La superioridad moral de la izquierda

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Se trata de un bonito caso de infiltración semántica. Incluso cuando se trata de negarla, como hizo el miércoles Abc en su editorial, persiste la idea de que la izquierda es el bastión de unos fundamentos morales propios, que tienen que ver con la limpieza impoluta en el uso del dinero. “Superioridad moral de la izquierda”, incluso aunque no te lo creas, suena más verosímil que “superioridad moral de la derecha”, que suena increíble.

Izquierda e izquierdismo

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Desde la tramoya me he encontrado con esa duda eterna en decenas de casos. ¿Puede un significado sindicalista llevar un reloj de lujo, aun siendo un regalo, o sería mejor que lo guardara? ¿Se puede reunir el Partido Socialista en un hotel de cinco estrellas, o debería optar por un alojamiento más modesto? Soy un alto cargo y resulta que mi pareja tiene una casa de lujo, o un conductor privado, o una cuenta millonaria en el banco: ¿Me divorcio? ¿Lo vendo todo? ¿Que se vaya mi pareja sola de vacaciones a su mansión? Soy el icono popular del momento, el nuevo Robin Hood, y la casta me invita a ir al Hotel Ritz a hablar, patrocinado por Asisa, que paga la fiesta. ¿Acepto la invitación y me como el cruasán, aunque denuncie la injusticia del bajo salario de la cocinera, o me quedo en casa? Me he lucrado de un fondo de inversión en un paraíso fiscal aunque cuando firmé, con un montón de papeles más, ni lo sabía. (¿?), y de pronto se entera todo el mundo y yo también: ¿debo dimitir?

La política no solo es representación, pero también es representación. Un político no es solo un actor, pero también es un actor. Que actúa en el enorme escenario que se extiende ante la opinión pública. Y que representa su papel frente una audiencia con un estado de ánimo determinado y con unas expectativas coyunturales. Puede que en 2004 no se viera igual que hoy firmar un contrato con una Sicav luxemburguesa. Esa noticia habría pasado entonces tan desapercibida como una cacería del rey en África. En 2006 Pablo Iglesias no pudo ir a regañar a sus anfitriones, porque nadie le prestaba entonces atención y él andaba probablemente por el Palacio de Miraflores en Caracas, que, por cierto, también era entonces un destino más confesable que ahora.

Tiene mucho de narrativo lo que digo. Los superhéroes aparecen en la América que se recupera de la Gran Depresión y pide liderazgos fuertes. En época de guerra se hacen más películas bélicas. Por supuesto, la canción protesta y sus letras pacifistas surgen cuando hay motivos para protestar. Pues bien, en el drama que se representa estos días en España, la coherencia que se exige a los personajes es hoy mayor que nunca. Y es un grave problema de la izquierda que los hechos estén con tanta frecuencia contradiciendo su superioridad moral, a fuerza de constataciones tan claras como que estés por la mañana hablando contra la evasión fiscal y la especulación, y por la tarde revisando la rentabilidad de tu fondo, por muy legal que sea. Y por eso también, más de uno habrá torcido el gesto viendo a Iglesias criticar a los hoteles de lujo y las empresas de salud privada, mientras disfruta de las comodidades del primero a cuenta del dinero de la segunda.

Se trata de un bonito caso de infiltración semántica. Incluso cuando se trata de negarla, como hizo el miércoles Abc en su editorial, persiste la idea de que la izquierda es el bastión de unos fundamentos morales propios, que tienen que ver con la limpieza impoluta en el uso del dinero. “Superioridad moral de la izquierda”, incluso aunque no te lo creas, suena más verosímil que “superioridad moral de la derecha”, que suena increíble.

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