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El bombardeo de Gernika, hoy. Del discurso de Zelenski al 85 aniversario (2/5)

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Cuando servidor apareció por primera vez en el caso de la destrucción de Gernika la discusión en España estaba muy influida por tesis a veces grotescas, en particular de Ricardo de la Cierva, que ya venía enunciándolas con vueltas y más vueltas en los años anteriores a la búsqueda desesperada de que le dieran una cátedra de Historia. Así ocurrió y su Agregaduría en la Universidad de Alcalá de Henares se publicó en el BOE el 1º de abril de 1975. No fue una casualidad.

Mi primera intervención, según consta en mi currículum, que es del dominio público y está actualizado en la cabecera de mi blog (www.angelvinas.es), fue un artículo aparecido en Historia 16 en septiembre de 1976 dando cuenta de la aparición del libro de Southworth. Le siguió otro (Guernica, ¿el último fraude?, Historia 16, enero de 1977). Fue una crítica sin concesiones a un libro publicado por dos periodistas británicos, Gordon Thomas y Max Morgan-Witts: El día en que murió Guernica. No creo haberlos guardado (a no ser que estén en algún baúl en el desván). He acudido a Wikipedia en inglés y veo que el primero, primo de Dylan Thomas, era galés, que fue autor de la friolera de 54 libros al menos (no se cita el de Gernika), sobre —en general— temas de inteligencia. El segundo, me entero ahora, era productor de la BBC y escribió diez libros junto con su compañero. En su entrada de Wikipedia sí se menciona el de Gernika. Me molestó que se inventaran escenas para las cuales no daban la menor referencia. Ambos se sintieron ofendidos y, para mi pasmo, me informaron de que estaban estudiando la posibilidad de emprender acciones legales. No sé si era cierto o no. Jamás volví a oír de ellos.

Quiero con ello indicar que preparé concienzudamente mi intervención en la mesa de historiadores de abril de aquel año en Gernika. Participamos varios académicos (Manuel Tuñón de Lara, Fernando García de Cortázar), Joseba Elósegui (excapitán de gudaris, testigo presencial y que había publicado poco antes en España un libro de memorias —Quiero morir por algo— en el que relataba su intento de cometer un atentado contra Franco y que ya había aparecido en Francia en 1971), Luis Ruiz de Aguirre (que escribía con el seudónimo Sancho de Beurko y había participado también en la guerra en el frente de Euzkadi) y Karmelo Landa Mendibe (a la sazón profesor de ikastolas en Gernika). Se repitió al año siguiente, aunque creo recordar que en esta ocasión ya participó Southworth. No entro en otros detalles.

Lo que sí puedo decir es que continué trabajando en mi exposición oral y que en 1979 apareció en una versión más elaborada en un libro sobre la Historia de la guerra civil en Euskadi, tomo III, publicada por Luis Haranburu de San Sebastián y que también introduje en mi colección de ensayos Guerra, dinero, dictadura. Ayuda fascista y autarquía en la España de Franco (Crítica, Barcelona, 1984).

En 1977 ya había manejado algunos libros publicados por autores alemanes, de historia y de memorias (Hans-Henning Abendroth, Werner Beumelburg, Hellmuth G. Dahms, Hans-Christian Kirsch, Klaus A. Maier, Manfred Merkes), a veces conocidos —o que iban a conocerse en España— y otras no. Todavía conservo algunos. Varios ya los envié a la biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia de la UCM. El más importante, para el tema de Gernika, fue sin duda el de Maier, a la sazón un comandante o teniente coronel en el Servicio Histórico de las fuerzas aéreas alemanas. Apareció en 1975 y en castellano al año siguiente en la editorial Sedmay.

En todas aquellas ocasiones servidor argumentó que había existido una conexión estrecha entre los mandos nazi y franquista en tres planos (siguiendo la entonces doctrina alemana): el estratégico, el operativo y el táctico

En todas aquellas ocasiones servidor argumentó que había existido una conexión estrecha entre los mandos nazi y franquista en tres planos (siguiendo la entonces doctrina alemana): el estratégico, el operativo y el táctico. Se había organizado desde el comienzo de la ofensiva en el Norte el 31 de marzo y aplicado a rajatabla. ¿Por qué no el 26 de abril? Mi argumento descansaba en la combinación del primer estudio sobre la campaña del Norte hecho por los alemanes después de la guerra civil y en los informes de situación localizados en Friburgo.

La doctrina franquista no había permanecido incólume o invariable para entonces. Se habían hecho algunos lentos progresos a la hora de reconocer lo que ya era imposible negar y, en particular, la autoría de la Legión Cóndor. Sin embargo, esto se había desvirtuado.

En primer lugar, argumentando que los alemanes habían actuado sin conocimiento delMando nacional”, es decir —en último término— de Franco. En segundo lugar, que cuando estalló el escándalo universal los documentos exhibidos por Maier probaban que, ciertamente, había habido conexiones entre alemanes y “nacionales”, pero que no habían afectado de manera sustancial a las responsabilidades por la destrucción de Gernika, porque la villa foral era un objetivo militar propiamente dicho.

Todo ello revuelto en contorsiones más o menos alambicadas. Ni que decir tiene que servidor fue objeto de agrios ataques, en especial por el “gran especialista” en que se había autoconvertido el periodista y reportero de guerra Vicente Talón. Su libro Arde Guernica se publicó con gran éxito en 1970, es decir, unos años antes de que apareciera el de Southworth.

Según veo en Wikipedia, Talón sigue vivito y coleando e innecesario es decir que se lo deseo por muchísimos años más. No es historiador de profesión (Wikipedia afirma que tiene un doctorado en Historia por la Universidad San Pablo–CEU, pero esto no es suficiente, en mi modesta opinión, para convertirlo en tal). De todas maneras, como lo cortés no quita lo valiente, he buscado en la referencia que da Wikipedia y llegado a su blog (https://vicentetalon.blogspot.com/). Los amables lectores verán que en una entrada de 25 de abril de 2009 el simpático periodista arremete contra Southworth, quien por desgracia había fallecido diez años antes. En mi caso puedo decir que no me ocupé ni de De la Cierva, ni mucho menos de Talón, durante muchos años. Tampoco de Gernika.

En este período surgió un nuevo autor que se propuso poner al día y salvar lo esencial de las leyendas franquistas. Se trató de un historiador militar con quien ya había cruzado espadas tras la publicación de mi segundo libro, El oro español en la guerra civil. Después derivé hacia la política económica y comercial franquista, los pactos secretos con Estados Unidos y finalmente terminé en el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Comisión Europea hasta 2001.

No volví seriamente a los temas históricos serios sino poco después. Entonces me propuse encuadrar la operación del oro en el marco de la internacionalización de la guerra civil y la construcción de lo que denominé el escudo de la República. Publiqué varios libros en esta dirección. Volví a la UCM y regresé a la historia.

En 2012, uno de los jóvenes historiadores que ya iban surgiendo, Miguel Angel del Arco, director de la colección de Historia de la Editorial Comares, un sello reconocido en los medios universitarios, quiso editar algún clásico de la guerra civil y me preguntó si podía recomendarle uno.

Inmediatamente pensé en Southworth. Para entonces había leído tres versiones diferentes sobre la destrucción de Gernika debidas a la pluma del ya general de División en el Ejército del Aire Jesús Salas Larrazábal. La última, de 2012, acababa de recibirla. Era una crítica displicente, cuando no indecorosa (al menos así me pareció) a Southworth y no tuve la menor duda en recomendar una reedición, siempre y cuando me permitiera escribir un prólogo y una actualización.

Poner al día La destrucción de Guernica con un prólogo de diez páginas y un anexo de cien fue una de las tareas que mayor placer me ha proporcionado en mi actividad como historiador. Empecé por los principios: el archivo histórico del Ejército del Aire, un supuesto feudo de Salas Larrazábal. Tengo por un punto de honor consignar dos cosas: legó a dicho archivo toda su documentación a su fallecimiento y —no en segundo término— deseo que el Señor lo tenga en su gloria.

A su vez he de destacar que todos los papeles de Southworth, y una pequeña parte de su biblioteca, fueron a parar al Centro Documental sobre el Bombardeo de Gernika que cuidan con ejemplar atención Iratxe Momoitio y Ana Teresa Núñez.

Aprovecho para informar a los amables lectores que quieran conocer algo de primera mano sobre la destrucción de Gernika que ya no tienen que viajar a archivos lejanos. El museo sobre el bombardeo que alberga dicho Centro ha llevado a cabo en los últimos años, con la colaboración del profesor Xabier Irujo, una inmensa tarea de recopilación de toda la documentación primaria relacionada con la destrucción, sus antecedentes y sus consecuencias. Proviene de los archivos de todos los países involucrados. El panorama de fuentes ha cambiado radicalmente.

(Continuará)

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Esta miniserie está dedicada a los políticos, periodistas y escribidores que se han pronunciado contra el discurso del presidente Zelenski y en aplicación del principio evangélico de enseñar al que no sabe. Aquí se puede leer el primer artículo de la serie.

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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.

Cuando servidor apareció por primera vez en el caso de la destrucción de Gernika la discusión en España estaba muy influida por tesis a veces grotescas, en particular de Ricardo de la Cierva, que ya venía enunciándolas con vueltas y más vueltas en los años anteriores a la búsqueda desesperada de que le dieran una cátedra de Historia. Así ocurrió y su Agregaduría en la Universidad de Alcalá de Henares se publicó en el BOE el 1º de abril de 1975. No fue una casualidad.

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