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Se le acabó la fiesta

Ironías de la vida. A quien realmente se le iba a acabar la fiesta era al mismísimo Alvise Pérez. Y casi antes de haberla empezado. El eurodiputado que prometía barrer la corrupción y devolver la decadencia se encuentra ahora en el centro de un escándalo que haría sonrojar hasta al más cínico de los políticos tradicionales. La meteórica carrera de este autoproclamado outsider parece haber chocado contra el muro de la realidad, dejando tras de sí un reguero de promesas incumplidas en apenas cuatro meses y de preguntas incómodas que por el momento evita responder.

Según las últimas informaciones publicadas por eldiario.esAlvise habría recibido 100.000 euros en metálico del Madeira Invest Club (MIC), un chiringuito financiero que prometía rentabilidades estratosféricas y que ha acabado cerrando sus puertas dejando a cientos de inversores con un palmo de narices. Pero lo verdaderamente escandaloso no es solo el origen del dinero, sino cómo se gestionó en la oscuridad mientras Alvise hacía una campaña hablando de transparencia y lucha contra la corrupción.

"Todo ok! 100.000 gracias, Luis", escribió Alvise a su benefactor tras recibir el efectivo, según los mensajes filtrados a la Fiscalía. Este agradecimiento no era por una simple donación, sino por cumplir con una petición específica del propio Alvise: dinero en metálico para esquivar el control del Tribunal de Cuentas. La lucha contra la corrupción, al parecer, tiene sus límites cuando se trata del propio bolsillo.

Pero aquí es donde la historia da un giro digno de las mejores novelas. Porque toda esta información audios, capturas de pantalla, fotos ha sido filtrada por el mismo "amigo" que le había entregado esos 100.000 euros. Al parecer, cuando vio que el chiringuito se le venía abajo, decidió cantar la traviata antes de que le cayera el marrón encima. Un clásico de libro: cuando las cosas se ponen feas, sálvese quien pueda.

Quizás sea momento de que ciertos líderes de la derecha española se replanteen sus alianzas

Pero la guinda del pastel, lo que eleva este escándalo de lo meramente vergonzoso a lo potencialmente catastrófico, es la conversación filtrada en la que Alvise promete legislar a favor de los intereses financieros de su benefactor si llegaba al poder. Pero no hablamos de un poder hipotético: Alvise se jactaba de que las encuestas le situaban "cada vez más cerca de ser llave de Gobierno con Feijóo y con Abascal". Es decir, no solo estamos ante un caso de "dinero por favores" en su expresión más cruda, sino ante la posibilidad real de que estas prácticas corruptas pudieran influir en la formación del próximo gobierno. Recordemos que Feijóo no gobierna hoy porque solo contó con el apoyo de Vox. Si a esa suma le añadiésemos los potenciales escaños de SALF en unas futuras elecciones generales, el panorama se vuelve verdaderamente alarmante.

Imaginen por un momento un gobierno en el que las leyes se aprueben al dictado de especuladores y chiringuitos financieros. Un escenario en el que la política económica de España se decida no en función del interés general, sino de los caprichos de quienes hayan "invertido" en la campaña correcta. No es ciencia ficción: es el futuro que Alvise Pérez estaba planeando para todos nosotros.

Esta historia debería servir como una llamada de atención para todos aquellos que se dejaron seducir por los cantos de sirena de SALF. Detrás de la retórica populista y los eslóganes pegadizos, lo que encontramos es el más rancio oportunismo político. Un tipo dispuesto a vender los intereses de los ciudadanos al mejor postor, antes incluso de poner un pie en el hemiciclo.

A Alvise Pérez se le ha acabado la fiesta, y de qué manera. Ahora le toca enfrentarse a la justicia y explicar de dónde salió ese dinero y cómo pensaba usarlo. Mientras tanto, quizás sea momento de que ciertos líderes de la derecha española se replanteen sus alianzas. Porque si para llegar al poder están dispuestos a pactar con quienes prometen corrupción a sus financiadores, tal vez el problema no sea solo Alvise Pérez. Tal vez el problema sea mucho, mucho más profundo.

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