Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír)

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46 mujeres han sido asesinadas este año a manos de sus parejas o exparejas. Son 1291 víctimas desde 2003. Eso, sin tener en cuenta los feminicidios que se dan en otros ámbitos (pueden ver un análisis de las estadísticas aquí). Además, en España se denuncian 14 violaciones al día, lo que supone una cada hora y cuarenta minutos. Diariamente también se denuncian otras 44 agresiones sexuales sin penetración. Es decir, dos cada hora.

A pesar de que es una cuestión urgente de Estado, la violencia machista no mereció ni una sola línea en el discurso que el rey pronunció el pasado martes por la noche ante España. Una oportunidad perdida para hacer un análisis crítico de la actualidad y para trasladar un mensaje de unidad con el que rebatir a los negacionistas o a los que consideran que la violencia de género es algo inevitable. Ese negacionismo, el que rechaza que hay hombres que asesinan a mujeres sólo por el mero hecho de serlo, es una anomalía democrática que debería combatirse desde cada rincón de la sociedad y cómo no, desde cada institución. 

Ni un solo segundo dedicó el rey a esto. Más que decepcionante, es grave porque ignorando la violencia machista se lanza la idea, una vez más, de que es algo que pertenece a la intimidad, a la esfera privada. Otra ocasión perdida de politizar un problema estructural en el que no caben las medias tintas. ¿Cómo considerar el del rey un discurso para todo el pueblo si se olvida de un problema que sufre la mitad de la población, pero que afecta a toda la ciudadanía? No hace falta ser monárquica para exigir que la jefatura de Estado esté a la altura de la situación. 

Tampoco habló, como tal, de la emergencia climática. Y resulta curioso porque comenzó su discurso solidarizándose con los vecinos afectados por la dana —con una imagen de fondo de la localidad de Paiporta completamente embarrada días después de la tragedia— y criticando la falta de coordinación, pero sin mencionar la importancia de la prevención ni de la gestión en las horas clave. No quiso, por tanto, señalar a los responsables políticos, pero tampoco quiso poner el foco en la raíz del problema. ¿Cómo no destacar que detrás del fenómeno meteorológico más extremo que España ha vivido en este siglo está, como ya señalan estudios, la crisis climática? Fenómenos que no son nuevos, pero que se repetirán con mayor frecuencia y de manera más pronunciada en España, un país que, por su situación geográfica, será uno de los más castigados por el calentamiento global. Restarle importancia a esto fomenta esas políticas negacionistas que amplifican las consecuencias de catástrofes como la de Valencia.

Fue precisamente en Paiporta donde Felipe VI sí se mojó y le pidió a los vecinos que no hicieran caso de la desinformación, de esa “intoxicación interesada que sólo busca el caos”. Lo hizo en unos días en los que la maquinaría de las fake news de la extrema derecha funcionaba a todo trapo, expandiendo bulos como el que aseguraba que dentro del parking de Bonaire había miles de cadáveres. Noticias falsas de las que, por cierto, nadie se responsabilizó cuando fueron desmentidas. Aquella advertencia del rey fue un espejismo porque en su discurso del martes tampoco habló de cómo contribuyen esas mentiras a crispar el panorama político y social. Tampoco de los medios que han hecho de las noticias falsas su bandera (y su negocio). Lejos de ser anecdótico, es un problema global cada vez más asentado. Ahí tienen a Trump o Milei

Tampoco se detuvo el monarca en la sanidad o educación públicas. Esos pilares del bienestar que están asfixiados en comunidades como Madrid. Mientras Ayuso acusa al Gobierno de protagonizar una dictadura, aplica una receta neoliberal que la derecha lleva años cocinando a fuego lento. La de dejar morir lo público, tacharlo de ineficaz, convertirlo en un gueto y potenciar que los y las profesionales se vayan a lo privado para ganar dinero. Sirvan como ejemplos el estado de la atención primaria o la agonía de la universidad pública

Habría sido mucho pedir que, ya que aludía a la “atronadora contienda” que libran los partidos en su batalla política, Felipe VI hubiera hecho referencia a cómo la preocupante instrumentalización de la justicia contribuye a esa crispación, con jueces que rozan el activismo y que parecen seguir a rajatabla aquella consigna que lanzó Aznar: el que pueda hacer, que haga. Lo dicho, mucho pedir.

No busquen tampoco ninguna mención a la guerra en Ucrania. Ni al genocidio en Gaza a pesar de que más de 40.000 personas han sido asesinadas desde octubre de 2023. Sólo en el último mes, 160 niños y niñas han muerto por los ataques israelíes. Una ratonera gigante en la que el 70% de las infraestructuras han sido destruidas ante la pasividad de la comunidad internacional.

Un discurso que no mencionó la violencia machista, la sanidad o la instrumentalización de la justicia. ¿Cómo quiere la Casa Real proyectar una imagen de renovación si está tan alejada de los problemas del día a día?

De otros temas sí habló, pero sin ofrecer una visión realista. Como de la vivienda (culpabilizando de la crisis sólo a la falta de pisos) o del fenómeno migratorio. De este último con un relato —el de la conflictividad que puede acarrear una inmigración descontrolada— que da alas al discurso racista y xenófobo de la ultraderecha, ese que ha conseguido que los españoles consideren que es el primer problema de España, cuando reconocen que a nivel personal no les afecta. Ni una palabra sobre los 6000 menores no acompañados que permanecen atrapados en Canarias porque el PP, condicionado por las políticas de Vox, se niega a reformar la ley de extranjería.

Hay quien ha señalado el discurso de Felipe VI como uno de los más políticos y sociales de los últimos años. Cuesta creerlo si tenemos en cuenta que obvió las principales preocupaciones, retos y desafíos que tiene la ciudadanía en el futuro. Así que la pregunta resulta casi obligada: ¿Cómo pretende la Casa Real proyectar una imagen de renovación si se muestra tan alejada de los problemas del día a día? Ojalá no haya que esperar un año entero para tener una respuesta.

46 mujeres han sido asesinadas este año a manos de sus parejas o exparejas. Son 1291 víctimas desde 2003. Eso, sin tener en cuenta los feminicidios que se dan en otros ámbitos (pueden ver un análisis de las estadísticas aquí). Además, en España se denuncian 14 violaciones al día, lo que supone una cada hora y cuarenta minutos. Diariamente también se denuncian otras 44 agresiones sexuales sin penetración. Es decir, dos cada hora.

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