Rubiales calienta el banquillo: mi reino, mi reino por un piquito. Como el juicio lo daban en streaming, los redactores de judiciales lo han tenido chupado para el corta y pega. Como el asunto tampoco me desvela, lo seguí por el rabillo del ojo porque las columnas no se escriben solas. De repente, ¡primicia informativa! "El juez estalla". Así, palabra por palabra, lo aseguraban en Onda Cero, La SER, La Vanguardia, El Debate, La Razón, El Mundo o ABC. ¡Caramba! ¡Lo pondría todo perdido!

Sabía que los papas podían reventar (a Pio XII lo estafó un vendedor de crecepelos metido a forense y el cadáver de su santidad hizo catapúm en mitad del velatorio), pero ignoraba que los jueces tuviesen esa habilidad. "Te dedicas a enchironar yihadistas", pensé, "y al final, culo veo, culo quiero". Leyendo algunas de las noticias mentadas, comprendí que la cosa era retórica. El tipo se había enfadado con algún picapleitos y había protagonizado su minuto de gloria. El requiebro se volvía aún más intrigante: sin pirotecnia de por medio, ¿por qué tantas cabeceras de relumbrón se habían puesto a titular como un youtuber cualquiera?

Saqué la gorra orejera y limpié la lupa buena: tenía que investigar si el frenesí explosivo había colonizado otras áreas del telediario. "Un influencer estadounidense estalla contra Milei tras perder un millón de dólares con su criptomoneda", decían en La Razón. "Ana de Armas estalla contra la prensa tras sus imágenes con Tom Cruise por San Valentín", leí en La Vanguardia. En El Confidencial, Jordi Évole estalló contra Miguel Ángel Rodríguez; en La Sexta, Alfonso Arús hacía lo propio con los que rajaban de Anabel Pantoja.

Que nuestro tiempo, dentro de trescientos años, no sea trabajo para los historiadores, sino para los psiquiatras. Crispación, beso tu nombre

Que llamen a los artificieros: la nómina de detonados en las últimas horas incluye a Rosa López (la de Operación Triunfo), Lucas (de Andy y Lucas), Zelenski, Belén Esteban, Alberto Chicote, la dueña de un restaurante de Badajoz (sic), Almeida, la plantilla de Marie Claire, el hermano de Paquirri, un agricultor valenciano, el Real Madrid, una tal Merchi, Ancelotti, Gonzalo Bernardos (viejo conocido de nuestra sección), Ángel Cristo junior y una zaragozana que fue a First Dates. Menuda escabechina.

Vista la sincronía y la predisposición a la exageración alegórica, quisiera proponer a mis colegas una divertidísima excursión al barranco del clickbait: "Al juez del caso Rubiales se le hinchan los cojones". "El magistrado, echando humo por las narices, maldijo, sulfurado".

¡Sazonemos las informaciones tediosas! ¡Proclamemos una nueva edad dorada de la audacia periodística! Hagamos la crónica de un país donde no queda un solo ciudadano razonable. Que nuestro tiempo, dentro de trescientos años, no sea trabajo para los historiadores, sino para los psiquiatras. Crispación, beso tu nombre.

PS: Lo de Milei, qué musical, ¿eh? Me temo que no da para artículo (lo he intentado) porque la explicación técnica arruina los chistes, pero qué papelón el de nuestros comentaristas liberales favoritos tratando de justificar el timo de la estampita. Si Juan Ramón Rallo no existiese, habría que inventarlo.

Esta semana, Marhuenda, donde Alsina, ha acusado a Rubén Amón, Marta García Aller y a David Jiménez Torres (que es hijo de Losantos) de bailarle el agua al Grupo de Puebla. Lástima que nos vaya a aniquilar un meteorito, con lo divertida que se estaba poniendo la telenovela.

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