Ultreia
El plebiscito: Ayuso, ¿sí o no? Cualquier respuesta debilita a Casado
Cuántas cosas pueden pasar en tan poco tiempo. La sesión de control comenzaba puntual a las 9:00 con la tensión de cartón piedra habitual cuando no hay más expectación que la de que ocurra algo inesperado, que alguien dé con un titular audaz o logre teorizar sobre una expresión ambigua, ya sea una frase o un gesto corporal. El PP gobernaba a esa hora con Ciudadanos en Madrid y Murcia. Desde su escaño y respondiendo como vicepresidente segundo, Pablo Iglesias se decidió a comparar la estrategia militar de Santiago Abascal con la de Paca la Piraña, trans amiga de la Veneno. Una sonrisa en medio del tedio. Para entonces, las piezas del dominó ya habían empezado a caer una tras otra.
La mañana acabó con un cambio de Gobierno encarrilado para la Región y el Ayuntamiento de Murcia, unas elecciones en la Comunidad de Madrid y la política nacional en ebullición. Reuniones de urgencia, telefonazos. Dos consejeros de Ciudadanos en Murcia hicieron las cajas por haber presentado una moción de censura y otros seis hicieron lo propio en Madrid por el miedo de Isabel Díaz Ayuso a que se les ocurría hacer algo parecido. En realidad, el efecto mariposa lo provocó el aleteo indignado de los naranjas en Murcia, no sesudas estrategias en despachos de Madrid. Pero una cosa llevó a la otra y todo vuelve a estar patas arriba.
Siempre que creemos que, ¡ahora sí!, estamos ante un respiro entre campañas electorales para que los partidos se dediquen a gobernar y hacer oposición, nos asalta la siguiente. Y así vivimos en una eterna cuenta atrás, en una batalla constante de eslóganes y relatos que desvían la atención de la gestión de los problemas cotidianos, materia a menudo tan poco electrizante. La gran revolución pendiente en España es la de la política que deje atrás al partidismo. Porque todo es política pero no todo debe ser partidista. ¡Tengan un poquito de pudor, que seguimos en plena pandemia!
1.- Se rompe antes la derecha que el Gobierno de Sánchez e Iglesias. El PSOE y Unidas Podemos ofrecen a diario motivos para que se hable de sus discrepancias, pero hasta ahora no han tenido excesivos problemas para sacar las grandes leyes adelante, desde el estado de alarma a los Presupuestos, algo que no pueden decir en Murcia y Madrid. En el Gobierno central no hay atisbo de ruptura, por más que corran ríos de tinta. La derecha no ha parado de meter el dedo en la llaga (hasta este mismo miércoles) y ha acabado desintegrándose ella solita. ¿Y por qué? Exclusivamente por el poder. Una dirigente de Ciudadanos (tercera fuerza) presidirá en lugar de uno del PP la Región de Murcia. Ayuso, que ya era presidenta, se ha lanzado a ampliar su resultado para consolidar su mando en plaza y evitar sobresaltos similares. Convoca las elecciones en plena pandemia que rechazó vivamente para Cataluña. “Si hubiera convocado yo unas elecciones, me llamarían insensata y peligrosa”, titulaba El Mundo una entrevista con ella… ¡el 7 de febrero! No hay más preguntas, señoría.
2.- Ayuso acaba su mutación en Trump y convoca un plebiscito sobre sí misma. Su declaración institucional (sin preguntas, no vaya a ser) es un delirio lleno de fake news. Veamos:
“Me he visto obligada [...] Si no tomo esta decisión, Ciudadanos y el PSOE hubieran presentado una moción de censura”. Falso. Los naranjas no querían romper la coalición de Gobierno en Madrid y su líder regional. Ignacio Aguado, siempre se ha puesto del lado de Ayuso amparándola ante crisis que sí hubieran merecido cambios profundos: ahí está el conocido como Protocolo de la Vergüenza, desvelado por infoLibre, que impidió la derivación a hospitales de mayores en plena pandemia (antes dimitió el consejero que lo denunció que el que lo impulsó), la inacción ante la subida de los contagios o los casos de corrupción en el PP. A la hora de la verdad, Aguado siempre ha apoyado a Ayuso. Así estaba este miércoles: desencajado.
“Madrid necesita un gobierno estable, ideas claras, soluciones ambiciosas, estabilidad y sentido de Estado”. Estabilidad. Dos veces en una frase. Genéricamente, la estabilidad suele convenir, pero es imposible que las elecciones la traigan. Pase lo que pase, el nuevo Gobierno regional no echará a andar como pronto hasta bien entrado el verano. En mayo de 2023 habrá otras elecciones autonómicas en Madrid (exigencias del estatuto autonómico), por lo que quien gobierne tendrá por delante un mandato de menos de dos años y quizás tan solo unos Presupuestos. Lo contrario a la estabilidad.
“No puedo permitir que Madrid pierda su libertad” y en la región se adoctrine, y se “imponga cómo pensar o cómo vivir” o se cierren restaurantes o hoteles por la pandemia. Ayuso sugiere que en otras partes de España reina una dictadura de izquierdas y antimadrileña. Dice a las claras que partidos que representan a los madrileños podrían instaurar en la región algo que no existe salvo en su cabeza. Para muestra un botón: comunidades del PP han sido tan o más duras con las restricciones que otras del PSOE o el Gobierno central. ¿Viven sin libertad los ciudadanos de Galicia, Andalucía o Castilla y León?
“Que ahora los madrileños sean los que elijan entre el socialismo o la libertad”, remató la presidenta. Además de un planteamiento disolvente en lo democrático (la democracia es respeto al diferente), sería grotesco si no fuese muy poco original. Es Donald Trump alertando contra el peligro de un comunista como Joe Biden (...), tan peligroso como Ángel Gabilondo o Margarita Robles, los dos nombres que suenan en el PSOE. "Quienes creen que los partidarios de Donald Trump entraron en el Capitolio para cargarse la democracia olvidan que ellos creían que la estaban defendiendo", recordaba hace unas semanas Javier Cercas en infoLibre. Espero que no sea premonitorio y no se siembren aquí dudas sobre el proceso electoral. Como Trump en las últimas elecciones en EEUU, sin duda Ayuso logrará más votos, aunque sólo sea por la deriva a la baja de Ciudadanos. Pero Trump acabó perdiendo, algo que podría ocurrir en Madrid si la izquierda se moviliza por el rechazo que le produce Ayuso. Los plebiscitos los carga el diablo.
3. Ayuso aspira a absorber ya a Cs y neutralizar el ascenso fulgurante de Vox.. Fragmentado en todas partes, el centroderecha puede tener en Madrid lo que Casado no logra en el conjunto de España. Ciudadanos tiene las de perder. Sería un milagro que se acercase siquiera a los 26 escaños que obtuvo en 2019, pisándole los talones a la propia Ayuso, que llegó a 30, siete menos que el PSOE. También es improbable que Vox saque un resultado acorde al sorpasso nacional que asoma en algunas encuestas aún no publicadas. Si en algún lugar operará el voto ‘útil’ al PP será en Madrid. Ayuso utiliza las expresiones de Vox, coquetea con los postulados de Vox y desconoce como Vox los límites en los métodos. Es su mejor candidata.
4. Una opa a Casado. El líder del PP está desnudo. Negoció hábilmente en 2019 y obtuvo mucho más poder autonómico y local del que sus malos resultados electorales podrían augurar. Supo pescar en río revuelto. Ahora ya sabe lo frágil que es esa España azul que promociona como una alternativa a la izquierda. El terremoto tiene réplicas en toda España. El primer golpe ha sido durísimo y en Murcia, la tierra de su ya cuestionado número dos, Teodoro García Egea, que no fue capaz de anticiparse a los problemas. “El problema de Casado es que no tiene equipo”, señalaba hace unos días un dirigente de un partido clave en la gobernabilidad de España en distintas etapas. El ruido de sables entre barones está asegurado.
Si Ayuso pierde, el PP pierde Madrid y Casado pierde. Si Ayuso mantiene la presidencia, Ayuso gana y Casado pierde. Porque el PP resultante sólo podrá pactar con Vox. El líder del PP tendrá que dar un nuevo bandazo para volver a enterrar la supuesta moderación que ensayó en la moción de censura de Abascal. Porque Ayuso se habrá catapultado como líder de facto del PP. Ella sola habrá hecho más que nadie por lo que Casado prometió en el congreso del partido de 2018: contribuir a reunificar el centroderecha bajo las siglas del PP. Casado haría bien en protegerse. La presidenta regional puede cortocircuitar el ascenso de Vox en las encuestas, pero el alivio será momentáneo. Al final, tanto una como otro pueden acabar devorándolo.
5. La soldado Robles, o cómo reeditar la operación Illaoperación Illa. Margarita Robles podría ser una buena cabeza de cartel. Ayuso podría tener en ella una dura competidora. No sólo por la apabullante comparación de trayectorias sino porque la derecha política y mediática ha hecho de ella un referente en plena pandemia: por su condición de ministra de Defensa, su atención a Madrid, sus desmarques frente a Unidas Podemos o su línea dura sobre Cataluña. La derecha encumbró a Robles para minar a Sánchez y ahora Sánchez podría devolvérsela para neutralizar la soflama “socialismo o libertad”. El miércoles fue un día de dudas. Formalmente, el PSOE se aferra a Gabilondo para una hipotética moción de censura. Pero el socialismo madrileño necesita un revulsivo y, por encima de todo, ganar y gobernar.
6. Para la izquierda, dividirse es perder. No hay que subestimar la capacidad de autodestrucción de la izquierda madrileña. O que algún partido (y el más débil parece Unidas Podemos) se quede fuera de la Asamblea como le ocurrió a Izquierda Unida en 2015, perdiendo sus 13 diputados al no llegar al 5% de los votos. Eso dio la victoria al PP de Cristina Cifuentes y Ciudadanos. Por un escaño. ¿Habrá algún tipo de alianza entre Unidas Podemos y Más Madrid? Muy improbable. ¿Y entre Más Madrid y el PSOE? Poco probable. Alguien debería pensar si puede hacer algo para reducir la fragmentación y hacer que cada voto cuente.
7. ¿Se acuerdan de la pandemia? ¿De cuándo no era momento de urnas sino de vacunas? Cuánto se teorizó para Cataluña, especialmente desde el PP. La democracia no puede suspenderse, ni en Cataluña ni en Madrid. Pero las elecciones del 14F fueron convocadas de forma automática y las del 4 de mayo (es martes, por cierto) son responsabilidad de Díaz Ayuso. Es ella quien decide apretar el botón y luego contar por qué. La pandemia siempre ha sido secundaria en su acción de gobierno, por más que se haya ocupado de ella. Seguramente el PP espera contar con el voto de hosteleros, del sector turístico, de los taxistas… pero, ¿a qué precio? Puede que en una mañana hayan pasado muchas cosas, pero en Madrid demasiado a menudo parece que todo cambia para que al final no cambie nada. El 4 de mayo, en función de lo que digan los tribunales, saldremos de dudas.