Diario de campaña

Si la cosa funciona...

A tres días de la apertura de las urnas, Mariano Rajoy echa el resto: “ahorrémonos cuatro años de lío… y apostemos por la estabilidad y la seguridad; lo que funciona, no se cambia”. Escuchando este miércoles el mitin del presidente del Gobierno en Murcia se me venía a la cabeza Si la cosa funciona, la magnífica versión teatral de la película de Woody Allen que triunfa en el madrileño Teatro Alcázar con una producción de Pedro Larrañaga.

Aparte de echar unas risas (cosa que es inevitable también cada día con lo que se ve y se oye en esta campaña), lo importante es la conclusión extraíble de un guión muy seriamente interpretado por José Luis Gil, actor del que algunos sólo conocíamos su vis cómica como presidente de la comunidad de vecinos en Aquí no hay quien viva o La que se avecina. No hagamos spoiler con una obra muy recomendable, pero dejemos apuntada la idea elemental de que lo habitual en la vida es que uno esté tan lleno de prejuicios que llega a asumir ese consejo de informáticos y mecánicos de coches: si funciona es mejor no cambiarlo. Hasta que algo o alguien rompe esa burbuja y demuestra que en realidad “la cosa” podría funcionar mucho mejor si uno acepta unos cuantos cambios.

La estrategia de Arriola

En el enunciado de Rajoy hay poca novedad. Es la estrategia electoral definida por Pedro Arriola y pertenece además al ADN político del propio Rajoy: “mejor no tocarlo”, “vamos a esperar”, “ya veremos”, “sentido común”, “experimentos con gaseosa”, “déjeme usted de líos”… Si el refranero o el calendario Zaragozano tuvieran piernas y barba serían Mariano Rajoy. Para él casi todo es “un lío”, quizás su palabra preferida, que lo mismo aplicaba al Gobierno socialista que luego a Cataluña, a Asturias, al propio PP o a la mismísima Unión Europea, donde representa a todos los españoles. Apasionado del ciclismo, promociona las bicicletas eléctricas porque “requieren menos esfuerzos que hacerlo a pura pierna…” ¡Para qué líos!

Rajoy es coherente con su propio lío y aprieta nervioso estos últimos días el pedal del discurso del miedo: votar cualquier opción que no sea PP es un lío, un caos, un riesgo. Y le ocurre como a varios personajes de la obra de Woody Allen, que se niegan a aceptar la realidad o la distorsionan a su antojo por prejuicio o conveniencia. Así que según Rajoy aquí no ha habido rescate (se ve que las visitas de los inspectores de la troika cada seis meses fueron viajes de placer y el memorándum firmado por España era un TBO); y aquí “ya nadie habla del paro” (parece que Rajoy habla con menos gente aún que el egocéntrico e insoportable Boris de la obra de Woody Allen).

Los datos cantan

Pero tampoco hay que forzar las similitudes. Una cosa es engañarse a uno mismo y otra pretender engañar a los demás. Rajoy sabe perfectamente que las mejoras que se perciben en la economía se deben fundamentalmente a la nueva política monetaria del BCE, a las caídas del precio del petróleo, a la depreciación del euro y a la relajación de los recortes de gasto público en este año electoral. Como sabe perfectamente también que de los cuatro sonoros y eficaces compromisos que le auparon a la mayoría absoluta en 2011 (bajar el paro, reducir la deuda pública, abaratar los impuestos y controlar el déficit) se han cumplido exactamente… ninguno. Ha ocurrido más bien lo contrario en todos los capítulos, a los que habría que añadir el asunto del que probablemente más hablan los españoles aunque Rajoy no se entere: dijo que su reforma laboral acabaría con la dualidad del mercado de trabajo. Los datos demuestran que se ha disparado la precariedad

A tres días del 24-M, algunos sondeos cuya publicación está prohibida (por esa consideración a los votantes como menores de edad) no pintan bien para el PP en lugares clave como Madrid o Valencia. Así que la realidad de ciertos datos resulta todavía más incómoda. Si la cosa (es decir el discurso del miedo) funciona, continuaremos con esa "estabilidad" que le gusta a Rajoy. Sin líos.

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