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El Gobierno confía en que el PP y una amplia mayoría del Congreso apruebe el decreto de ayudas a Valencia

Cuando lo urgente se come a lo importante

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Llevamos una semana dedicándonos a lo urgente, pero no a lo importante. Lo urgente ha sido rescatar a las personas afectadas por la dana, limpiar las calles, reparar las infraestructuras básicas. Una labor que tardó en ponerse en marcha no por falta de medios, sino porque el presidente valenciano, Carlos Mazón, decidió movilizar los recursos con cuentagotas en las primeras 72 horas. No sabemos por qué. Sí que esa demora ha provocado una indignación en la que ha arraigado la antipolítica. Sucio yo, sucios todos.

Lo urgente también ha sido contrarrestar la intoxicación a la que la extrema derecha ha vuelto a someter a este país. Su objetivo, tirar a este Gobierno, coincide con el del PP. Ya lo ensayaron en lo peor de la pandemia. Hasta donde recuerdo, en España quien quita y pone gobiernos es el Parlamento, elegido por los ciudadanos en las elecciones. Hace un año tocaron el cornetín e incendiaron Ferraz. Ahora es lo mismo pero entre el lodo.

Ese huracán de mentiras también tiene protagonistas, sórdidos y mezquinos, a los que se les intuye el gusto por la fama y la pasta debajo del hábito de propagandistas. Entre los más destacados, Iker Jiménez, cuentista del misterio reconvertido a mercader del miedo. Siguiendo sus pasos una cohorte de sinvergüenzas con ansias de saltar de YouTube a la tele. O la democracia mete mano a quien financia a estos cuatreros del disparate o estamos jodidos.

Jodidos porque algunos de los que ejercen de periodistas, no sé si envidiosos por tener que compartir público con los anteriores, han decidido perder definitivamente los papeles. Jorge Bustos, jefe de Opinión en El Mundo, decidió que la mejor forma de describir la agresión al presidente del Gobierno en Paiporta era decir que huyó “como una rata”. Tanto colegio del Opus para teclear como un columnista del Arriba a las cuatro de la tarde, tras haberse pasado con el anís.

De la encerrona a Sánchez la mañana del domingo alguien nos tendrá que explicar, algún día, por qué si cientos de vecinos y voluntarios no pudieron atravesar el cordón policial de las calles adyacentes, entre los que sí lo hicieron se encontraba una nutrida representación de fascistas y sus predicadores digitales. La suerte siempre acompaña a los audaces, debe de ser.

El presidente, tras la agresión, declaró: “No nos vamos a desviar pese a lo que pueda suceder con algunos violentos absolutamente marginales”. Vozpópuli tituló al rato: “Sánchez tilda de ‘absolutamente marginales’ a los afectados de la dana que se han indignado con su visita a Paiporta”. Sirva como muestra de cómo opera el aparato de las tormentas de la derecha, a cada momento, en cada rincón.

Parar este alud de basura, al menos contrarrestarlo desde unas redes completamente adulteradas por el jefe de campaña de Trump, ha sido urgente. Como la derecha logre acabar con la legislatura bruscamente, es decir, conseguir con la fuerza de la manipulación lo que no consiguió en las urnas, el perjudicado no será Sánchez, será la democracia. Siempre hay que saber distinguir un momento grave de la gravedad que ambiciona quedarse entre nosotros.

Tras lo urgente, tocará lo importante. En primer lugar, determinar por qué Mazón, sobre quien recae la competencia de protección civil en el territorio que preside, dio la alarma tan tarde, aun contando con información horas antes proporcionada por la AEMET y la confederación hidrográfica. Cuando sonaron los móviles había gente con el agua hasta la cintura. Otros, vecinos de poblaciones donde ni siquiera había llovido, bajaron a retirar sus coches viéndose sorprendidos por la riada.

Como la derecha logre acabar con la legislatura bruscamente, es decir, conseguir con la fuerza de la manipulación lo que no consiguió en las urnas, el perjudicado no será Sánchez, será la democracia

El martes 29 de octubre deberá ser analizado con lupa. Mazón tendrá que explicar por qué tomó la decisión de retrasar tanto el aviso de emergencia. De momento, más allá de las mentiras, en las que Feijóo participó sin rubor alguno, nadie nos ha aclarado nada. Valencia es un destino turístico de primer orden y todos sabemos lo mal que el gremio de hosteleros se lleva con el de meteorólogos.

Multitud de trabajadores han denunciado cómo sus jefes les impidieron marcharse a casa cuando a las seis de la tarde ya estaban siendo avisados por sus familiares de la que se les venía encima. Imposición empresarial que conculcó la ley de Prevención de Riesgos Laborales, en concreto su artículo 21, que determina la actuación ante el riesgo grave e inminente.

Hay que dejar claro que es el propio trabajador el que puede ejercer el derecho que le asiste, para que en 24 horas la inspección de trabajo lo valore. Por otro lado, se legisló mediante real decreto, tras la ola de calor que le costó la vida a un barrendero en 2022, que las empresas debían contar con un protocolo específico ante fenómenos meteorológicos adversos.

Lo de siempre. En aquellas empresas donde existen sindicatos se vigila el cumplimiento de la legislación laboral. En aquellas en que no, parece quedar a la buena disposición del empresario, como si las leyes que afectan al trabajo fueran optativas. El trabajador como un recurso más a optimizar arriesgando, incluso, su propia vida.

El tiempo de desplazamiento, para acudir o abandonar el centro de trabajo, también es jornada laboral, como lo es el de aquellas profesiones cuya labor se realiza en la carretera, como los transportistas. Grandes superficies, como Mercadona, han sido señaladas por no paralizar sus repartos, algo que quedó registrado en fotos que mostraban furgonetas de esta compañía con el agua sobre las ruedas. Juan Roig se despachó con unos jóvenes que le pidieron explicaciones mandándoles a la mierda.

Entre lo importante está también la reconstrucción. El Gobierno ha anunciado un plan de 10600 millones de euros, que alcanzará, por diferentes vías, a ayuntamientos para las obras públicas, a comunidades de vecinos y hogares para las reparaciones, también a ciudadanos que hayan visto dañada su salud. Incluyendo compensaciones y exenciones fiscales para trabajadores, autónomos y empresas o indemnizaciones para reponer vehículos un 20% superiores a la tasación del automóvil.

Esto es lo público funcionando, como ya sucedió en la crisis del coronavirus o en el ciclo inflacionario por el encarecimiento de la energía. Este plan contempla un aspecto muy importante y que estos días apenas ha ocupado foco: el urbanismo. O cómo hemos aceptado como normal construir en zonas inundables, sin que casi nadie pusiera el grito en el cielo. Intereses privados. Esos seguirán aquí tras la dana. 

Llevamos una semana dedicándonos a lo urgente, pero no a lo importante. Lo urgente ha sido rescatar a las personas afectadas por la dana, limpiar las calles, reparar las infraestructuras básicas. Una labor que tardó en ponerse en marcha no por falta de medios, sino porque el presidente valenciano, Carlos Mazón, decidió movilizar los recursos con cuentagotas en las primeras 72 horas. No sabemos por qué. Sí que esa demora ha provocado una indignación en la que ha arraigado la antipolítica. Sucio yo, sucios todos.

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