviembre de 2019. Se puede seguir convocando a las urnas todas las veces que se considere, pero este país es plural y diverso, y pese a todos los problemas del sistema electoral esto se refleja en el Congreso de Diputados y Diputadas.
La izquierda ha conseguido su objetivo de impedir un gobierno de la ultraderecha, algo que el 29 de mayo, cuando Pedro Sanchez convocó las elecciones, nadie preveía. La fortuna sonríe a las audaces, y el envite que supuso el adelanto electoral ha demostrado ser una jugada hábil. El PSOE, respecto a 2019, ha subido 900.000 votos, casi 4 puntos y 2 diputados.