ELECCIONES 21A | ESCRIBIR NO ES NORMAL

Para patatas y votos, los de Álava

Estamos en plenos preparativos de la campaña de la patata en el territorio más pequeño y menos poblado del País Vasco. Fertilizantes y fitosanitarios están por las nubes, la semilla parece que escasea y el consumidor se ha acostumbrado a meter en el carrito tubérculo israelí o egipcio sin mirar mucho la etiqueta. Patateros es el término con el que vizcaínos y guipuzcoanos han mirado por encima del hombro a los alaveses durante décadas. Pero las cosas cambian, ahora patatero se reivindica con orgullo en la Llanada Alavesa en un mundo en el que la identidad es un meme creado por Inteligencia Artificial. Lástima que a lo mejor sea un poco tarde. Las patatas ya no son lo que eran.

Durante décadas, Álava había liderado la producción de la patata de calidad en la península. La entrada en la UE derivó en una competencia brutal. En los 90 se producían 500.000 toneladas anuales, ahora no llegan a las 40.000. La patata es un producto que explica muy bien qué está pasando en el campo. Multiplica su precio por cuatro desde que es recogida hasta que llega al súper. Un consumidor paga 1,38 euros por kilo, mientras el agricultor recibe 0,31. Son datos del Gobierno vasco. Con el voto alavés ocurre algo parecido: acaba multiplicando su valor en el mercado vasco de papeletas. El sistema electoral otorga en Euskadi igual número de escaños a las tres circunscripciones: 25. Se da la paradoja de que Bizkaia, con más de la mitad de la población de Euskadi, tiene un tercio de los escaños en Vitoria. Un voto alavés vale 3,6 veces más que uno vizcaíno.

Aunque históricamente no parece probado que el sistema electoral haya beneficiado escandalosamente a ningún partido, esta vez surgen dudas. EH Bildu podría obtener en Álava unos escaños decisivos con muchos menos votos que el PNV en Bizkaia y Gipuzkoa

A pesar de su inconsistencia, nadie se atreve a cuestionar este sistema. Es un tabú fundacional de la Euskadi que alumbró la Transición. Hay tres territorios forales y cada uno tiene los mismos representantes en el Parlamento. Aunque históricamente no parece probado que se haya beneficiado escandalosamente ningún partido, esta vez surgen algunas dudas. EH Bildu podría obtener en Álava, donde tiene buenas perspectivas, unos escaños decisivos con muchos menos votos que los que necesita el PNV en Bizkaia y Gipuzkoa. Esa situación solo se había producido en 1986, tras la escisión de los tataranietos de Sabino Arana. Los nacionalistas lograron 17 parlamentarios y el PSE-EE se hizo con 19, a pesar de que los primeros lograron 20.000 votos más. Cuatro décadas después, los sondeos coinciden en dar Bizkaia al PNV, Gipuzkoa a EH Bildu y plantean un empate en Álava. ¿Los valiosos votos patateros decidirán quién se instala en Ajuria Enea? Las patatas ya no son lo que eran. Los votos, sí.

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