Sumar más que el conjunto de las partes Cristina Monge

No os voy a mentir; llevaba años con ganas de que saltase la liebre con todo el tema de Marian Rojas Estapé. Con su tema y con el de todos los magufos y cantamañanas similares, ojo, que otro día si eso nos ponemos con los Rafael Santandreu de la vida.
Tras su aparición en El Hormiguero, muchísimos usuarios de redes y, sobre todo, divulgadores, científicos y profesionales del campo de la psicología, han dedicado decenas (o cientos) de vídeos a criticar el discurso de la autora de best sellers como Encuentra tu persona vitamina o Cómo hacer que te pasen cosas buenas. Libros superventas que, en palabras de los propios profesionales del campo, no se pueden considerar, bajo ningún concepto, libros de psicología, sino de autoayuda, que no es lo mismo.
Divulgadores como el neurocientífico Nacho Roura, conocido como Neuronacho, ya se han encargado de ofrecer un análisis de los peligros que encierran los discursos de este tipo de personas. Os recomiendo encarecidamente ver su vídeo en sus redes sociales.
La técnica que utilizan la mayoría de estos autores bien podría ser la misma que utilizan los Llados y otros coaches de cursos de éxito e hipermasculinidad: dar soluciones simples e individualistas a problemas sistémicos y estructurales. ¿Estás cansado? ¿De mal humor durante todo el día? ¿Ansiedad, quizá? ¿No estás alcanzando la felicidad? ¿Podría ser porque trabajas diez horas diarias en un curro que odias, tu jefe te explota y con tu sueldo ni siquiera puedes permitirte vivir solo y tener un proyecto de vida propio? Anda ya. Probablemente sea porque tienes una persona tóxica cerca que te absorbe la energía. Tendrás un exceso de dopamina. No estarás encontrando la serotonina donde toca que es en el amor verdadero (heterosexual) y en el esfuerzo laboral. Tienes que encontrar a tu persona vitamina, hombre.
La gente está cansada. Ansiosa. Desesperanzada. Harta de un sistema injusto para ella. Y, por desgracia, como tienen tan poco tiempo, organizarse, sindicarse y manifestarse para cambiar de raíz sus condiciones materiales no siempre es una opción. Es mucho más fácil y rápido comprarle un libro al cuentista de turno y que te convenza de que tú solo puedes cambiar tu situación siguiendo los cauces que realmente te están causando esa desazón, pero de los que, evidentemente, no puedes salir.
Por favor, no os dejéis engañar por quienes se encuentran en lo alto de la pirámide y, encima de ser parte del problema, intentan rentabilizarlo para su bien
El discurso de Rojas Estapé está especialmente alineado con las estructuras capitalistas en las que vivimos. “Las dos únicas cosas que llenan el corazón del ser humano tienen que ver con el amor y el trabajo”. Eso sí, el amor entre un hombre y una mujer, no sea que tengamos una relación no destinada exclusivamente a producir, ya sea trabajando o creando otros futuros trabajadores. “El amor entre un hombre y un hombre se puede dar, pero no es igual que el que hay entre un hombre y una mujer”, decía en una conferencia. Posteriormente, hacía referencia a que las relaciones homosexuales se pueden “aceptar” (gracias por aceptarme, Marian Rojas Estapé, ¿qué sería de mí sin tu aprobación?), pero cuando “hay una fidelidad exacta”, que según ellas, en las relaciones entre hombres, “no existe en la mayor parte de los casos”.
Poco sorprendente teniendo en cuenta que su padre, Enrique Rojas, ha sido un firme defensor de las torturas de conversión para personas LGTBIQ+. Esas que tanto el Partido Popular como Vox han rechazado prohibir en la Comunidad de Madrid, haciendo alusión el PP a que las víctimas de estas torturas son “víctimas irreales”. Bajeza moral en su máximo esplendor.
Las declaraciones de Rojas Estapé sobre la “ideología de género” ya son directamente irrisorias. En unas declaraciones, se queja de que hay colegios donde animan a niños y niñas a mirarse en el espejo, a conocer mejor sus cuerpos, a ganar autonomía sobre ellos. Y asegura que eso causa “confusión, y que la confusión causa ansiedad”. Y de repente lo hila con que España es líder en el consumo de ansiolíticos y benzodiacepinas. No tenemos ansiedad porque trabajemos un millón de horas, ganemos dos duros y no tengamos dónde caernos muertos, Marian. Tenemos ansiedad porque nos confunde mirarnos al espejo y conocer nuestros cuerpos. Hay que joderse.
Entiendo que estamos cansados. Que es fácil sentirnos derrotados, sin energía ni tiempo alguno para plantearnos cambios que nos parecen demasiado utópicos en un mundo en el que reducir la jornada laboral en dos horas y media a la semana después de 40 años sin tocarla provoca que nos acusen de vagos y vividores. Pero, entre tanto esfuerzo y agotamiento, si os puedo pedir algo, es esto. Por favor, no os dejéis engañar por quienes se encuentran en lo alto de la pirámide y, encima de ser parte del problema, intentan rentabilizarlo para su bien.
Créeme, lo que necesitas es una red de cuidados y, más que seguramente, un sindicato, no un libro de autoayuda sobre personas “vitamina” que te animen a contentarte con el sistema que te está jodiendo. Eso sí que es tirar la toalla.
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