Faltan muchos invitados a la fiesta

Alrededor de la glorieta de Cuatro Caminos, lindando con la Castellana y al norte con Sinesio Delgado, está el distrito de Tetuán, en Madrid. Es como un ciudad grande dentro del núcleo urbano de la capital, con casi 160.000 habitantes. Hay rentas altas y pisos caros, como en la Castellana y también infraviviendas y marginación al otro lado, al este de Cuatro Caminos.

En Tetuán viven Juana, Olvido, Carmen o Silvia, que se han convertido en protagonistas de un anuncio de realidad que ni ella ni ninguno de nosotros quisiera tener que hacer nunca. Y que está empezando a ser eficaz.

Hace un par de meses, la Asamblea del 15-M del distrito presentó en el centro social La Enredadera la campaña Invisibles de Tetuán. Con un puñado de casos reales, se pone ante los ojos de quien quiera ver y escuchar problemas de pobreza, desamparo, soledad y desatención tan presentes en la rutina cotidiana del barrio como ausentes de las prioridades de gestión de las administraciones.

Un ejemplo: tres de cada cuatro solicitudes de Renta Mínima de Inserción son rechazadas en este distrito en el que una tercera parte de los hogares llega con dificultad a fin de mes, y una quinta parte está en riesgo de pobreza.

Bien, pues esta semana, y ahí está el video que encabeza estas líneas, la Asamblea de Tetuán nos dice que comienzan a ser escuchados; que al menos alguien se empieza a mostrar sensible ante esta realidad de padecimiento extremo con un puñado de euros para sobrevivir y miles de familias despertándose cada mañana con la angustia del desahucio inminente o teniendo que elegir entre comer y pagar facturas.

Contar las cosas, hacer público lo objetiva y manifiestamente injusto, es el primer paso para empezar a cambiarlas. Sembrar conciencia es el paso previo a conseguir solidaridad, que no es lo mismo que caridad, como dar no es lo mismo que compartir. Por eso esta semana merece esta iniciativa que centremos en ella nuestra atención, porque sus promotores han hecho un esfuerzo de comunicación solidaria y solvente que sólo podrá seguir adelante en su propósito si no dejamos que muera en el olvido del inmenso tráfico de las redes.

Hoy, al final de esta semana en que la Encuesta de Población Activa nos ha ofrecido la buena nueva de que España está creando 3.400 puestos de trabajo al día, con un descenso del paro de más de cinco puntos entre abril y junio; esta semana en que una eufórica ministra de empleo sorprende felicitando a su jefe y evidente inspirador por los logros que a ella debieran serle atribuibles; estos días en que Rajoy, el Inspirador, confiesa que llevaba años queriendo ofrecer esta EPA histórica; hoy, este final de julio en que aceptamos como cotidiano peaje del verano que se relaje hasta nuestra conciencia, quiero que este rincón de opinión sobre la vida recuadre, aplauda y anime la campaña de los Invisibles. Y si es posible, que cunda y que alguien más se ponga a ello.

Porque es grato y plausible que la realidad de las encuestas ofrezca alivio a los gestores y esperanza a los ciudadanos. Pero es también necesario que no olvidemos que aunque el Excel estadístico tenga mejor color, los mercados más salud y las empresas más expectativas, quedan todavía dolor y pobreza, injusticia y desequilibrios en pueblos y ciudades que hay que seguir señalando y denunciando.

No se trata de aguar la fiesta a nadie sino de recordar que todavía hay millones de personas a quienes la invitación no ha llegado ni quizá llegue nunca. Y que tenemos que impedir que sean invisibles.

Alrededor de la glorieta de Cuatro Caminos, lindando con la Castellana y al norte con Sinesio Delgado, está el distrito de Tetuán, en Madrid. Es como un ciudad grande dentro del núcleo urbano de la capital, con casi 160.000 habitantes. Hay rentas altas y pisos caros, como en la Castellana y también infraviviendas y marginación al otro lado, al este de Cuatro Caminos.

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