El Historiador Plutarco (que tuvo tiempo para ejercer de magistrado) cuenta que Julio Cesar había sido advertido por un vidente de los peligros que le acechaban en los idus de marzo (¡Cuídate de los idus de marzo!) que coincidían con el día 15. En realidad, según la tradición romana, los idus eran días de buenos augurios. Nos narra que ese día, cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y sonriendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó «Sí, pero aún no han acabado».
Nunca he entendido por qué la presidenta del Congreso de los Diputados, después de recibir la preceptiva decisión del Rey respecto de la persona que debía intentar la investidura, le concediese un plazo tan dilatado para intentarlo. Como era de esperar, el Partido Popular y el candidato comenzaron a maniobrar para conseguir los cuatro votos que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta que exige el texto constitucional en una primera votación. Las artimañas dilatorias comenzaron alegando que no podía empezar los contactos hasta que se constituyesen los grupos parlamentarios, cuando el texto constitucional dice literalmente que las entrevistas se hacen con los partidos políticos con representación parlamentaria.
Según se van acercando los días hasta la fecha del 26, los ataques por tierra, mar y aire y –nunca mejor dicho– ante la estupefacción que provocan los mensajes belicistas de Aznar y Díaz Ayuso, no han hecho más que empezar. Me imagino que cualquier potencial visitante extranjero que lea o escuche los apocalípticos discursos de Aznar, Feijóo y sus conmilitones pensará seriamente en demorar el viaje. El sonido de las trompetas que manejan esos dirigentes están llamando a la batalla final y a la convocatoria de un juicio universal (el Apocalipsis según San Juan, Capítulo 20). Les brindo un pasaje para añadir a sus soflamas: ”los cobardes, los infieles, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre”.
Lo que nos espera no ofrece buenos augurios. Se ha convocado para este domingo, día 24, una manifestación-concentración-mitin en la madrileña Plaza de Felipe II, que es fácil de llenar
Aznar, en uno de sus últimos sermones, nos alerta: "El peligro no viene de fuera. Está inducido por una fuerza política, que es el PSOE”. “Estamos ante la destrucción programada de la nación”. Llamó a una movilización “nacional". Mientras no se trate de un alzamiento o de una rebelión, puede movilizar todo lo que estime necesario. Una última perla: "La involución, el terrorismo y la sedición han querido frustrar nuestra voluntad de convivencia".
Como niño y adolescente educado bajo el nacional catolicismo, estos sermones me recuerdan a los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola a los que nos llevaban nuestros sabios profesores, religiosos por supuesto. El diseño estaba perfectamente calculado. Una de las jornadas se dedicaba a la descripción aterradora de los males del infierno. Recuerdo que algún exacerbado orador sagrado se regodeaba describiendo los sufrimientos de las personas sumergidas en aceite rugiente.
Pero volvamos a la cruda realidad en la que se están produciendo acontecimientos que me parecen preocupantes. Estimo que son un anticipo de lo que queda por venir hasta la fecha de la investidura. Para empezar, la CEOE, por boca de su Presidente, ha manifestado que la organización se opone a la amnistía, eligiendo para pronunciarse una entrevista con el candidato a la investidura. A título personal puede opinar lo que le parezca, pero no puede involucrar a todas las empresas afiliadas sin una votación previa.
Pero lo que nos espera no ofrece buenos augurios. Se ha convocado para este domingo, día 24, una manifestación-concentración-mitin en la madrileña Plaza de Felipe II, que es fácil de llenar. Los replicantes mediáticos de la derecha nos dirán que la asistencia rozó el millón de personas, cifra mítica que Franco decía que se concentraban en la Plaza de Oriente. Esa ingente multitud no tiene cabida ni poniéndose unos encima de otros como si se tratase –y nunca mejor dicho– de castellers. No creo que los oradores digan nada nuevo, aunque se pueden incrementar los decibelios y repetir las letanías que estamos escuchando estos días.
El día 26, el candidato señor Feijóo se presentará a la investidura y supongo que antes de subirse a la tribuna de oradores habrá leído la Constitución y el Reglamento del Congreso de los Diputados. Ajustándose a su texto, expondrá sin limitación de tiempo el programa político del Gobierno que pretende formar para solicitar la confianza de la Cámara. En estos momentos confieso que desconozco cuál es el programa político del Partido Popular y si lo va a desarrollar con la participación de VOX. Espero que se pronuncie sobre todas las cuestiones que afectan a los derechos constitucionales y libertades de los españoles y cuáles van a ser las medidas para incrementar su bienestar económico y social. Me lo imagino: recortes en los ingresos públicos, privatizaciones y, salvo que se cumpla el pasaje evangélico de los panes y los peces, una progresiva degradación de la sanidad y de la enseñanza pública.
Comprobado el fracaso de su investidura, salvo peligrosos y temerarios transfuguismos que supondrían una degradación moral y democrática, se seguirán las siguientes previsiones que se contemplan en la Constitución. Su texto impone la tramitación de sucesivas propuestas por el Rey previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria. Como viene siendo habitual, es previsible que los partidos independentistas catalanes no asistan a la entrevista. Esperemos que los aurúspices palaciegos (externos e internos) no le hagan caer en la tentación, no habiendo escuchado directamente la posición de estos partidos, de decidir que no existe ningún candidato con posibilidades de obtener la confianza del Congreso, lo que nos llevaría a nuevas elecciones.
Es previsible que estos malos augurios no se concreten en decisiones indeseables para la democracia. Según establece nuestra Constitución, se abre una nueva ronda de consultas que necesariamente desembocan en la propuesta como candidato al líder del PSOE. Todas las previsiones apuntan a que está en condiciones de reunir, con una cierta holgura, los 176 votos que exige la Constitución. Si esto se produce se habrán disipado los malos augurios, producto seguramente de mi mente retorcida, que me he permitido exponer en este artículo, sometiéndolo a la consideración de los amables lectores.
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José Antonio Martín Pallin. Abogado. Comisionado de la Comisión Internacional de Juristas (Ginebra). Ha sido Fiscal y Magistrado del Tribunal Supremo.
El Historiador Plutarco (que tuvo tiempo para ejercer de magistrado) cuenta que Julio Cesar había sido advertido por un vidente de los peligros que le acechaban en los idus de marzo (¡Cuídate de los idus de marzo!) que coincidían con el día 15. En realidad, según la tradición romana, los idus eran días de buenos augurios. Nos narra que ese día, cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y sonriendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó «Sí, pero aún no han acabado».