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¿Qué tal una Ley de Mecenazgo?

El gran recaudador que le robó a Sabina el mes de abril según canta en Lo niego todo, sigue sin dar el paso para que las organizaciones que suplen al Estado en ayudar a los demás a crecer y a sobrevivir puedan respirar un poco. Y eso que parece haber hecho los deberes y está contento.

Por eso se ha convertido en noticia la generosa donación de Amancio Ortega a la sanidad pública para dotar de material, mantener el que hay y mejorar la actuación de las unidades de oncología de toda España. Durante los últimos meses, la Fundación que lleva el nombre del dueño y fundador de Zara, ha estado llegando a acuerdos con las Consejerías de Sanidad de las Comunidades Autónomas para conocer y calibrar sus necesidades frente al cáncer. Ya lo hizo y donó en Galicia y en Andalucía. Ahora lo extiende a toda España y va a soltar para tal fin 320 millones de euros. Los médicos, y sobre todo los pacientes y sus familias se lo van a agradecer profundamente

En ellos pienso cuando leo o escucho algunos comentarios de cretinos analfabetos criticando por supuestamente interesada u oportunista la donación, o a los que desde algún púlpito mediático dudan de las razones de Ortega y recuerdan que lo importante es que pague impuestos…y más si es posible.

Donar 320 millones de euros a la sanidad pública para frenar el cáncer o aliviar sus consecuencias es un gesto que honraría a cualquiera y aplaude toda persona comprometida en ayudar a los demás a través de su esfuerzo en una ONG o una institución solidaria. Denota una actitud personal generosa que apuesta por reforzar lo público en este ámbito de la sanidad. Porque, insisto, la donación es para el Sistema Nacional de Salud, no lo olvidemos.

Pero el gesto debiera si no embarazar al menos hacer pensar al gobierno en general y al Gran Recaudador en particular sobre la forma en que se distribuyen los dineros y, sobre todo, su ceguera con respecto a las posibilidades de mejorar en la atención a los ciudadanos, a su salud, su educación y su cultura.

Las necesidades de atención de los hospitales son enormes, tanto como la desastrosa gestión de la sanidad pública condicionada en este país al cortoplacismo de la política y la exigencia de recortes que han mermado considerablemente la capacidad de atención e investigación.

Como enormes son las dificultades de las organizaciones que desde la sociedad civil palian la ineficiencia o el desinterés del Estado en la ayuda a pacientes, marginados, emigrantes, desahuciados, maltratados… y todo el sinfín de parias contemporáneos que estarían completamente fuera de la circulación de no ser por ese compromiso de gente casi siempre anónima que aporta esfuerzo y dinero en la solidaridad con los demás.

La donación de Ortega a la Sanidad Pública es un gesto que acaso sería menos sorprendente si en España existiera una Ley de Mecenazgo que abriera el camino a donaciones mediante ventajas fiscales como sucede en otros países, como recogen otras legislaciones. Apoyo a la generosidad –interesada si usted quiere, pero efectiva– de particulares y empresas para facilitar la acción de la propia sociedad civil en ayuda a los demás o en potenciar el arte, la cultura o la educación.

Pero no. Aquí sigue la cosa parada porque manda el déficit y prima cuadrar las cuentas. Lo han conseguido, ayer nos lo contaron. ¿Qué tal si ahora son capaces de dar armas de actuación a la sociedad civil?

Es cierto que casos como el de Nadia o el estafador conocido como Paco Sanz, hacen mucho daño a la solidaridad. Pero el mismo o más  sigue haciendo este gobierno, este parlamento, que se han olvidado por completo de regular un mecenazgo que convertiría en algo no tan único, quizá común, una donación como la de Ortega. A él no le hace falta que le desgrave nada… pero hay muchos que sí aportarían más si encontraran ventajas fiscales.

Mientras, habrá que seguir esperando y apoyándose desde las ONG o las instituciones que potencian el arte y la cultura, en particulares generosos o subvenciones casi siempre escasas y, a menudo, con tan poco control como interés para los políticos o gobiernos de turno.

Podría haber más mecenas y que lo de Ortega no fuera noticia. Podría dotarse de más músculo a la sociedad civil. Podría. Si se quisiera, claro, que la sociedad civil contara con músculo, si se planificara pensando en país y no en partido, si se creyera que la salud social y económica de un país fuera más importante que cumplir las obligaciones de déficit que con tanto éxito parecen haber conseguido.

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