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'Y aun así me quedé'

“Me despertaba por las noches y él estaba manteniendo sexo conmigo sin mi consentimiento. Cambió absolutamente todo de mí, desde la vestimenta al pelo, la forma de actuar con mi familia, hizo que me distanciara de mucha gente… Y aún así me quedé”.

Estremece oír el relato que Ana Peleteiro ha hecho en un vídeo en redes sociales sobre la violencia machista que sufrió en una relación pasada. Durante cinco minutos la deportista detalla, una a una, las agresiones y conductas violentas o manipuladoras que sufrió por parte de una expareja. En realidad, la denuncia que hace desde el potente altavoz que le otorga ser un personaje público tan conocido es también un acto generoso y solidario con las decenas de mujeres que durante días llevan relatando en TikTok el machismo que, en diferentes grados e intensidades, han sufrido a lo largo de su vida. "Ojalá esto sirva para que otras niñas no se queden tanto", dice esperanzada en las imágenes.

Ese ‘y aun así me quedé’ tiene detrás un ‘me acosté con él por miedo a que fuera tarde para decir que no’, ‘accedí a una práctica sexual sin ganas para evitar otra más desagradable’, ‘dejé que revisara mi móvil para no enfadarle’, ‘consentí que no quisiera presentarme en público como su pareja’, ‘no me encaré a él cuando me dijo que no podía ponerme ese vestido’, ‘no le reproché que insistiera en hacerme creer que su tonteo con otras mujeres estaban en mi cabeza’. 

Ese ‘y aun así me quedé’ interpela a muchas mujeres que, en algún momento de su vida, han estado en esa misma situación. Sólo hay que echar un vistazo a las cifras. Una de cada dos mujeres en España ha sido víctima de violencia machista.

Por eso, la frase interpela a tantas mujeres que, en algún momento de su vida, han estado en alguna de esas situaciones. Sólo hay que echar un vistazo a las cifras. Una de cada dos mujeres en España ha sido víctima de violencia machista. El 38% de mujeres jóvenes ha experimentado violencia de control. Solo el 8% de las que sufre agresiones sexuales fuera de la pareja denuncia. En vez de ridiculizarlas, ¿por qué no reflexionar sobre los motivos que las llevan a denunciar en redes antes que acudir a una comisaría? También es habitual escuchar: ‘si tan mal la trataba, ¿por qué permaneció a su lado? La violencia machista es un tipo de violencia muy específica en el que las víctimas tardan, de media, hasta nueve años en denunciar. Muchas no dan el paso nunca.

¿Por qué? Porque temen que nadie las crea y sentirse juzgadas. Y ese señalamiento no entiende de clase, edad o procedencia, como tampoco lo hace la violencia. Para comprobarlo, dense una vuelta por los comentarios de algunas de las noticias que recogen el testimonio de Peleteiro. Encontrarán misoginia, insultos, racismo y xenofobia. Es ese posicionamiento en contra de la mujer y el apoyo al agresor banalizando y cuestionando el testimonio de ella, lo que define y da alas a la cultura de la violación. No menos llamativos son los vídeos que han grabado algunos hombres jóvenes ridiculizando a las mujeres que han explicado por qué ‘aun así se quedaron’, tratando de equiparar sus vivencias a las de ellas. En este punto, vuelvan al párrafo anterior y lean los datos sobre violencia de género. No hay ninguna cifra parecida referida a los varones porque no hay ninguna violencia que se ejerza sobre ellos por el mero hecho de serlo

No cabe duda de que la reacción machista que vivimos en los últimos tiempos es un potente veneno para el que debemos encontrar antídoto cuanto antes. Pero igualmente innegable es que ha sido el alcance transformador del feminismo el que le ha puesto nombre a muchas de estas actitudes violentas que hasta hace bien poco estaban completamente normalizadas. Ahora sabemos que cuando un hombre somete a su control a una mujer a través del dinero, está ejerciendo violencia económica. Que cuando trata de distorsionar su realidad haciéndole creer algo que es falso, se llama luz de gas. O que con el consentimiento no hay que firmar contratos porque sólo sí es sí y lo demás no es mal sexo, es violación.

Resulta paradójico que sean las redes sociales, de las que han tenido que huir tantas y tantas feministas víctimas de un brutal acoso digital, las que acojan ahora algunos espacios seguros para que las mujeres denuncien el machismo. Muchas no buscan un reproche penal para sus maltratadores, pero sí quieren poner sobre la mesa la violencia, a veces invisible y cotidiana, que sufren. No las señalemos a ellas por romper el silencio, sigamos luchando para derribar la impunidad de la que gozan aun muchos agresores.

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