El racismo en Estados Unidos, una enfermedad crónica Juan José Tamayo
Más perdidos que Rubiales en el 8M
Uno no sabe nunca a ciencia cierta qué pueden tener los demás en mente, sin duda porque, por un lado, nadie dice toda la verdad y por otro no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, y menos ahora que todo acaba en las redes sociales, es analizado, fotografiado, grabado y difundido a los cuatro vientos, y con tantos ojos escrutando resulta prácticamente imposible que pase desapercibido hasta el más mínimo detalle: alguien ve siempre la sombra ajena que se proyectó a espaldas de quien nos hablaba, el objeto medio escondido que se olvidó sobre la mesa o el traje de otra persona que cuelga en el armario de la habitación de hotel. Nada es invisible.
Complicado saber, por ejemplo, qué hay en la cabeza de Núñez Feijóo para presentarse a una investidura que, salvo sorpresa, está condenada al fracaso
Que en este mismo planeta transparente sigan existiendo personas que creen que mentirán o serán contradictorias sin que las descubran, resulta como poco incongruente; y sin embargo, es el pan nuestro de cada día, sobre todo en el territorio resbaladizo de la política, donde cada dos por tres se tergiversa, se da vuelta a la tortilla o se dice digo donde se dijo Diego, a cara descubierta. ¿Será que piensan que son más listos de lo que son, que piensan que los demás no tenemos ojos ni memoria o ambas cosas? O que la experiencia les ha enseñado que en nuestro país esas cosas se castigan poco, que las y los electores van de forma mayoritaria a las siglas, no a los candidatos. En estos días en que se rasgan la camisa ante el posible indulto a los responsables del procés a los que aún persigue la justicia, ¿alguien se acuerda de la amnistía fiscal del Gobierno de M. Rajoy que benefició en 2012 a treinta mil defraudadores? ¿Alguien recuerda la Gürtel y los más de cien casos de corrupción de la calle Génova? Lo contrario de la historia es el olvido.
Complicado saber, por ejemplo, qué hay en la cabeza de Núñez Feijóo para presentarse a una investidura que, salvo sorpresa, está condenada al fracaso, porque le faltan los apoyos de quienes se niegan a tener nada que ver con sus socios de la ultraderecha y sólo tiene los de quienes confraternizan con ella o miran para otra parte porque para ellos el fin justifica los medios. El PP, dispuesto a lo que sea con tal de llegar a La Moncloa, ha lanzado cantos de sirena al PSOE, a ver si caía algún tránsfuga o alguien le ponía precio a equivocarse el día de la votación y apretar el botón que no es, aunque no parece muy factible que les salga la jugada, aunque tampoco sea imposible.
Y en segundo lugar ha anunciado que no tendrá ningún problema en hablar con Puigdemont y los suyos, esos mismos a los que el propio Núñez Feijóo dijo que no tocaría ni con un palo ya que eran “independentistas que quieren acabar con el Estado.” Ahora sostiene que no ve ningún problema en negociar con el ex president fugado, “porque Junts no es un rival político ni ideológico del PP.” Puede existir más incoherencia, pero ya habría que irse al bombero pirómano o algo de ese tipo.
Sin embargo, lo peor del vete y ven del jefe de los conservadores es que tiene su parte de razón: ni Junts per Cat, ni el PNV ni otras formaciones que tampoco quieren tener nada que ver con él y su partido, mientras este vaya de la mano de la extrema derecha, deberían ser en realidad enemigos ideológicos del PP y no sería raro que estuviesen de acuerdo con algunos de sus principios… si es que estos existieran y no hubiesen sido cambiados por cualquier cosa que les abriera el camino hacia el poder: si me abres la puerta del castillo, me da igual que seas el ogro o seas la princesa cautiva.
El resultado lo veremos pronto: si JpC le echa un cable al PP, será una organización perfectamente legal, como ya han dicho; y si propicia la victoria de Pedro Sánchez, será una banda de sediciosos cuyo único derecho sea el de ir a la cárcel. Y todo ello a plena luz del día, confiando que el resto del país sea ciego o se lo haga. Como le oí decir el otro día en Rota al Chipi, cantautor gaditano de aúpa y cantante de La Canalla, “están más perdidos que Rubiales en el 8M.” Pues eso.
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