Lo nuestro es Europa Jesús Maraña

En un texto reciente, Žižek ha definido a Trump y sus equivalentes europeos como “defensores del sentido común que niegan que estamos en mitad de lo que puede denominarse la ruptura más radical en la historia humana”. A ojos del filósofo, la victoria de Trump y el auge de los nuevos reaccionarios en general envuelve esta doble dimensión.
Por un lado, las nuevas derechas defienden valores que pretenden ser “de sentido común”, “lo de siempre” frente a las extravagancias posmodernas, woke y progresistas: dos sexos naturales, familia tradicional, industria (“drill, baby, drill”), comunidad nacional. En consecuencia, Trump abandona el Acuerdo de París (contra la supuesta locura ecologista), la OMS (contra la supuesta locura progresista) y anuncia el fin de medidas de integración e igualdad en las agencias federales y el estado de emergencia por la inmigración ilegal (contra la supuesta locura woke). Estas medidas, se dice, pretenden ser una “restauración de la cordura”. Sin embargo, al mismo tiempo, invierte 500 millones en infraestructura de IA junto con los gigantes tecnológicos y contribuye activamente a acelerar una crisis ecológica que puede amenazar nuestra existencia en el planeta.
¿Qué sentido tiene hablar de supuestos valores de sentido común cuando nuestra realidad cotidiana está cada vez más definida por señores tecno-feudales que van a revolucionar lo que hemos considerado hasta ahora las definiciones de humanidad, pensamiento, conciencia, lenguaje y pensamiento? ¿No quedarán igualmente trastocadas nuestras nociones de libertad, justicia, acción, ética o decisión? ¿No deberemos redefinir, en suma, lo que significa la propia realidad, la propia humanidad? Musk quiere conectar nuestro cerebro a un ordenador; Zuckerberg sigue desarrollando un Metaverso que va a sustituir a la realidad física y espacial: es “la realización de la metafísica”, observa Žižek. Por no hablar de una crisis climática que puede hacer simplemente imposible la vida humana sobre el planeta.
En otras palabras, los nuevos reaccionarios están llevando a cabo, bajo la cobertura de un discurso de vuelta a valores “de sentido común”; la mayor revolución antropológica y ontológica de la historia de la humanidad. Mientras tanto, la izquierda sigue en un tímido lenguaje de actualización de derechos sociales, políticas públicas de mejoras de acceso a sanidad, vivienda o salarios o, a lo sumo, denuncia de los “oligarcas”. Nada de eso puede siquiera acercarse al nivel de revolución de nuestras condiciones de vida que está ya realizando el neoliberalismo reaccionario. Crisis de la democracia, por supuesto: pero crisis de la propia noción de realidad. Crisis del Estado, por supuesto: pero crisis de la propia existencia del planeta. En las condiciones actuales, la democracia, los derechos y el Estado van a ser víctimas de una revolución que va a acabar con nuestro mismo concepto de lo real.
Musk quiere conectar nuestro cerebro a un ordenador; Zuckerberg sigue desarrollando un Metaverso que va a sustituir a la realidad física y espacial. Por no hablar de una crisis climática que puede hacer simplemente imposible la vida humana sobre el planeta
Los reaccionarios aceleran el capitalismo. ¿Y nosotros? ¿Para cuándo la crisis del capitalismo? Me temo que un lenguaje de bienestar socialdemócrata ampliado no es suficiente para generar lo único que debemos trabajar por generar: una crisis definitiva del capitalismo. Hace unos días se hizo “viral” en el ámbito de debate político en X (si acaso queda tal cosa) un post que afirmaba que, contra la moda de Mark Fisher y compañía, el problema no era que en el capitalismo no podamos imaginar un futuro alternativo, sino que no podemos producirlo. El problema no sería de imaginación, sino de producción. Además de que la distinción es completamente abstracta (¿¿“mente” y “materia”??) y de que, como le señalaron, la imaginación es la facultad productiva por excelencia, todo eso son cuestiones supeditadas, porque el asunto es que la nueva reacción está ya produciendo un mundo que ni siquiera podemos imaginar. La disyuntiva por tanto no tiene sentido. Musk, Trump y Zuckerberg están ya imaginando y produciendo un mundo nuevo. Nuevo, al menos, en el sentido de acelerar y realizar el potencial destructor y devastador del capitalismo. Nadie va a solucionar esto con una columna de opinión (sería ridículo), pero ojalá entre todos generemos una conversación seria sobre esta coyuntura. Porque si la izquierda no encuentra nuevas posiciones y nuevas palabras, vamos a seguir perdiendo.
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Clara Ramas San Miguel es filósofa, política y profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Su último ensayo publicado es 'El tiempo perdido. Contra la Edad Dorada. Una crítica del fantasma de la melancolía en política y filosofía', editado por Arpa.
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