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El 'ABC' y la okupación

El manejo de la información es clave para crear ambientes determinados. Importa cómo se cuentan los hechos, pero sobre todo importa qué es lo que cuentas. Editorializar consiste en elegir lo que consideras más relevante de la realidad, privilegiando unos acontecimientos sobre otros. Si algo pasa pero se queda en el tintero es casi como si no hubiera sucedido. Por contra, si se publica importa el doble. No hay nada más ideológico que elegir dónde poner el foco.

El diario ABC, por ejemplo, presta una desmesurada atención a la okupación. Sólo atendiendo a este verano publicó en el mes de junio 17 piezas que giraban en torno a este tema, 15 en el mes de julio y 18 en lo que llevamos de agosto. Para que puedan comparar, El Mundo, en una órbita parecida, dedica entre dos y tres noticias al mes a este asunto. A menudo, además, se cuelan entre las más leídas, algo que nos explica que en cuestión de preferencias el paladar se educa mediante la repetición.

Todas las noticias que el ABC dedica a la okupación tienen un distintivo común: son chocantes, están cojas y carecen de continuidad. En España el delito de usurpación de vivienda, lo que se conoce vulgarmente como okupación, se refiere siempre a viviendas sin un uso habitual por parte de sus propietarios. Siempre que una vivienda se considere morada, el lugar de residencia habitual o esporádica de quien la posee, hablamos de allanamiento. Siempre que existe allanamiento, el desalojo es inmediato, aunque habitualmente no es necesario porque lo que lo motiva es el robo.

Las noticias del ABC referidas a la okupación transmiten la sensación de que si alguien sale de su casa a por el pan, cualquier individuo puede entrar en ella y quedársela, algo que no es cierto. Cuando ustedes vean un titular del estilo, la información tiene trampa, de ahí que rara vez se continúe con el caso para ver en qué ha quedado. La mayoría de casos de okupación en España, unos 15 mil al año, seis mil de ellos situados entre Madrid y Barcelona, se producen en viviendas vacías propiedad de entidades bancarias.

El resto son una amalgama de casos peculiares, donde existían relaciones previas entre los protagonistas o bien es difícil estipular para la policía o el juez a quién pertenecía la vivienda. Casos entre exparejas o familiares o bien viviendas que no constituyen residencia ni tienen una situación registral clara. Elementos que se omiten de la información porque arruinarían su objetivo: crear alarma social dando a entender que cualquiera se puede encontrar a un desconocido usurpando su sillón.

A esto hay que añadir el fenómeno del impago de alquileres, una situación que no tiene que ver con la okupación pero que se incluye dentro del epígrafe para magnificarlo. Algo que se omite es que tres de cada cuatro desahucios que tienen lugar en España tienen relación con el alquiler. A pesar de que su número descendió un 30%, en 2023 tuvieron lugar 26.659 procesos de lanzamiento de los que casi 20.000 tuvieron que ver con el impago.

El descenso del 30% se debe, probablemente, a las medidas de protección de vulnerabilidad económica que implementó el Gobierno desde la pandemia, pero estas cifras, aportadas cada año por el CGPJ, demuestran que en nuestro país te siguen echando de casa si no pagas el alquiler. Las demoras en el proceso, provocadas por la propia lentitud de la administración de justicia, más que por la acreditación de vulnerabilidad, pueden implicar que algunos caseros sufran una situación de carestía, algo que no es lo habitual.

Según un informe del Grupo de Estudios Críticos Urbanos de la UNED, publicado este pasado abril, los propietarios doblan a los inquilinos en su renta media, percibiendo unos 56.000 euros al año frente a los 20.000 que percibe quien vive de alquiler. El mito del casero que alquila para llegar a fin de mes y que se ve conducido a la mendicidad cuando sufre de impago es residual. Solamente el 10% de los caseros percibe menos de 18.000 euros al año, cuando entre los inquilinos esta cifra alcanza el 50%.

Para completar el cuadro cabe señalar que desde el año 2015, dos de cada tres casas registradas en España pertenecen a grandes propietarios. Más de cien mil inmuebles están controlados por treinta caseros entre los que se encuentran socimis, bancos y fondos de inversión. El mercado relacionado con el alquiler ha tendido en estos últimos años a la concentración: en nuestro país ha aumentado la brecha social y uno de los hechos determinantes es la vivienda.

La historia de la okupación nos habla sobre cómo los relatos importan más que las cifras, sobre cómo dirigir la atención para que los sucesos se impongan a los problemas de clase, sobre cómo manejar el miedo para convertirlo en un arma política

¿Qué pasaría si el ABC dedicara 18 artículos al mes incluyendo estas cifras? ¿Qué pasaría si el ABC publicara 18 artículos al mes contándonos que los recursos que una familia destina al pago de su hogar han pasado de un 4% en 1985 a un 40% en 2024? ¿Qué pasaría si el ABC escribiera 18 artículos para explicarnos cómo los fondos buitre realizan acciones coordinadas para incrementar el precio del alquiler en las ciudades?

¿Qué pasaría si el ABC, el resto de periódicos, de radios y de televisiones se dedicaran a poner nombre y apellidos a los miles de empresarios que incumplen los convenios, que se saltan la legislación laboral, que pagan sueldos de miseria o que directamente cometen delitos contra los trabajadores? ¿Y si hicieran algo parecido con los especuladores y los rentistas que han convertido la vivienda en un lujo?

Pues pasaría que en España no habría un 77% de personas que creen que la okupación es un problema social, ni que uno de cada cuatro españoles crea que existen posibilidades altas de que le okupen la vivienda. Pasaría que la gente viviría con menos miedo a que algo que es muy extraño le suceda, también que las derechas perderían uno de sus caladeros de voto.

Estos años deberían recordarse como el momento en que dos tercios de la riqueza mundial fue a parar al suelo urbano de las ciudades, convirtiéndolas no en lugares para vivir, sino en máquinas especulativas con las que obtener increíbles beneficios, mientras que ese dinero se retraía de la economía productiva y empobrecía, en un movimiento extractivo, a amplias capas de las clases medias y trabajadoras. Sin embargo, atendiendo a las hemerotecas, estos años se fijarán en la memoria como los de la falsa epidemia de la okupación.

La historia de la okupación nos habla sobre cómo los relatos importan más que las cifras, sobre cómo dirigir la atención para que los sucesos se impongan a los problemas de clase, sobre cómo manejar el miedo para convertirlo en un arma política. Pero también sobre cómo la izquierda, en seis años de Gobierno, no ha conseguido ni rascar la superficie del problema de la vivienda, sobre los estrechos límites de la política impuestos por el mercado, sobre cómo quien acepta las reglas impuestas por el contrario acaba perdiendo la partida.

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