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No, los ex-votantes de izquierda no han elegido a Meloni

Como ya es costumbre, nada más conocerse los resultados de las elecciones generales italianas, una marabunta de analistas —tanto profesionales en medios como amateurs en sus redes sociales— se lanzaron a señalar los errores de la izquierda que habrían empujado a muchos de sus antiguos votantes a elegir a la candidata posfascista Giorgia Meloni. Entre esos errores estarían el hacer hincapié en una agenda demasiado feminista, ser demasiado laxos con la inmigración, el prestar demasiada atención a los derechos de la comunidad LGTB o ignorar la identidad italiana en favor de un europeísmo “globalista” [sic]. No obstante, hay varios problemas con este análisis.

El problema más importante son las descripciones infundadas, como es la de que hay una importante transferencia de voto desde ex-votantes de izquierda hacia la extrema derecha. Este tipo de argumento en el que en ocasiones incurren analistas, hecho como quien levanta un dedo mojado para determinar de dónde viene el viento, se desinteresa de manera clara por la evidencia sobre las transferencias de voto. Así, cualquiera que analice de manera medianamente seria estas dinámicas podría corroborar que tan solo el 4% de los electores del Partito Democrático, principal partido de izquierdas italiano, de 2018 cambiaron el sentido de su voto hacia la extrema derecha (en este caso, Fratelli d’Italia de Meloni y la Lega de Salvini). 

Esta es una tendencia que se viene dando en casi todas las democracias avanzadas: un declive de la socialdemocracia (de unos diez puntos porcentuales), que sin embargo se debe a transferencias de voto hacia la extrema izquierda, partidos verdes o centroderecha. En este sentido, podemos observar los resultados del estudio La transformación de la izquierda, realizado por la Fundación Friedrich Ebert, que seguía las transferencias de voto en el largo plazo (en lugar de tan solo durante una legislatura, como en la imagen anterior), que también encontraba que tan solo un porcentaje marginal de votantes socialdemócratas acabarán apoyando a la extrema derecha a lo largo de toda su vida:

Esto, por supuesto, no quiere decir que la izquierda tenga que ser autocomplaciente. No cabe duda de que la izquierda italiana ha cometido un buen número de errores, entre los que destaca el no haber conseguido alcanzar un acuerdo con el Movimiento 5 Estrellas (M5S). Pese a las importantes diferencias entre los partidos (particularmente respecto al proyecto de Mario Draghi), habría sido necesaria una coalición electoral para vencer a una coalición mucho más amplia que la del PD en un sistema electoral que asigna un tercio de los escaños a través de un sistema mayoritario. No obstante, estos errores van más allá de los estrictamente estratégicos: como señalaba el analista italiano Paolo Gerbaudo, el apoyo a Meloni se puede leer como un fenómeno económico “pequeñoburgués” que busca proteger sus negocios de la globalización y de lo que consideran una sobrerregulación laboral. En un contexto de decadencia continuada durante décadas, Meloni promete proteccionismo e inversión pública para hacer frente a la globalización y mano dura con los trabajadores y los sindicatos. Frente a esta agenda reaccionaria, la izquierda ha de alejarse de las soluciones estrictamente tecnócratas para lidiar con estas ansiedades socioeconómicas, algo que el líder del PD, Enrico Letta, sólo ha hecho al final de la campaña (en gran medida por las presiones del M5S).

Estos errores van más allá de los estrictamente estratégicos: el apoyo a Meloni se puede leer como un fenómeno económico “pequeñoburgués” que busca proteger sus negocios de la globalización y de lo que consideran una sobrerregulación laboral

¿Qué lecciones podemos, por tanto, extraer? Por una parte, que tras dos profundas crisis, la socialdemocracia europea ha de comprender que volver a la austeridad es “un viaje a ninguna parte” y superar las tentaciones de “tercera vía”. Sin embargo, esta nueva agenda económica que proteja a los trabajadores a través de políticas públicas industriales activas y de conquistas de derechos laborales ha de ir acompañada de una agenda feminista que reconozca y proteja los derechos LGTB. Como señalaba Pablo Simón, el tipo de argumentos que hemos leído estas semanas tienen menos que ver con análisis electorales y más con excusas para despreocuparse de estas minorías. Por último, allá donde el sistema electoral lo haga deseable, las izquierdas tienen que aprender a superar sus diferencias. Porque, en plena ola reaccionaria, es más lo que nos une que lo que nos separa. 

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