En defensa del ciudadano

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El Gran Wyoming

Lo que podría ser una gran noticia para la izquierda, hoy con mayoría, se ha convertido para un sector que la representaba, según afirman, en una pesadilla insoportable.

En un estado de emergencia, cuando los ciudadanos luchan por la supervivencia sometidos a una explotación escandalosa, con un índice de pobreza infantil relativa que llega a un tercio de dicha población (2.540.000 niños), y donde el 15,7% de la población infantil (1.300.000 niños) vive en hogares en situación de pobreza severa, algunos políticos que se llaman de izquierdas manifiestan sin el menor rubor su indignación por el descenso creciente de su proyecto político, como si de un negocio, de un balance de ventas se tratara. Entran en campaña con la agresividad del mercado de la competencia empresarial, reivindicando sus espacios históricos y su margen de electores como si fuera ganado marcado con su hierro que está siendo usurpado por cuatreros. El ciudadano vota en libertad lo que quiere. Ese es su derecho.

El pacto de PSOE y Ciudadanos no lo quiere nadie, nadie lo votó en el Congreso, ¿a qué ese empeño?

Ignorando que las cifras de los sondeos electorales dan margen para la esperanza de un cambio tan urgente como necesario que termine con esas políticas de crueldad extrema, de desprecio absoluto al ciudadano que se ve con el agua al cuello, aquellos que durante décadas apelaron al voto útil, que vivieron de ser la alternativa posible al mundo que venía de aquel franquismo del que todavía le cuesta apearse a la derecha española, cuarenta años después de la muerte del dictador dan la espalda a una alternativa más humana, más decente, más alejada del latrocinio y la proyección social y profesional en la que algunos sectores han convertido el quehacer político.

La inmensa mayoría de los votantes del PP (88%) afirma que prefiere un pacto con Ciudadanos, y del mismo modo, la mayoría de los votantes de Ciudadanos quiere un pacto con el PP. Esa es su voluntad, ese es su deseo que, a mí, me parece obvio. Al propio Rivera también. ¿De dónde surge la duda? ¿A qué vienen estos amores repentinos?.

La pérdida de las formas delata la rabia ante la ausencia de privilegios que otorgaba aquel mundo donde el monopolio de la acción política se garantizaba mediante el voto de la alternancia. Los diferentes gobiernos se desgastaban en el ejercicio del poder y tan sólo era cuestión de paciencia volver a ocupar las sillas ministeriales.

A su vez, la caída de los socialdemócratas en toda Europa auguraba un largo ciclo de política mal llamada liberal, ya que se corresponde a la más reaccionaria de las posibles, tanto en lo político como en lo económico, y los diferentes partidos socialistas europeos atenuaban sus propuestas abrazando las tesis liberales con la intención de competir en el mayoritario espacio del centro, dejando en la estacada, como vemos en Francia, a los trabajadores que salen a la calle a reivindicar los derechos que le arrebata el propio Gobierno al que votaron. También en Alemania se hundió la socialdemocracia y hoy vive coaligada con Angela Merkel, que impone sus dicterios asfixiando las frágiles economías del Mediterráneo y acusando a sus pueblos de vivir a costa del esfuerzo de los alemanes. Nadie la acusa de populista a pesar de que conoce las cifras de pobreza en la que viven esos pueblos a los que llaman PIGS (cerdos) al colocar de manera ingeniosa las iniciales de los diferentes países donde viven esos gorrones, vagos e indolentes europeos que somos nosotros. PIGS: Portugal, Italia, Grecia y Spain. Hoy toca la rebelión en la granja.

No es difícil entender el hundimiento de estos proyectos allá donde hacen e hicieron dejación de funciones, donde traicionaron la voluntad del votante dejándole en la indefensión.

No acierta el expresidente de la Junta de Extremadura, con el que he compartido mesa, al afirmar: “nunca pactamos con comunistas”. Tal cosa ya se produjo cuando él gobernaba, en diferentes comunidades y ayuntamientos, y hoy se lleva adelante tal pacto en las principales ciudades del Estado con la bendición de los ciudadanos, cuya voluntad es la que debería contar. Además, parece ignorar que en su formación todos eran marxistas, como no podía ser de otra manera en alguien que se llama socialista, hasta que Felipe González borró el marxismo de la faz del PSOE en un empeño personal, al segundo intento, y tras presentar su dimisión como secretario general del partido. Pero eso ya es el pasado, ahora nadie duda de que no queda ni uno que pueda decirlo. Como Tierno Galván, que murió afirmando su marxismo y fue, a pesar de ello, el alcalde más popular de Madrid. Recomiendo la visión de las imágenes de su entierro en internet, es difícil encontrar hoy un político tan querido por la gente. Era un hombre honrado, tenía una verdad, su pueblo se dio cuenta.

Tampoco acierta Ibarra en el tono cuando se refiere al líder del que según los sondeos es el segundo partido en intención de voto, y diputado electo, como El Coleta. Derecho que no le niego en cualquier taberna o sobremesa, pero podría exigirse cierta compostura en declaraciones públicas, ya que la condición de presidente y, por tanto, de cargo institucional, no la pierde. Está bien el tono jocoso, pero sorprende que se empleen con más contundencia contra las fuerzas de izquierdas los representantes del PSOE que contra los de la derecha, y con los mismos argumentos, dando una bochornosa imagen de intentar salvar los muebles del partido, en lugar de luchar por los ciudadanos, que sería la razón de existir de todo socialista. Esta pedagogía es nefasta y aparta al votante. Aún es más dañina para el militante, más permeable a las consignas de los líderes, al que logran exasperar al punto de que, según me contó mi compañero Gonzo, que asistió a un mitin de campaña, muchos de los que allí se encontraban, a la pregunta de quién preferían que gobernase, entre Rajoy y Pablo Iglesias, afirmaban que el primero. Contestación producto del odio y la sinrazón, inimaginable hace sólo unos meses.

Con estupor y deseando que sea sólo una estrategia electoral para intentar retener el voto, los ciudadanos que sufren el hundimiento paulatino de la Sanidad, la Educación, los derechos laborales, los recortes en las libertades, el robo generalizado desde las instituciones y la explotación laboral, miran con esperanza, como han hecho siempre, los porcentajes de votos en las encuestas. También cuando daban su voto al PSOE para que frenara el avance de la derecha a pesar de no compartir algunas de sus propuestas.

Hoy los ciudadanos se manifiestan de otra manera para intentar conseguir lo mismo, eso que siempre han exigido: Justicia.

Esas expresiones de odio, de mal perdedor, deberían abandonarse. Es mucho lo que nos jugamos en estas elecciones y hay que arrimar el hombro. En los sitios donde se ha hecho ha salido bien. Hay que dejar a un lado esa estupidez de que Podemos camina de la mano del PP. La repitió una y otra vez el señor Sánchez en el debate a cuatro haciendo el ridículo con su insistencia. Subestimaba al espectador, lo trataba de tonto, y no necesita el ciudadano tutela mental de sus líderes, sino firmeza plantando cara al que le arruina su existencia sólo para favorecer los intereses de sus cómplices de la élite empresarial.

No es el momento de que salgan de los consejos de administración de las grandes empresas aquellos antiguos líderes de la izquierda a ganarse el sueldo presionando a Pedro Sánchez en un espeluznante espectáculo que obvia para qué les contrataron. No era sólo un pago en servicios, la vida sigue y su sueldo es mensual. Servidumbre vergonzosa de las puertas giratorias.

El pacto de las izquierdas y el factor humano

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La pesadilla para los trabajadores de este país no pasa porque tal o cual partido gane o pierda votos, esto no es la liga de fútbol, sino porque se hagan realidad las insistentes afirmaciones de que no gobernarán esos a los que llaman populistas, los malos, los bolivarianos, los comunistas, los radicales, los antisistema, los de El Coleta, aunque se consigan los votos suficientes.

El bloqueo de la voluntad popular desde las instituciones, esa es la pesadilla. Una pesadilla que la derecha va a hacer realidad, si la dejan.

La pelota está en su tejado, señor Sánchez, no les falle. No les condene. No les traicione.

Lo que podría ser una gran noticia para la izquierda, hoy con mayoría, se ha convertido para un sector que la representaba, según afirman, en una pesadilla insoportable.

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