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Juego de máscaras: una réplica a Sánchez Cuenca

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Luis Arroyo

En un artículo que ha tenido amplia y justificada repercusión, mi admirado Pacho Sánchez-Cuenca ha descrito una interesante paradoja de la política española actual, según la cual tanto el PSOE como Podemos están haciendo, a propósito de la formación del Gobierno, lo contrario a sus propios intereses.

Pacho dice que, en realidad, a Podemos le interesaría permitir que el PSOE gobernara con Ciudadanos, porque los morados se convertirían así en el principal partido de la Oposición a un Gobierno con ribetes neoliberales y, además, muy débil. Y que al PSOE le interesaría gobernar con Podemos (y no con Ciudadanos) porque, aunque sería un Gobierno muy conflictivo, los socialistas se cargarían de razones para culpar a Podemos de los problemas de gobernabilidad. El análisis me parece brillante, pero creo que faltan algunos elementos fundamentales en él, que de ser considerados refutarían la hipótesis fundamental del texto, a saber, que ambos partidos de la izquierda actúan contra sus propios intereses y sin pensar estratégicamente.

En primer lugar, Pacho supone que Podemos quiere gobernar con el PSOE. A menos que creamos el juego de máscaras que Podemos ha estado, en efecto, haciendo desde el 20 de diciembre, nada hace sospechar que Podemos quiera gobernar con el PSOE. Pillar por sorpresa a Sánchez mientras habla con el Rey para ofrecerle públicamente un Gobierno a medias con reparto de carteras incluido, perdonarle la vida por esa “sonrisa del destino que él siempre tendrá que agradecer”, en palabras de Pablo Iglesias, plantear que Podemos tiene que estar en ese Gobierno porque no se fía de su pretendido socio, hablar de la "cal viva" en el debate de investidura, etc., etc., etc., constatan que el objetivo principal de Podemos no es ayudar al PSOE, sino sustituirlo. Eso no es tacticismo: es una estrategia sostenida en el tiempo, tan legítima como evidente a mi modo de ver.

He sostenido aquí, a partir de las propias declaraciones de Iglesias (que suele contar las estrategias sin ninguna prevención), que la hoja de ruta de Podemos pasaba por ser segundos en votos, desplazando al PSOE al tercer puesto, plantear entonces a los socialistas la salomónica decisión de apoyar a Rajoy o a Iglesias, y esperar a que esa decisión abriera una lucha fratricida y letal entre los socialistas. Nada de eso ha pasado, aunque haya sido por poco, pero eso no invalida la existencia de una estrategia diseñada por los profesores que dirigen Podemos. Si esto fuera así, y yo no tengo dudas al respecto, la posibilidad de entendimiento entre ambos partidos sería prácticamente nula. Y en eso hemos estado, en un choque brutal de estrategias por la hegemonía de la izquierda... hasta que a Podemos le ha entrado miedo por lo que dicen las encuestas, que básicamente es que pierde apoyo electoral con su beligerancia, que ya sabemos que tampoco es aprobada por todo el partido.

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Sánchez-Cuenca supone, en segundo lugar, que un Gobierno del PSOE con Ciudadanos sería muy corto y muy inestable, por la presión de Bruselas y de la Oposición, que lideraría Podemos. En realidad, son dos asunciones cuestionables. Pacho obvia que en caso de Gobierno socialista, el principal partido de la Oposición sería naturalmente el PP. La simetría dejaría a Ciudadanos y al PSOE en una posición media, moderada, que todos sabemos puede ser electoralmente virtuosa. No les resultaría muy difícil al PSOE y a Ciudadanos mantener esa posición moderada mientras los populares y los morados se sitúan en los extremos. En cualquier caso, el líder de la Oposición, un papel muy relevante para la opinión pública, sería quien fuera que liderara el PP, no necesariamente Pablo Iglesias.

Por otro lado, tampoco creo que podamos asumir que un Gobierno PSOE-Ciudadanos sería necesariamente corto e inestable. Sabemos que el nivel de aprobación pública de un Gobierno no tiene que ver sólo con las leyes que se aprueban en el Congreso, sino más bien con las iniciativas ejecutivas, la respuesta a las crisis, los gestos... y la economía. Puesto que las expectativas con respecto al trabajo que pudiera hacer Sánchez son muy bajas (lo cual aumenta de forma inmediata el nivel de satisfacción); puesto que la economía irá mejor en los próximos meses; y puesto que PSOE y Ciudadanos actuarían como contrapeso mutuo evitando excentricidades, nada impide anticipar que un Gobierno de coalición de ambos podría sorprender positivamente a la opinión pública.

Creo, por último, que hay una tercera carencia en la argumentación de Sánchez-Cuenca. Es la que me parece más obvia y posiblemente más importante. La política es la representación de una narrativa. Sabiendo como saben los cuatro grandes protagonistas de la política española –Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera– que es muy probable que sólo unas nuevas elecciones pudieran sacar a España del bloqueo político, cada uno de ellos ha estado en estos meses contando una historia distinta, sin descartar, por supuesto, esa posibilidad. La que cuenta Sánchez es muy nítida, se esté o no de acuerdo con ella: él estaría haciendo todo lo posible para lograr un Gobierno de cambio, moderado, reformista y progresista. Y lo habría demostrado llegando a un acuerdo con Ciudadanos que contiene dos centenares de medidas. Según dicen las encuestas, tanto Rivera como Sánchez saldrían electoralmente beneficiados por su acuerdo si las elecciones se repitieran, con seguridad como premio al esfuerzo de ambos por ofrecer una salida ante el bloqueo político en que estamos. Por el contrario, PP y Podemos resultarían perjudicados. Quizá la estrategia del PSOE sea la adecuada. Y quizá suceda que en Podemos, más que no tener estrategia, hayan optado por una equivocada.

En un artículo que ha tenido amplia y justificada repercusión, mi admirado Pacho Sánchez-Cuenca ha descrito una interesante paradoja de la política española actual, según la cual tanto el PSOE como Podemos están haciendo, a propósito de la formación del Gobierno, lo contrario a sus propios intereses.

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