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Esta gesta no merece a este patán

De todos los escándalos por los que Luis Rubiales se ha visto al borde de caer nunca hubiera imaginado este. Han pasado más de cuatro días y, tal y como lo clavó Manuel Jabois, aún no sabe qué está pasando. En la vida lo más grave no suele ser cometer un error sino las consecuencias por la incomprensión y el empeño en el error. La indignación social contra el sexismo no sale en el radar de Rubiales. A estas alturas, hay denuncias suficientes para apartarlo. La Liga Profesional de Fútbol Femenino ha pedido al Consejo Superior de Deportes su inhabilitación. Debería ser suficiente. Desde ahí, en cascada, se han sumado clubes, exjugadores, partidos, sindicatos y el Gobierno en funciones. Desde el propio Consejo ponen el punto de inflexión en las palabras de Pedro Sánchez por el mensaje que lanza a la sociedad, pero también a las estructuras internas de las organizaciones del fútbol. Opacas en lo financiero y blindadas en lo corporativo cuando se trata de tapar a uno de los suyos.

La impunidad de Luis Rubiales se ha resquebrajado. Aunque salvara el puesto este viernes en la Asamblea General ante unas federaciones que le deben el puesto, su figura y su presidencia están más que tocadas. La inhabilitación de Rubiales tiene su propio mecanismo interno y no depende del Gobierno en funciones. Pero ha perdido la confianza de una parte del fútbol y del ejecutivo. También de los principales partidos –Sumar, PSOE, PP…– e innumerables aficionadas y aficionados. Su incapacidad para estar a la altura y todas las voces que piden su cese dejarían la presidencia de la federación inservible en sus manos. Cuando Rubiales viaje, le señalarán como el presidente que protagonizó los gestos machistas que han violentado a un país en un momento histórico de nuestro deporte y en pleno aldabonazo de las jugadoras del Mundial. Pese a Rubiales, pese al entrenador, pese a todo.

Merece ser cesado por el beso forzado, por insultarnos después de denunciarlo, por confundir una excusa con una disculpa, por colocar a Jennifer Hermoso en el punto de mira y pedir a las jugadoras salir a defenderlo

El beso forzado ha sido el remate de lo fuera de lugar que está el presidente de la federación. Por más que presuma de legado, ni siquiera el Mundial femenino le debe tanto. Su entorno lleva días presumiendo de haber aumentado la financiación, como si no fuera su obligación. Merece ser cesado por el beso forzado, por insultarnos después de denunciarlo, por confundir una excusa con una disculpa, por colocar a Jennifer Hermoso en el punto de mira y pedir a las jugadoras salir a defenderlo. Por ocupar un solo segundo del protagonismo que no le tocaba. Y porque el Mundial femenino ha dado la vuelta al mundo y con su éxito la barbaridad de sus gestos.

Hay algo muy sintomático desde la noche de la celebración en la explanada de Madrid Río. Desde que las ganadoras llegaron de Sydney, ni salieron ni han salido en defensa de Rubiales. La fiesta, retransmitida por TVE, fue emotiva, cargada de discursos y dedicatorias. Con palabras que salen de lo más profundo de la emoción y el furor. De años de sacrificios que estallan con el gol de Olga Carmona. La joven habló del día más feliz y más triste de su vida. También hubo recuerdos para las que no estaban, las que llegaron antes, para el trabajo invisible, los esfuerzos, el cariño del equipo… Escuchándolas vimos que venían de sujetarse y apoyarse unas a otras. En esas palabras no estaba él. Rubiales no puede seguir como máximo representante del fútbol porque no representa a esta gesta de jugadoras ni a su estrella. Porque en los ojos vidriosos de tantos niños y niñas celebrando el Mundial en aquella explanada, sobraban los besos a la fuerza, los pellizcos, sus palabras y gestos soeces. Rubiales sobraba aquella noche porque viene sobrando desde hace tiempo. Ojalá pronto vea la puerta de salida.

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