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Feijóo es como un comercial de Prosegur: todo el día vendiendo alarmas

El miedo es libre, dice la frase hecha, pero o se equivoca o nos quiere engañar: el miedo tiene dueños, gente que lo entrena para atemorizar a los demás y ponerlos a su servicio. El miedo tiene de su parte unas veces la cobardía, otras la superstición, la ingenuidad o el servilismo, por eso convierte a algunas de sus víctimas en partidarios, en cómplices de sus opresores. Al miedo le valen todos los disfraces y los usa para sugestionar con ellos a quien lo escucha, es un alquimista que convierte el oro en barro, un meteorólogo que sólo habla de tormentas y oscuridad, un obispo que nos promete el infierno, un general que vaticina otra dictadura... Y, por razones obvias, el miedo tiende a la exageración, a la lectura hiperbólica de la realidad y a la advertencia superlativa: si no os asustáis, si no hacéis caso de nuestras voces y nuestros discursos, caerá sobre vosotras y vosotros un castigo de proporciones inimaginables, todo será fuego y destrucción.

El líder de la oposición, Núñez Feijóo, es como un comercial de Prosegur, se pasa e el día vendiendo alarmas o poniéndole dos cámaras más a la que ya está instalada, o sea, al asunto de la España que se rompe y lo que llaman pactos vergonzosos con los independentistas de Puigdemont, ese señor que le montó un referéndum ilegal al último Gobierno del Partido Popular, le declaró la independencia y se le fugó a Waterloo. Es verdad que hace cuatro días el mismo PP sostenía que era perfectamente legal y democrático hablar con el mismo Puigdemont para pactar la investidura de su candidato, pero ya sabemos que, en las cuentas del cínico, dos más dos es igual a lo que convenga en cada ocasión, como vino a decir uno de sus héroes caídos, Rodrigo Rato, el supuesto autor del “milagro económico” de nuestro país y más tarde condenado y encarcelado por sus actividades delictivas. ¿De qué iban a hablar ellos con Puigdemont? Eso se les olvidó explicarlo. ¿Del tiempo? ¿De fútbol? ¿De las obras de la Sagrada Familia? Cualquiera que haya escuchado más de tres minutos al personaje sabe perfectamente que él solo habla de una cosa: la independencia de Cataluña. Los peores son los conversos, dice otra frase hecha, y ese hombre de derechas y conservador de toda la vida ha sido oír la corneta de la secesión y oír caer a Jordi Pujol y se ha vuelto revolucionario por los cuatro costados. ¿No lo sabía el PP o nos engañaba y su líder estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de entrar a La Moncloa no de visitante sino como presidente?

Hace cuatro días el mismo PP sostenía que era perfectamente legal y democrático hablar con Puigdemont para pactar la investidura de su candidato, pero ya sabemos que, en las cuentas del cínico, dos más dos es igual a lo que convenga en cada ocasión

Como ahora el que negocia con Puigdemont es Pedro Sánchez, resulta que Feijóo desempolva el disfraz de fantasma y le prestan sus aliados el de monstruo verde para decir, ni más ni menos, que si el acuerdo para la investidura cristaliza y el PSOE conserva los sillones azules del Congreso, nuestra nación tendrá “un horizonte similar a los Balcanes”. Feijóo, que no sabe que Badajoz no está en Andalucía, ni Huelva en el Mediterráneo, ni que Picasso no era catalán, ni por qué pasa lo que pasa en Gaza, ¿sabrá que en la tragedia de los Balcanes murieron casi ciento cincuenta mil personas, hubo más de cuatro millones de desplazados, la zona quedó completamente arrasada y se cometieron crímenes contra la humanidad que estremecieron al mundo? ¿Lo sabe y, aun así, establece esa comparación? ¿O sabe de los Balcanes lo mismo que de Badajoz y Huelva?

Y de su propia formación, ¿qué es lo que sabe? ¿Está al corriente de las concesiones que le hizo su antecesor José María Aznar al propio Jordi Pujol, cuya imagen tratan ahora de rehabilitar y hasta homenajear los nacionalistas, para poder gobernar, en el llamado Pacto del Majestic? ¿Sabrá que le cedió el treinta por ciento del IRPF? ¿Sabrá que le concedió la desaparición de la Guardia Civil de Tráfico en Cataluña y la consolidación y desarrollo de la policía autónoma? ¿Sabrá que le concedió también otra de sus peticiones, la supresión de los gobernadores civiles? ¿Sabrá que traspasó el control del Inem y de las políticas activas de empleo a la Generalitat y dio luz verde a la reforma de la ley de puertos que transfería la gestión de los puertos de interés general a las autonomías? ¿Sabrá que aprobó a cambio de ese puñado de votos la Ley de Normalización Lingüística que le exigía el entonces honorable president? Y, finalmente, ¿sabrá que él habría ahora mismo hecho otro tanto si con ello se hubiera asegurado la investidura? Yo creo que, en estos próximos años en la oposición, debería utilizar el tiempo libre que le dejará el hecho de no ser presidente del Gobierno para repasar. Que luego a todos se nos nota mucho lo que no sabemos y a otros las lecciones falsas que nos quieren dar.

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