El retroceso del revólver contra el feminismo Cristina Monge
Es el machismo, amigo
No sé si me preocupa más el vídeo de los estudiantes del colegio mayor Elías Ahuja mostrando un ejemplo más del machismo exhibicionista que inauguró Donald Trump, o la sorpresa mostrada ante el mismo por una gran parte de la sociedad.
Porque es la sorpresa de quienes piensan que el machismo son determinadas conductas que practican algunos hombres sobre ciertas mujeres, y que sólo responden ante los hechos cuando alcanzan una determinada intensidad, como lo hacen ahora con el vídeo del colegio mayor Elías Ahuja.
Y me preocupa porque la reacción que vemos en la sociedad significa que esta vive ajena al machismo de cada día y su normalidad. Lo vuelvo a repetir, “el machismo es cultura, no conducta”, por lo tanto, el machismo es el responsable de crear las circunstancias para que ocurran los hechos que se cuestionan, y para que una vez que han sucedido sean integrados bajo justificaciones con relación a lo ocurrido (es la tradición, la costumbre, una broma…) sin que se cuestione el modelo ni el significado de los acontecimientos. Como mucho se cuestiona el grado o la intensidad con la que se presenta, como ahora ha ocurrido con el vídeo, pero si nos detenemos un poco, la situación no es muy diferente a lo que sucede cuando una mujer maltratada que denuncia dice “mi marido me pega lo normal… pero hoy se ha pasado”. La cultura hace que no se cuestionen los hechos, sino la intensidad en su expresión.
Porque esos mismos comentarios lanzados desde las ventanas son los que repiten los chicos cuando van de fiesta y ven a un grupo de chicas en un bar o en la discoteca y se dicen, “mira las muy putas cómo van buscando rollo. Vamos a follárnoslas”, justo lo que dijeron los miembros de “la manada” en sus redes antes de llegar a Pamplona, al hablar de su preferencia por “follarse a una buena gorda”. Y también es parecido a lo que algunos hombres comentan en el trabajo sobre alguna compañera o subordinada, especialmente si es simpática y cercana, a la que llaman “calienta pollas” para justificar una agresión sexual que luego es negada por las propias compañeras de la víctima por considerarla “muy ligera o provocadora”. Y similar a lo que se escucha en la universidad cuando algún profesor dice de una alumna “a esa le hacía yo un examen oral”, entre las risas del resto de profesores. Y todo eso pasa porque el machismo es cultura, y la cultura define la masculinidad con la que los hombres se sienten más hombres a través de esos comportamientos, y las mujeres los ven más viriles y graciosos en ellos.
El peso de la normalidad es tan grande que cambia el significado de la realidad. Los trabajos de Sarah R. Edwards, de la Universidad de Dakota del Norte, muestran la diferente percepción y actitud ante unos determinados hechos dependiendo del significado otorgado. En los estudios realizados se le pregunta a estudiantes universitarios si estarían dispuestos a mantener una relación sexual con la mujer de la universidad que ellos quisieran “en contra de su voluntad”, garantizándoles que no iban a ser descubiertos, y el 31,7% afirma que sí la mantendrían. Si la pregunta se formula diciendo si estarían dispuestos a “violar” a la mujer de la universidad que decidieran bajo las mismas circunstancias de no ser descubiertos, el porcentaje baja al 13,6%. (Gender and Violence, 2014).
Los hechos son los mismos, porque mantener una relación sexual con una mujer en contra de su voluntad es una violación, pero a la sociedad que normaliza esta violencia bajo determinadas justificaciones, mitos y estereotipos no le gusta verse reflejada tal y como es en verdad. Por eso muchos de los que han respondido de manera crítica ante el vídeo, luego callan ante la misma sociedad en la que el grupo de edad en el que más aumenta la violencia en la pareja es el de menores de 18 años, con un 73% más de agresores de esas edades (INE, 2022). La misma sociedad en la que la violencia sexual también aumenta con agresores jóvenes como protagonistas, con un incremento del 58% en las agresiones sexuales cometidas por menores de 18 años (FGE, 2022), que, además, se organizan en grupo, como se organizaron en el colegio mayor Elías Ahuja, y comparten las agresiones en vídeo. Y la misma sociedad en la que hay un 40% más de chicos jóvenes que piensan que la violencia de género “no existe y que es un invento ideológico” (FAD, 2021), reproduciendo el mensaje de quienes desde la política lideran las posiciones más conservadoras.
Como vemos, no es casualidad que desde las posiciones conservadoras y su negacionismo quieran llamar a la violencia de género violencia doméstica, porque es la forma de quitarle todo su significado y de esconder la responsabilidad social bajo la normalidad androcéntrica.
Desde las posiciones conservadoras y su negacionismo quieren llamar a la violencia de género violencia doméstica, porque es la forma de quitarle todo su significado y de esconder la responsabilidad social bajo la normalidad androcéntrica
Porque el machismo existe con todas sus justificaciones para que cuando pase el problema la sociedad lo vea como algo excepcional por anormal, o como algo normal por tradición o por ser una broma, justo el mismo argumento que utilizó el entrenador del Rayo Vallecano femenino cuando fue descubierto tras proponer a su equipo técnico agredir sexualmente a una jugadora lo mismo que hicieron los de la Arandina, “era una broma”.
Por eso juega con los estereotipos, para decir que los chicos de bien de ese colegio no son machistas ni dicen nada malo, igual que las chicas de bien del colegio Santa Mónica no tienen nada que temer. Si un grupo de inmigrantes se hubiera plantado ante el mismo colegio Santa Mónica y hubiera dicho algo parecido a lo que dijeron los alumnos del Elías Ahuja, ya estarían detenidos.
Nada debe sorprender cuando se trata del machismo, porque es la normalidad la que actúa con diferentes grados de intensidad en su expresión, pero siempre manteniendo las referencias androcéntricas y los mensajes que cosifican a las mujeres para que no sean reconocidas por sí mismas, sino por el interés que despiertan en los hombres.
A quienes se sorprenden de las consecuencias del machismo habría que decirles lo de “es el machismo, amigo”, como dijo el que justificó con “el mercado” las consecuencias de una crisis económica propiciada por el propio sistema. Quizás así tomen conciencia de que lo que hay que hacer es erradicar el machismo, no sólo gestionar algunas de sus consecuencias.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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