El año en el que todas fuimos un poco 'swifties'

Antes de empezar, quiero dejar muy claro que, ante todo, soy muy fan de Vetusta Morla y así lo acredita mi Spotify Wrapped. Escucho a Vetusta Morla a todas horas, hasta mientras duermo. Hablaría de Vetusta Morla a todas horas si pudiera. Junto con mi gata y últimamente La amiga estupenda de Elena Ferrante es uno de mis temas favoritos de conversación. 

Pero, y mi amiga Andrea se va a alegrar mucho de esto —¡Hola Andrea!—, tengo que confesar que este año les he sido un poco infiel a Pucho y compañía. Entre Finisterre, Copenhague, Puentes o Sálvese quién pueda, se ha colado este 2024 Taylor Swift con su Cruel Summer, I can do with a broken heart, Karma o Exile. Y todo esto sin pasarme por el Bernabéu para The Eras Tour. ¿Por qué? Porque este año todos nos hemos vuelto un poco swifties. Y no está mal reconocerlo. Aunque nos hagan creer que sí. 

Lo primero, porque muchas de sus melodías son tremendamente pegadizas. Se meten en lugares de tu cerebro que desconocías que existían, el mismo que ocupa últimamente ese villancico que no deja de perseguirte —sí, estoy hablando del Burrito Sabanero—. Y, así de repente cuando menos te lo esperas, te encuentras tarareando un "shake it off, I shake it off" de la nada. Spotify lo sabe y te ofrece lo que ni tú sabes que necesitabas. La magia de los algoritmos… ya dejaremos para otra ocasión analizar si es magia buena o mala. 

Lo segundo, porque algunas de sus canciones son sorprendentemente buenas si nos ponemos en plan sibaritas o en modo experto musical. Sin ser yo nada de eso, que ya bastante tengo con fingir que sé de lo que hablo cuando escribo sobre lo mal que lo hace Elon Musk o sobre las perversidades de la inteligencia artificial. Pero, los premios que cosecha la buena de Taylor Swift así lo avalan y también que sus creaciones ya sean objeto de estudio en universidades como Stanford, Harvard o Berkeley. 

Lo tercero, porque Taylor Swift ama a los gatos y tiene tres. Yo amo a los gatos y tengo una gata preciosa. Es, tal y como se definió así misma cuando se colocó al lado de Kamala Harris antes de las elecciones en EEUU, una "childless cat lady", es decir, una "mujer con gatos y sin hijos". Y, en este aspecto, es difícil no empatizar con alguien cuando se comparte con ella hasta década de vida. Eso sí, ojo, eso no quiere decir que apoye todas sus contradicciones y aplauda todos sus problemas de persona asquerosamente rica, blanca y americana. 

Y, cuarto y último, porque si algo me repatea en esta vida es que se critique algo simplemente por ser una "cosa de chicas". Como si ser una "cosa de chicas" fuera malo, infantil, cutre o básico de por sí. Y pongo dos ejemplos.

Ejemplo uno. De Taylor Swift se ha dicho que solo sabe escribir canciones desde el despecho sobre sus exparejas. Acusándola, por cierto, en ciertos momentos de su vida, de tener demasiados novios, no como otros compañeros suyos. Aunque sus fans son muy dadas a sobreanalizar sus letras, muchos medios se aprovechan de esto para llevarlo al extremo obviando que otros artistas masculinos también escriben sobre sus relaciones personales. Esto, en realidad, no solo le pasa a la de Nashville, a otras muchas cantantes les sucede y, por ejemplo, Shakira también lo vivió en sus carnes

Ejemplo dos. De las fans de Taylor Swift también se ha dicho de todo y se las ha ridiculizado e infantilizado hasta niveles ofensivos. Cuando The Eras Tour desembarcó en Madrid en mayo, media España vio problemas: que si se ponían pañales, que si las entradas eran muy caras, que si llevaban días haciendo cola, que si el concierto hacía mucho ruido y molestaba a los vecinos… Y yo lo único que vi fue mucha sororidad y a muchas mujeres, y también a muchos hombres, uniéndose en un ritual musical de looks y pulseras de la amistad que llenaron el metro de Madrid como se llena, semana sí y semana también, por el fútbol. No le hicieron mal a nadie: no hubo ni peleas, ni incidentes, ni nada de nada. Todo lo contrario. Pero, por lo visto, si vas de blanco o de rojiblanco es bien, pero si vas con brillos y lentejuelas, es mal

¿Entienden por dónde voy, verdad? Es el machirulismo llamando de nuevo a nuestras puertas. De forma sutil. Casi imperceptible. Un comentario de desdén claramente machista ocultado perfectamente detrás de esa superioridad moral e intelectual de aquellos que se consideran por encima del bien y del mal y que, por supuesto, no sufren ningún síndrome de la impostora. Porque, para sorpresa de nadie, la mayoría de los que hacen estos comentarios son hombres. 

Pasa con Taylor Swift y con millones de cosas más. Muchos, más de los que pensamos, se esconden detrás de esta supuesta superioridad moral aliñada con progresismo. Con todo este barniz de falso aliado de la causa feminista, no entienden qué está mal en decirle a una mujer que deje de chillar o en pedirle que se tranquilice. Y ya pasan al siguiente nivel refiriéndose a ella como charo, feminazi o "childless cat lady". 

Pero después están los que se pasan el juego. Los que no se califican de progresistas. Para gente del palo de Elon Musk, entra dentro de la normalidad coger el móvil y escribir en un tuit: "Puedo darte un hijo y cuidarte a los gatos". Y hacerlo y no sentir ni remordimiento ni una pizca de vergüenza aunque tu cuenta de X sea la más seguida de la plataforma y la destinataria una de las mujeres más famosas del mundo. 

¿Qué dirán este tipo de seres cuando nadie les lee, ni les escucha, ni les ven? Pues ya va siendo hora, como bien dijo la valiente Gisèle Pelicot, de que la vergüenza vaya cambiando de lado. 

Para gente del palo de Musk, entra dentro de la normalidad escribir en un tuit: "Puedo darte un hijo y cuidarte a los gatos". Y hacerlo y no sentir ni remordimiento ni una pizca de vergüenza. Pues ya va siendo hora que la vergüenza vaya cambiando de lado

Por todas estas razones, este año ha sido tan fácil subirse al barco de las swifties: por los falsos aliados y por los que se pasan el juego. Y lo recomiendo: desconectemos un ratito de las desgracias del mundo a ritmo de Taylor Swift. Y ya si se hace mientras se ven vídeos de gatos o perros, me parece un planazo. Y una forma estupenda de engañar y dominar a los algoritmos, por cierto. 

Porque más allá de Taylor Swift, lo cierto es que pocas más buenas noticias nos ha dejado el mundo este 2024. Echar la vista atrás a estos últimos doce meses es sinónimo de decenas de polémicas políticas irrelevantes, victorias electorales de gente ultra, muchas más muertes de inocentes en Gaza, Líbano y Ucrania, decenas de crímenes machistas, o catástrofes que nos helaron el corazón como la dana que arrasó Valencia. 

Ojalá 2025 nos traiga muchas mejores noticias y, sobre todo, mucha salud. Mientras, brindemos juntos, por un año más, un año menos. Este año, a ritmo de Taylor Swift. 

¡Feliz aninovo!

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