Gracias, México, otra vez

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Caridad Plaza | Manuel Guedán

El Ateneo Español en México, una institución creada por el exilio español en enero de 1949, ha estado a punto de desaparecer y, una vez más, el Gobierno mexicano ha acudido al rescate, ante la insensibilidad e indiferencia de las autoridades españolas.

El Ateneo, que pronto cumplirá 70 años, nació con la idea de unificar algunos de las diversas iniciativas y centros culturales, fundados por los exiliados: los colegios Luís Vives y Madrid, las editoriales y las asociaciones científicas y deportivas y, como dice la historiadora del Colegio de México, Clara E. Lida, su objetivo fue siempre ser “un centro de sociabilidad, un foro cultural incluyente, sin cariz partidario alguno, para mantener la riqueza artística, científica y cultural, que había florecido en la Segunda República”.

La importancia del Ateneo vino dada, desde sus inicios, por la categoría de sus socios y fundadores, entre los que se encontraban Giner de los Ríos, Niceto Alcalá Zamora, José Giral, Luís Buñuel, León Felipe, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Rodolfo Halffter, Rafael de Altamira, Tomás Segovia, José Gaos, Pablo Casals, Félix Candela o Agustín Millares. Y, como, además, siempre pretendió ser una institución abierta a México, contó con la participación de los escritores mexicanos, Alfonso Reyes, Martín Luís Guzmán y Octavio Paz, o con la del historiador Silvio Zabala.

El pequeño foro, instalado en un viejo caserón de la capital mexicana, con espacio para biblioteca, salas de lectura y salón de actos, fue muy activo y a él acudieron lo mejor de las letras, el arte, la música, la ciencia y el pensamiento contemporáneo mexicano, español y de Centro y Sudamérica.

Pero los exiliados –refugiados como ellos mismos se llaman– fueron envejeciendo y desapareciendo; sus hijos, casi todos ya mexicanos, aunque siguieron fieles a los ideales republicanos, se fueron implicando menos en la institución y sus nietos, totalmente mexicanos, tenían otros lugares de reunión. Y el resultado fue una importante disminución de los ingresos de los socios.

En 2010, con el Gobierno socialista de Zapatero y siendo embajador de España Carmelo Angulo, se trasladó a la calle Hamburgo 6, a una casona de los años 20, que compró la UNED y que fue restaurada por la Agencia Española de Cooperación. Ahí ha seguido con sus actividades culturales y con el enriquecimiento continuo de una biblioteca, que cuenta hoy con 21,500 ejemplares, algunos incunables de gran valor histórico, y que se ha convertido en un referente mundial sobre el exilio. Su pinacoteca tiene una importante colección de artistas mexicanos y españoles, como Remedios Varo, Arturo Souto, Antonio Rodríguez Luna, Elvira Gascón… Pero la crisis, a pesar del ahorro del alquiler, ha continuado.

La Junta directiva del Ateneo tuvo que pedir ayuda urgente y muchos intelectuales, mexicanos y españoles, se unieron a esa petición. Al final, se hizo justicia y las voces fueron escuchadas. José Luís Martínez Hernández, director de Relaciones Internacionales de CONACULTA, el Ministerio de Cultura mexicano, llamó a la actual presidenta del Ateneo, Carmen Tagüeña y le dijo textualmente: “Vamos a garantizar que esta gran casa siga adelante”. Carmen, hija del legendario general Tagüeña –físico, matemático y médico– y de la escritora y profesora Carmen Parga, pudo, por fin, respirar tranquila.

La Guerra Civil provocó un largo y difícil éxodo de esos españoles a los que el filósofo José Gaos, último rector republicano de la Universidad Complutense, llamó transterrados. Pocas fueron las puertas que se les abrieron y una de ellas, quizá la más importante, fue la del presidente de México, Lázaro Cárdenas. A contracorriente de las políticas de apaciguamiento que imperaban en Europa, Cárdenas llevó a cabo una gran labor de solidaridad, consciente, además, de las aportaciones que esos miles de hombres y mujeres podía hacer a un México, maltratado por las guerras internas.

México debe al exilio español, como escribía hace poco el escritor Juan Villoro, ante las serias dificultades del Ateneo, “desde el cine de Luís Buñuel a la arquitectura de Félix Candela, pasando por la poesía de Luís Cernuda”. Villoro, al igual que la mayoría de sus compatriotas, reconoce las aportaciones de los intelectuales españoles y su Gobierno, una vez más, ha sido consecuente y ha respondido con generosidad.

Falta ahora la reciprocidad de España. El Gobierno del Partido Popular, que nunca ha roto el cordón umbilical con el franquismo, a pesar de las citas oportunistas sobre Azaña del expresidente Aznar, sigue montaraz. Se opone a que se quiten los nombres franquistas a las calles, incumple la Ley de Memoria Histórica y mira hacia otro lado, en un caso como el del Ateneo Español de México. Estuvieron en el bando de los vencedores y a los perdedores todavía se les niega el pan y la sal.

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Caridad Plaza es periodista y Manuel Guedán es profesor de Ciencia Política y fue representante para México de la Secretaría para las Cumbres Iberoamericanas, de marzo de 2009 a julio de 2015. Manuel Guedán

El Ateneo Español en México, una institución creada por el exilio español en enero de 1949, ha estado a punto de desaparecer y, una vez más, el Gobierno mexicano ha acudido al rescate, ante la insensibilidad e indiferencia de las autoridades españolas.

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