España dum dum

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No estamos en los Balcanes ni escribir de Cataluña es todavía la especialidad de un periodista dedicado a la información internacional, pero existen dos puntos en común con la antigua Yugoslavia: ser pesimista es la mejor manera de acertar y al frente de las naves tenemos a unos irresponsables. No hay tribus ni religiones ni etnias, pero cuando se decide construir la diferencia se puede fabricar hacia el pasado, crear un relato antiguo y mágico. Así lo hicieron los serbios con la batalla de Kosovo Polje contra el imperio turco. Tres cantos fúnebres por Kosovo se aproximan a la verdad histórica de aquella batalla. El texto es de Ismail Kadaré.

El escritor bosnio Velibor Colic asegura que cuando se mezclan política y sentimientos nada bueno puede salir, y recuerda cómo al referéndum de su país se le llamó “referéndum dum dum”, en referencia al sonido de las balas, de tan seguros que estaban de que aquel asunto iba a terminar mal. Acabó en una larga guerra, que se duplicó en Bosnia-Herzegovina y Kosovo.

Decir “eso no puede ocurrir en España y menos en estos tiempos”, no es una garantía. Solo es una estupidez. La ceguera es uno de los males crecientes de nuestra época, un buen momento para releer Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. La política del avestruz provocó la caída de Bizancio y abrió las puertas de la Segunda Guerra Mundial.

Todo es posible cuando se destapa la botella de la tribu y surge el odio, cuando se clasifican los ciudadanos en “buenos” y “malos”, en “patriotas” o “traidores”. Las palabras de la diputada de la CUP Mireia Boya, dedicada a los Comuns de Ada Colau, son terribles, recuerdan a la novela Una tumba para Boris Davidovich de Danilo Kis. La máquina de devorar acaba por devorar a sus creadores.

Pese a que Boya recibió criticas desde el independentismo, esa idea de las dos Cataluñas está en el ambiente. Es una de las bases de todo nacionalismo, la necesidad de crear enemigos. Es lo que hacen también Mariano Rajoy y Albert Rivera con los catalanes malos.

No pretendo copiar la estructura habitual de los artículos de Jesús Maraña, pero al menos esta vez me facilita mucho las cosas.

 

Ha sido desenterrar a Dalí y volverse todo surrealista.

— Dios (@diostuitero) 2 de octubre de 2017

  • Culpar solo al PP es injusto; están el Govern, el PSOE, la prensa más irresponsable, los oportunistas y los que hemos callado estos años.
  • El Govern se ha saltado su propia Constitución, que es el Estatut, y actúa solo para una parte de los catalanes, al parecer por debajo del 50%. Carece de apoyos internos suficientes y no tiene a ninguna potencia extranjera detrás. Es una estrategia suicida, irresponsable.
  • Un efecto colateral de esta agitación emocional es la reaparición de la extrema derecha. No había necesitado mostrarse en exceso porque el PP cubría sus expectativas con personajes como Jaime Mayor Oreja y Esperanza Aguirre, o el hombrecillo insufrible (Aznar). España no tiene partido de extrema derecha como Francia o Alemania, pero tampoco tiene un partido de derecha democrática moderada. Ciudadanos ha renunciado a ocupar ese espacio. No tenemos una Angela Merkel, nos tenemos que conformar con Cristina Cifuentes, la reina del selfie.
  • Resolver Cataluña sería resolver España. Carecemos de capacidad política para generar otro tipo de discurso. Si los partidos y los líderes no están a la altura, quizá sea la hora de otro gran movimiento popular en el resto de España que imponga el diálogo. Eso sería posible si existiera una sociedad civil. Tenemos la energía, solo nos falta la valentía.

 

No estamos en los Balcanes ni escribir de Cataluña es todavía la especialidad de un periodista dedicado a la información internacional, pero existen dos puntos en común con la antigua Yugoslavia: ser pesimista es la mejor manera de acertar y al frente de las naves tenemos a unos irresponsables. No hay tribus ni religiones ni etnias, pero cuando se decide construir la diferencia se puede fabricar hacia el pasado, crear un relato antiguo y mágico. Así lo hicieron los serbios con la batalla de Kosovo Polje contra el imperio turco. Tres cantos fúnebres por Kosovo se aproximan a la verdad histórica de aquella batalla. El texto es de Ismail Kadaré.

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