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Cómo los abusos de las 'Big Four' dañan a sus trabajadores, distorsionan la competencia y empobrecen nuestro Estado

Esta semana hemos conocido que Trabajo ha llevado a cabo una macrorredada de las Big Four de la consultoría: Deloitte, PwC, EY y KPMG. Esta noticia ha sido recibida con entusiasmo por quienes conocían el secreto a voces de que las jornadas laborales en estas grandes multinacionales no eran de ocho horas, sino en muchas ocasiones, de doce. Tanto es así, que hasta la misma patronal de consultoras propuso ampliar este año a doce horas la jornada laboral. Sin embargo, lo más grave no es que esta patronal presione al legislador a desmantelar derechos sociales; lo más grave es que, de facto, llevaran décadas haciéndolo a plena luz del día, sintiéndose por encima de la ley.

Este tipo de abusos eran tan conocidos que, según cuenta un actual empleado de una de estas multinacionales bajo la condición de mantener el anonimato, en las entrevistas de trabajo te dejan caer que si no estás dispuesto a sobrepasar tu horario, mejor no aceptes el trabajo. Estas consultoras justifican sus jornadas de hasta 80 horas semanales con el hecho de que forman y dan trabajo a unos 10.000 recién graduados. Sin embargo, esta oportunidad no viene sin costes: varios empleados de estas multinacionales describen cómo en los (pocos) descansos que se conceden, algunos becarios lloran discretamente de ansiedad o cansancio por las jornadas a las que son sometidos. Una cultura de desprecio por los derechos laborales —ajenos, pero también propios— que se extiende desde el último becario hasta los socios más sénior.

Sin lugar a dudas, la principal víctima de este sistema es la “carne de cañón” de estas empresas, que pasa sus primeros años de carrera profesional en empresas donde los horarios son papel mojado y los salarios, apenas de supervivencia. Esto se traduce en el hecho de que sean la tercera industria con mayores niveles de riesgo de salud mental (71%) en un mercado laboral donde, en su conjunto, uno de cada cuatro trabajadores ya consume ansiolíticos y somníferos de forma habitual. No obstante, las consecuencias van más allá: dado que el modelo de negocio de las grandes consultoras se predica en la explotación de sus empleados más jóvenes, estas ilegales jornadas interminables se traducen en una competencia desleal y, sobre todo, en peores servicios públicos.

Es necesario establecer medidas para asegurar que las grandes consultoras no practiquen la competencia desleal y promover una competencia justa en el mercado, asegurando el bienestar de los trabajadores

La competencia desleal es un problema grave en el sector de la consultoría, y las grandes consultoras son las principales responsables. Al no remunerar adecuadamente las horas extras y explotar a sus empleados, estas empresas pueden presentar propuestas con precios más bajos en los concursos públicos, así como en ofertas a otras entidades privadas, lo que les da una ventaja competitiva sobre las empresas más pequeñas y menos establecidas. Esto puede desalentar a las empresas emergentes a entrar en el mercado y puede limitar la innovación y la competencia en el sector de la consultoría, permitiendo que las Big Four tengan un poder cada vez mayor en el mercado. Si atendemos, por ejemplo, al sector de la auditoría, En 2011, por ejemplo, Bruselas planteó nuevas regulaciones antimonopolísticas cuando las Big Four llegaron a acaparar hasta el 85% del mercado en la UE.

Asimismo, al no preocuparse por el bienestar de sus empleados, las Big Four pueden presentar una imagen falsa de eficiencia, contribuyendo a la privatización o externalización de servicios. No en vano, el poder de las Big Four fue impulsado por —y contribuyó a—el auge del New Public Management (la “Nueva Gestión Pública”), el tipo de gestión pública que emergió en los años ochenta con el auge del neoliberalismo,  caracterizada por la privatización de servicios públicos y la externalización de empleos a empresas privadas. Estas empresas, en su afán de aparentar ser más eficientes, explotan a sus trabajadores no remunerando las horas extras y escondiendo estas horas trabajadas, lo que les permite presentar cotizaciones más bajas en los concursos públicos. Estas empresas no son realmente más eficientes, sino que simplemente saben ocultar la explotación a sus trabajadores. Donde realmente son más eficientes que las Administraciones públicas es en ocultar la explotación a sus trabajadores. Esto ha llevado a un aumento en la contratación de empresas de consultoría, incluyendo a las Big Four, para llevar a cabo servicios críticos en el sector público, algo que ha contribuido a su deslegitimación y desarticulación. Al depender cada vez más de la industria de la consultoría para llevar a cabo funciones críticas de política y servicio, nuestro sistema democrático se ve cada vez más incapaz de mantener las capacidades y recursos necesarios para abordar los desafíos del futuro.

Por ello, es necesario establecer medidas para asegurar que las grandes consultoras no practiquen la competencia desleal y promover una competencia justa en el mercado, asegurando el bienestar de los trabajadores. Esta primera macrorredada rompe décadas de impunidad, marcándonos el camino.

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