Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Illa a Aragonès: "O yo o el abismo"
Hace algunas horas hemos tenido conocimiento de las últimas encuestas previas a la celebración de las elecciones catalanas, que muy lejos de ofrecer sorpresas confirman las tendencias marcadas durante las últimas semanas: o gobierna el PSC de Salvador Illa en virtud de los acuerdos pertinentes, o habrá repetición electoral.
El primer secretario de los socialistas catalanes ya ha anunciado su disposición a pactar con la práctica totalidad del resto de formaciones políticas, a derechas o izquierdas, con la única excepción de las extremas derechas que allí se presentan en forma de Vox y de la muy peculiar Aliança Catalana (derechista y soberanista). Esta forma de aparente generosidad trae causa de la certeza que le apuntan las encuestas de que no cabe fórmula alguna que le permita alcanzar mayorías suficientes para gobernar en solitario, por lo que va a precisar de apoyo externo sin aparentemente ninguna duda.
Siguiendo el manual más clásico del bipartidismo, Illa convoca al voto útil de toda la izquierda en torno a su candidatura ante el previsible descalabro de la CUP y la inestable posición de los Comunes. Incluso, aspira a arañar votos de Esquerra, que hace equilibrios entre el desgaste de su gestión en el Govern, el independentismo donde se ve superado por Puigdemont, y la izquierda que no se reconoce especialmente con las políticas descritas, o está harta de tanta hiperventilación. A tal fin aglutinador, Illa ha marcado un perfil de gestión bastante neutro. Le avala su etapa de ministro en lo peor de la crisis de la pandemia y su capacidad de tender puentes, aunque no se sepa con claridad qué dirección llevan.
Río revuelto, sí, revuelto por el amago de dimisión del presidente del Gobierno, que ha sacado a relucir el fango que ya muchos sufríamos –y sufrimos–, pero revuelto también por el acuerdo en el Estado con respecto a la ley de amnistía y, por tanto, la rehabilitación de Puigdemont para la vida pública, lo que paradójicamente pone en jaque el gobierno de los socialistas en Cataluña. Quien pensó que se trataba de cambio de cromos parece que volvió a equivocarse, o al menos las cartas que reparten las encuestas no lo hacen posible. En cualquier caso, los vasos comunicantes entre la conformación del Gobierno del Estado y el de Cataluña son más que evidentes en una suerte de “ni contigo ni sin ti” que deberán dilucidar.
Río revuelto por el amago de dimisión del presidente del Gobierno, por el acuerdo en el Estado con respecto a la ley de amnistía y la rehabilitación de Puigdemont para la vida pública. Aun así, quien pensó que se trataba de cambio de cromos parece que volvió a equivocarse
Si tomamos perspectiva y miramos más a allá de los partidos concretos, es cierto que sigue habiendo dos grandes bloques bastante próximos en apoyo ciudadano que se prevé en las urnas: el independentista y no independentista, y toca ver si los pactos pueden hacer posible que la posición ideológica más allá de este factor se concrete en otros pactos viables y también ajenos al afán soberanista, esto es, que sitúen el eje central de la acción política del Gobierno en políticas sociales y de izquierda en lugar de en la bandera, sea ésta la estelada o la rojigualda. Es relevante despejar si la CUP puede apoyar a Puigdemont (no olvidemos que para los votantes de esta formación el líder más valorado es precisamente él), o si Esquerra pactaría con Illa para formar un gobierno de centro izquierda como el que propone. Los debates a los que hemos asistido hasta ahora no aclaran la respuesta, quizás porque los y las candidatas alberguen la esperanza de una mejora de las previsiones, o lo más probable, que intenten esconder unas intenciones más que resueltas a estas alturas.
Lo cierto es que, salvo sorpresa en las urnas, no descartable, pero tampoco probable, Illa va a recoger una muy buena parte del voto de la izquierda, es su referente claro, y va a concitar el apoyo de la izquierda a su izquierda, es el caladero del centro donde recaló Ciudadanos y del que hay espacio de mejora, también del nacionalismo desencantado con tanto vaivén y tanta fuga, y tanto ir y venir del dogmatismo al pacto. Por su parte, Puigdemont cuenta con un híperliderazgo cuya alargada sombra se extiende sobre todo el independentismo confirmándose como la alternativa viable para este bloque, por tanto, es probable que sea ERC quien tenga que desequilibrar una balanza: a un lado un gobierno de Illa y al otro una posible repetición electoral que no solamente aumentará una abstención que ya se prevé elevada sino que, si se cumplen las leyes básicas de la teoría política, se fortalecerán los dos grandes partidos en liza y por tanto perderá peso electoral ERC. Esto es básicamente lo que Illa le repite a Aragonès: o yo, o el abismo.
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María José Landaburu Carracedo es Doctora en Derecho, experta en derecho laboral y autora del ensayo 'Derechos fundamentales, Estado social y trabajo autónomo'.
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