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Mentiras y tragedias

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Las mentiras no son trágicas mientras resulta posible volver a la verdad. Aunque los panoramas no contagien alegría y las curvas de la carretera pisen la desolación de los vertederos, quedan huecos para la esperanza. Siempre se puede llegar a un lugar de aire limpio. Quedan las segundas, las terceras y las cuartas posibilidades.

El estado de la política oficial española está mal, pero la razón encuentra motivos para no desistir. La dinámica del Partido Popular ha impuesto sobre la nación una condena de mentiras. Se trata para sus dirigentes de que la ciudadanía conviva con el engaño. Ejemplifico el vericueto falso de su estrategia en tres asuntos de actualidad:

1.- Afirman que baja el paro, cuando lo que en realidad sucede es que está bajando la población activa. Es decir, menos gente se apunta a las listas del desempleo, pero la razón está en que muchos parados se van de España y otros desisten de buscar un destino laboral. El paro, además, disminuye porque cada vez hay menos puestos de trabajo. Con esta paradoja en la mano, el día en el que se muera de hambre el último español, Mariano Rajoy podrá afirmar que ha terminado con el problema del desempleo. No habrá desde luego nadie en paro.

2.- Sacan pecho para sostener que las reformas educativas del Partido Popular han conseguido bajar los índices de fracaso escolar. Cada vez hay menos alumnado que abandone sus estudios. La verdad es que muchos jóvenes, en una sociedad de cultura consumista y fluidez económica, dejaron el instituto para ponerse a trabajar y conseguir el dinero inmediato que necesitaban. Querían comprarse una moto, reventar las noches y cumplir con una idea del paraíso identificada con los centros comerciales o con la moral de la compra y venta. Al sufrir la crisis económica y la destrucción de empleo, la juventud encuentra ahora pocos motivos para dejar de estudiar. Es la triste realidad. Sólo se estudia cuando no hay más remedio, lo cual no es raro en un mundo de espectáculos televisivos que demuestran a diario una evidencia: el éxito en el amor y en la fama es casi incompatible con la capacidad intelectual y con la vergüenza.

3.- Afirman que en el Partido Popular no hay imputados. Lo que ocurre es que el Gobierno del Partido Popular se precipitó a cambiar el vocabulario con un eufemismo reparador. Ahora se llaman investigados a los que antes se llamaban imputados. Que el mismísimo presidente de Gobierno utilice esta triquiñuela define con claridad la situación de un país que convive con la mentira.

Pero no son mentiras trágicas, porque no liquidan la luz de una esperanza. De pronto tres magistradas deciden no asumir la mentira propuesta desde el Estado y sientan en el banquillo a la hermana de un rey. Se solucionó la mentira, y no sólo por la dignidad y la independencia de las magistradas, sino por la energía de una opinión pública que está dispuesta a darles su apoyo social contra tanto bufón de palacio. En la sociedad española persisten los esfuerzos de la mentira, pero la impunidad como sentimiento social se ha acabado. Artur Mas no preside la Generalitat. La infanta se sienta en el banquillo. Pujol y su familia se han quedado sin la coartada de su bandera. Por eso Rajoy, el amigo de Bárcenas, el líder de la tramas de corrupción del PP, no puede ser presidente de Gobierno. Si el Partido Popular quiere sobrevivir, deberá hacer con don Mariano lo que ya ha hecho con su ruidosa escudería valenciana. Ya no se salva ni Rita. La formación de un Gobierno compuesto por PSOE, Podemos e IU es en este momento una prioridad de consolidación democrática.

Hay otras mentiras que sí son trágicas. La más importante se llama Europa. Y no sólo es humanamente trágica por la situación de los refugiados. Es trágica también por la condición misma de Europa que está evidenciando la crisis. Cuando se impide en el interior de la Unión el libre movimiento de las personas, cuando se despoja a los refugiados de sus bienes como los nazis despojaban a los judíos en los campos de concentración, cuando deja de ser una urgencia política el respeto a la vida humana y el socorro a los desamparados, uno tiene la sensación de que, más allá de la dureza sus políticos, Europa entera está evidenciando la realidad de su condición.

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Al calor de la Segunda Guerra Mundial, María Zambrano escribió un ensayo memorable, La agonía de Europa (1945), para hablar del eclipse de la piedad. Si toda crisis es un ejercicio de revelación, el conflicto europeo no apuntaba a una simple coyuntura, sino a una realidad constituida desde su raíz por las violencias nacionales. Este nuevo eclipse de la piedad tampoco supone por desgracia una coyuntura. Es la revelación de la Europa que hemos construido al servicio de una economía especulativa sin escrúpulos. Su raíz está en las oficinas de los bancos y los fondos de inversión. La dinámica y las fronteras europeas no responden al ser democrático. Si la soberanía cívica es una mentira, la responsabilidad humana no tiene siquiera posibilidad de formularse. En esta inercia sólo se pueden recuperar partes de soberanía a costa de los derechos humanos. Libertad para ser injusto, no para hacer justicia.

Y aquí las mentiras sí son trágicas, porque no hay razón que permita la esperanza. Basta con mirar hacia el paradójico destino de Angela Merkel. Como Alemania es la mayor beneficiada por la quimera de esta Europa, intentó mantenerla en un primer momento invitándonos al reparto solidario y al respeto de las libertades fronterizas acordadas en el tratado de Schengen. Pero la propia Merkel ha debido recular y muchos países han preferido romper la quimera y lanzarse al espectáculo de la insolidaridad radical. Es la llamada de sus raíces.

Nuestras injusticias contra los que llegan de fuera evidencian la mentira que somos. La imposibilidad europea tiene mucho de la fatalidad que caracteriza a la conciencia trágica. Es más que una coyuntura. Creo que la alternativa está en asumir nuestra propia paradoja: deben recuperarse las soberanías nacionales necesarias para constituir otro origen de Europa. Otra Europa.

Las mentiras no son trágicas mientras resulta posible volver a la verdad. Aunque los panoramas no contagien alegría y las curvas de la carretera pisen la desolación de los vertederos, quedan huecos para la esperanza. Siempre se puede llegar a un lugar de aire limpio. Quedan las segundas, las terceras y las cuartas posibilidades.

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