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Sobre la derecha y la inmigración: jugarse la vida en 14 kilómetros

Hay una escena en la obra de teatro 14.4 en la que el protagonista, un niño de nueve años que ha viajado desde Marruecos hasta España en los bajos de un camión para buscarse la vida, se dirige al público y les dice: “Si alguna vez se encuentran con uno como yo, llegado de otro país, sepan que ahí detrás de esos ojos, hay una historia”.

La obra, escrita por Juan Diego Botto y dirigida por Sergio Peris Mencheta, es la historia real de Ahmed Yousseini. Fue un menor no acompañado, uno de esos chavales a los que las derechas califican despectivamente como mena. El título hace referencia a los kilómetros que separan un mundo del otro. África y Europa. África y España. Estos días vuelvo mentalmente a ella y pienso que todo el mundo debería verla en algún momento —ojalá más de un político— porque es un jarro de agua fría y un potente antídoto contra el racismo y la xenofobia.

No hace demasiado, Alberto Núñez Feijóo evitaba las fotografías con la ultraderecha porque temía que eso le alejara de su electorado más moderado. De un tiempo a esta parte, no sólo no las esquiva, sino que las busca. La prueba es que hace tan sólo unos días, el líder popular viajó hasta Roma para ver a Giorgia Meloni, la presidenta ultra italiana. Una imagen de los dos, sonrientes dándose la mano, como colofón al viraje ideológico que el PP ha hecho en los últimos meses. Feijóo ya no se esconde y ahora alaba las políticas migratorias de Meloni. Esas políticas de mano dura, de criminalización de "los que vienen de fuera" que él mismo ha descrito como una mezcla de legalidad y humanidad. 

Cuesta encontrar el rastro de esos dos conceptos haciendo un repaso por el expediente gubernamental de la presidenta italiana que ha firmado, incluso, un acuerdo con Albania para deportar a centros de este país —controlados por policías albaneses e italianos— a los migrantes que llegan a sus costas. 

¿Cómo en tan poco tiempo ha llegado a convertirse la inmigración en el mayor problema para los españoles y españolas? Resulta paradójico porque, preguntados por los problemas que consideran más importantes a nivel personal, la inmigración cae al quinto lugar, por detrás de la economía, la sanidad, el empleo o la vivienda. Es decir, los problemas a los que de verdad se enfrenta la ciudadanía a diario. No llegar a fin de mes, esperar meses a que te hagan una prueba médica, enlazar contratos precarios o seguir viviendo con tus padres a los treinta y muchos porque el precio de los alquileres está por las nubes. 

Sólo hay que bucear en la hemeroteca reciente para encontrar la respuesta a la pregunta anterior. Políticos que hablan de invasión, de efecto llamada, de deportaciones masivas, de frenar la llegada de migrantes con buques de la Armada o de la intranquilidad que les provoca su presencia porque sus hijas no podrán ponerse faldas cortas (en estas declaraciones de Isabel Díaz Ayuso además de racismo, hay machismo). También desde los medios: han conseguido que la inmigración se convierta en un problema en el imaginario social dando altavoz a quien criminaliza a los migrantes y los deshumaniza relacionándolos con la delincuencia y obviando que la mayoría sale de sus países huyendo de guerras, de la explotación laboral o sexual. Es más, según los datos del INE, en 2023 la mayor parte de los migrantes llegó de Colombia y de Venezuela. Marruecos ocupa el tercer lugar, pero el resto de los diez primeros puestos está copado por países de América Latina (pueden leerlo en este artículo).

Han conseguido que la inmigración se convierta en un problema en el imaginario social dando altavoz a quien criminaliza a los migrantes y los deshumaniza relacionándolos con la delincuencia

Una estrategia, la de comprar el discurso a los ultras, que polariza y enfanga el debate, pero que no sólo se da en España, ni sólo con la derecha. Ahí tienen el ejemplo de los socialdemócratas alemanes con Scholz anunciando mano dura en los controles fronterizos. 

El debate es complejo, tiene muchas aristas — es injusto pensar sólo en términos utilitaristas y económicos para tratar de solucionarlo como ha hecho el Gobierno— y requiere que la política esté a la altura. Cuesta imaginar ese acercamiento entre los grupos políticos teniendo en cuenta que ha costado cinco meses desbloquear la iniciativa legislativa popular presentada en el Congreso con el apoyo de 700.000 firmas para regularizar a medio millón de migrantes que, por cierto, el PP apoyó.

14.4 son los kilómetros que separan África de España. Una distancia por la que Ahmed, y miles de personas al año, deciden jugarse la vida tratando de conseguir una mejor.

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