Esta realidad es legal

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El Gran Wyoming

Me reincorporo a las tareas de personaje público tanto aquí como en la televisión.

Durante este tiempo he intentado desconectar de la realidad mediática, esa que nos cuenta lo que nos espera convirtiendo cada información en una amenaza porque nos pone enfrente a esos seres amorales que nos tienen en sus manos y disponen a su antojo de nuestras vidas, disolviendo nuestra fantasía de intentar un mundo donde la justicia prevalezca.

Ahora ha tocado el Banco Mundial, ese órgano que suena a entelequia sacada de 1984. Depende de las Naciones Unidas, tiene la sede en Washington y su misión es luchar contra la pobreza de los países en vías de desarrollo.

La polémica saltó porque el gobierno en funciones decidió que la persona adecuada para ocupar una de las plazas de esa cosa con más de quince mil empleados era el ex ministro Soria, que fue apartado de su cargo porque no daba la talla de honradez que exige el PP para estar a la vista del público. Talla que en estos momentos se mide en milímetros. Bueno, eso dicen.

Como sabemos, luego se encargan de rehabilitar el honor de sus presuntos y convictos, de procurarles un presente honroso y de blindarles un futuro. Transmiten la impresión de que todos participan de todo, son cómplices de ese todo y se reparten el todo entre todos.

Aunque pueda parecer paradójica la cuestión de proponer para el Banco Mundial a ese señor de dudosa catadura moral, cuestionada honradez y nula palabra, tiene cierta lógica si tenemos en cuenta que quien hace tal propuesta es un partido que está procesado como tal y que, además, tiene entre sus filas innumerables casos de corrupción, unos convictos y otros en proceso de investigación.

Ya saben que suprimieron la palabra imputación como hacen los malos en las novelas de ciencia ficción que siempre la toman con las palabras y los libros. Casos de corrupción que, aunque masivos, ellos llaman aislados a pesar de que luego se acogen a una defensa única, colectiva, dirigida y pagada por el propio partido como ocurrió cuando Federico Trillo decidió tomar el timón del conjunto de afectados por la Gürtel, y por afectados no me refiero al pueblo español, ni a Baltasar Garzón, expulsado de la carrera judicial por intentar aplicar la ley a los amos, sino a la masa de políticos que participaban en esa trama que, como todas las que tocan a los señoritos, quedará en nada, como iremos viendo. Es la ley.

Decía que el embajador español en Reino Unido cobraba por llevar la defensa de los presuntos, como hacen las bandas de delincuentes, para que a ninguno se le ocurriera tirar por su lado para evitar comerse el marrón e irse de la mui.

Aquí todos declararán lo que dicte la dirección del partido. En Italia lo llaman Omertá; aquí, asesoría jurídica, y es una mala noticia para los que pretenden hacer sinónimos democracia y Estado de Derecho, porque el encubrimiento, asesoramiento y falta de colaboración con la justicia por parte de aquellos que nos dictan e imponen la ley es una mala práctica desde el punto de vista de la pedagogía. Claro que poco puede esperarse de un país donde una abogada del Estado, en sede judicial, poniéndose de la otra parte, de la que está siendo juzgada por el Estado que ella representa, afirma que eso de que Hacienda somos todos es un eslogan publicitario sin el menor sentido, lo cual es cierto. Ya sabemos que las grandes empresas no pagan nada y que parte de nuestros impuestos van a sus cuentas de beneficios porque, a diferencia de los demás agentes tributarios, o sea los votantes, lejos de pagar, esas empresas transnacionales cobran del Ministerio de Hacienda.

Echamos de menos al teleñeco Montoro, con su habitual desparpajo y chulería, dando alguna explicación sobre el particular. Pero está todavía enredado en su número cómico sobre las ventajas que trajo a las arcas de este país la amnistía fiscal que amparó a los delincuentes que tenía que perseguir. Bueno, mejor que no dé explicaciones porque se remitiría a las palabras de la abogada del Estado, pero con la consabida máxima que sirve para todo: “Es legal”.

Es legal que sangren al ciudadano currante mientras los que obtienen millones de euros en beneficios sacan pasta de la caja que llena el que se sube al andamio. Ya saben, les sale negativo lo del Impuesto de Sociedades y hay que devolverles dinero. A esto que digo, que es verdad, se le llama demagogia y populismo que, dicho sea de paso, también es legal, de momento.

Como legal es que despidan a periodistas por decir estas cosas en un Estado donde la Constitución avala la libertad de expresión, pero también el libre despido. No les echan por lo que dicen, sino porque les da la gana, que es un argumento mucho más genérico y no compromete.

No le faltaba razón a la abogada del Estado en eso de que Hacienda son sólo algunos, lo sabemos todos, pero no es en el juzgado donde deben hacerse ese tipo de afirmaciones. A ella la pagamos para que diga lo contrario, no para que se realice en lo personal afirmando lo obvio. Es como si el rey se dedica a proclamar en sus discursos que la república es el mejor de los sistemas políticos. Hacen mala pedagogía porque se han instalado en el descaro que proporciona la impunidad. Lo que se conoce como recochineo. Nos restriegan que somos meros peones contributivos con derechos virtuales y obligaciones reales, punibles en su incumplimiento.

Así, aunque resulte cómica, la propuesta de Soria para el Banco Mundial, ése que lucha contra la pobreza, por lo visto, era legal. Esa es la legalidad vigente. Además, como desconozco quién integra ese organismo, a lo mejor este señor se habría encontrado en su salsa. Quién sabe si no era una propuesta (rechazada este martes por el propio Soria tras el escándalo provocado) para regenerar esa institución porque lo que hay dentro es todavía peor.

Al señor De Guindos le parecía Soria el más adecuado, y él sabe de lo que habla. Recordemos que antes de ministro de Economía y otros cargos públicos y consejerías, siempre saltando de lo público a lo privado (es legal, sin saberse bien a cuál de las dos partes sirve) fue el responsable en España y Portugal de Lehman Brothers, empresa que llevó a cabo la mayor estafa que se recuerda a nivel internacional, al punto que a esa fechoría se la considera uno de los banderazos de salida de la actual crisis mundial y que, lejos de pasarle factura, de pagar por ello junto a sus secuaces, le catapultó hacia la cima de la gestión económica, siempre dentro de la legalidad.

Es la legalidad, idiota. Por eso creyeron posible, a raíz del descubrimiento de la incompatibilidad de los negocios del señor Soria con la decencia en la gestión pública, activar el fulgurante despegue de una carrera imparable hacia la dirección de los órganos que controlan el mundo, que se mueven en la legalidad gobernados por gente que no es legal, y que ni siquiera se molesta en parecerlo.

Vuelvo a la realidad. Me hubiera gustado que me esperara Scarlett Johansson para decirme eso de: “te hemos echado tanto de menos”, pero me esperaba la realidad, cruda, dura, en su más pura esencia.

Ya saben, la realidad no imita a la ficción, imita a la mala literatura.

Aquí estamos.

Me reincorporo a las tareas de personaje público tanto aquí como en la televisión.

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