'La sustancia' y nosotras

La mayoría de las recepciones de La sustancia subrayan el mensaje más evidente de la película: la crítica a una sociedad obsesionada con la belleza, la juventud y la deseabilidad que impone exigencias crueles e imposibles a las mujeres y desprecia los cuerpos no normativos, no jóvenes o ya no bellos. En ese sentido, la película puede ser “edificante”, pero a mi juicio no es el más interesante. Otras reflexiones meditan sobre hasta qué punto el lenguaje visual excesivo y paródico de la cinta sirve mejor o peor para canalizar “el mensaje”: la cosificación deliberada del cuerpo de Sue en la propia película, ¿es una crítica o una repetición de lo que se intentaba criticar en primer lugar? ¿Es su troceamiento y primeros planos de partes erotizables más o menos cruel que la transformación en un monstruo? Es otro debate posible, pero no el que me gustaría subrayar.

Creo que hay un punto en el que la película insiste y que la hace interesante. El punto de partida es que el personaje de Demi Moore, atravesado por los crueles criterios edadistas y misóginos de nuestra sociedad, solo puede desear una versión más joven, más bello, más perfecta de sí misma. Del mismo modo, el personaje de Margaret Qualley, una joven bella y triunfadora, en ese entorno social, solo podría despreciar y odiar la versión mayor de ella misma, ya no triunfadora ni socialmente deseable. Si se enfoca así, en ambos casos se está pensando en cómo cada yo vería a la otra versión. 

La joven es ella misma un monstruo también en la medida en que no puede abrazar lo que algún día será

Pero la película, mediante la voz demiúrgica de la misteriosa corporación que produce “la sustancia”, no cesa de repetir un mantra: “las dos sois una”. No es solo que “la otra” sea algo ajeno que deseamos o no para nosotras mismas. Se trata de entender qué significa ese otro yo para cada una. Qué significa la joven para la mayor es obvio: querría ser solo ella. ¿Pero y el lado contrario? ¿Podemos decir simplemente que la joven no quiere ser la mayor? La mayor no es solo el monstruo porque la sociedad vea como un monstruo a las mujeres mayores. La mayor se vuelve un monstruo porque ella se odia a sí misma como mujer mayor. Ha interiorizado la mirada de odio y la ha vuelto hacia sí misma. Los perdedores interiorizan como auto-odio el desprecio hacia ellos socialmente vigente –ello explica el aumento de voto migrante a Trump: no quieren ser lo que el sistema les ha dicho que son–. Del mismo modo, la joven no solo odia a su versión mayor y la ve como monstruosa: en realidad se odia a sí misma. La joven es ella misma un monstruo también en la medida en que no puede abrazar lo que algún día será. En suma: lo monstruoso ha penetrado en las dos. No hay belleza posible para ninguna de las dos. Esa es la consecuencia demoledora. 

Es decir, el monstruo no es solo la mujer mayor vista con los ojos de la sociedad: el monstruo son las dos mujeres. La joven bella es el monstruo. No es belleza versus monstruosidad: solo hay monstruosidad. El monstruo, en realidad, es ser cualquier mujer. La monstruosidad es algo que cualquier mujer puede ver en sí misma, seamos mayores, jóvenes, feas, guapas, exitosas o invisible. La película no es solo una crítica al desprecio edadista y misógino de las mujeres mayores; es una reflexión sobre cómo se cruzan feminidad, horror y cuerpo. 

Hace ya un par de años, Luna Miguel vaticinó el fin del estilo de la auto-ficción intimista que había sido el sello de la literatura millenial. Venía el tiempo del terror gótico y el renacer de la ciencia ficción para la literatura escrita por mujeres. Tenía razón: mujeres, monstruos y cyborgs. Las mujeres están ya hace un tiempo pensando qué hacer con la identidad como otredad. ¿Puede o no leerse La sustancia -sobre todo su final- en clave humanista-lynchiana? Puede ser. En todo caso, el diálogo y las preguntas que plantean las mujeres están cambiando.

_____________________

Clara Ramas San Miguel es filósofa, política y profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Su último ensayo publicado es 'El tiempo perdido. Contra la Edad Dorada. Una crítica del fantasma de la melancolía en política y filosofía', editado por Arpa.

Más sobre este tema
stats