El llavero catalán

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El curso acaba como empezó, pendiente de comprobar cómo se define la etapa post-Procés en medio de una guerra abierta entre independentistas. Quienes, por activa o por pasiva, permitieron o forzaron el adelanto electoral no trabajaron con los escenarios del día siguiente. Fuera cual fuera el resultado, la situación política en Cataluña iba a ser más difícil, y los apoyos parlamentarios del Gobierno de coalición español mucho más débiles. Alguien olvidó que con el adelanto electoral era muy probable que le estuvieran entregando a Junts la llave de la estabilidad parlamentaria del Ejecutivo central progresista. Brillante jugada. 

La derecha catalanista —independentista— lo vio de forma clara, y la pasada semana empezó a jugar sus bazas votando en contra de la reforma de la Ley de Extranjería y el techo de gasto. De momento, los Presupuestos Generales del Estado, parados. Veremos cuál es el próximo paso.

Volviendo a Cataluña, el resultado de las últimas elecciones, celebrado con excesiva premura por los socialistas, sólo ha dejado una opción: o ERC se aviene a votar la investidura con Illa, o el bloqueo llevará a una nueva repetición electoral. La negociación, como históricamente ha pasado, gira sobre los modelos de financiación de Cataluña. Desde la pretensión de ERC de adoptar una suerte de cupo vasco en Cataluña —rechazada por el PSOE—, hasta el llamado sistema escocés, con la cesión de la recaudación y gestión del IRPF, pasando por todo tipo de fórmulas y variantes que puedan cobijarse bajo la “soberanía fiscal” que reclaman los republicanos. Como afirmaba hace unos días la portavoz de ERC, Raquel Sans, en esta entrevista en la Cadena SER, la clave es la clau, “la llave de la caja”.

Además de la Hacienda y la militancia de ERC, hay otra llave que puede quizá no abrir, pero sí cerrar muchas puertas. Está guardada en Waterloo y amenaza con girar cada vez que se acerca un hito importante. Puigdemont quiere volver a la sesión de investidura

La realidad política, sin embargo, apunta a más llaves. En primer lugar, la gran duda. Aunque el acuerdo se rubricara y se encontraran los matices para que cada cual pudiera venderlo a los suyos (no hay que olvidar que el PSC y el PSOE tendrían que explicarlo en el resto de España), los republicanos se comprometieron a someterlo a votación de sus bases. No así el PSC, por cierto. ¿Qué sucedería en esa consulta? Considérese un precedente lo ocurrido en Barcelona, cuando hace unas semanas ERC tuvo que suspender la consulta de un acuerdo para el Ayuntamiento de Barcelona por una llegada masiva de militantes a votar. Si a esto se le suma el estado de ánimo de una militancia decepcionada por los mismos líderes que ahora pilotan la negociación, el “no” parece vencedor. Por si acaso, la consulta se plantea para el 1 de agosto, el mejor día del año para llamar a la participación. Así y todo, no debe olvidarse que el plazo máximo para un acuerdo y sesión de investidura termina el 26 de agosto, y no antes. Habría, por tanto, semanas por delante para seguir intentándolo.

Las llaves no terminan aquí. Además de la Hacienda y la militancia de ERC, hay otra llave que puede quizá no abrir, pero sí cerrar muchas puertas. Está guardada en Waterloo y amenaza con girar cada vez que se acerca un hito importante. Puigdemont quiere volver a la sesión de investidura —si la hay— a sabiendas de que sería detenido. ¿Cómo gestionarían esto los dirigentes de ERC? Y lo más importante: ¿Cómo opera esta imagen en la mente de los militantes? A ellos va dirigida su advertencia, directa al corazón. Porque una cosa es que exista una guerra sin cuartel entre los partidos y otra que el militante republilcano vaya a votar “sí” a un acuerdo sabiendo que supone ver entrar en prisión a su “President”.

La llave en Cataluña, por tanto, no sólo es “la llave de la caja”, es, además, la que tienen los militantes de ERC y la que obra en poder de quien no está dispuesto a retirarse de la política —como anunció que haría si no era President—. Aunque eso suponga meter a Cataluña, y al resto de España, en un túnel sin salida. Para esto último no le faltarán aliados entre los conservadores como ellos aunque en su versión “españolista”, singularmente el PP, que incluso podrían hacer una nueva pirueta y dejar a un lado sus escrúpulos patrióticos, porque, a la postre, ¿no es lo más importante acabar con Pedro Sánchez y su Gobierno? En pos de tan principal objetivo, quizás Puigdemont acabe siendo un aliado conveniente.

El curso acaba como empezó, pendiente de comprobar cómo se define la etapa post-Procés en medio de una guerra abierta entre independentistas. Quienes, por activa o por pasiva, permitieron o forzaron el adelanto electoral no trabajaron con los escenarios del día siguiente. Fuera cual fuera el resultado, la situación política en Cataluña iba a ser más difícil, y los apoyos parlamentarios del Gobierno de coalición español mucho más débiles. Alguien olvidó que con el adelanto electoral era muy probable que le estuvieran entregando a Junts la llave de la estabilidad parlamentaria del Ejecutivo central progresista. Brillante jugada. 

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