El racismo en Estados Unidos, una enfermedad crónica Juan José Tamayo
Tele-tipos
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal son dos tipos que se mueven a distancia de la realidad, es decir, dos “tele-tipos”. Al menos es lo que se desprende de sus palabras y actitud.
Tanto uno como otro han utilizado el argumento de “responsabilizar” a un teletipo de las explicaciones usadas en los debates y mítines de campaña. Abascal lo hizo para responsabilizar a un magrebí del asesinato de una mujer en Tirso de Molina, y Feijóo para afirmar que la jueza del caso Pegasus lo había archivado por falta de colaboración del presidente Sánchez. Las dos situaciones eran mentira, pero, curiosamente, ninguno de los dos leyó después un teletipo que corrigiera lo que, supuestamente, habían recogido los primeros.
Cuando se habla de “feminazis, rojos, bolivarianos, comunistas”… no se dan razones para cuestionar las propuestas que se hacen, tan sólo se invalidan por proceder de quienes consideran que no tienen legitimidad formal o moral para plantearlas
También resulta sorprendente que ninguno de los dos lea alguno de los teletipos que a diario hablan de que la violencia social no es un problema de extranjeros, ni de que la mayoría de los agresores por violencia de género son españoles, ni de que justificar una condena por violencia de género diciendo que fue un “divorcio duro” es ponerse del lado de los agresores y en contra de las víctimas… La selectividad que muestran a la hora de leer determinados teletipos y darlos por válidos no es casual, sino la consecuencia de ser “tele-tipos”.
El prefijo “tele-” significa “a distancia”, “desde lejos”, “de modo remoto”… y, por tanto, un “tele-tipo” es una persona singular que vive a distancia de la realidad y que, en consecuencia, actúa desde lejos y de modo remoto sobre ella.
La distancia a la realidad tiene como consecuencia su desconocimiento. Se tiene una imagen global de la misma, pero no se conocen los elementos que la forman ni su significado, y se dejan llevar por las apariencias y por lo que otros les dicen. Por eso, cuando se mira de lejos la violencia no se ven las diferentes formas de violencia que la forman. Se ve la “violencia intrafamiliar”, pero no son capaces de diferenciar la violencia contra las mujeres como realidad independiente. Para poder verla habría que acercarse con el conocimiento, y para aproximarse hay que tener voluntad de hacerlo, algo que en los “tele-tipos”, acostumbrados a vivir en la distancia y a protegerse detrás de ella, no suele ocurrir.
Pero claro, cuando sus pretensiones y responsabilidades pasan por tener que actuar sobre alguna circunstancia de esa realidad que desconocen por lejana, necesitan que alguien les cuente cosas sobre ella para que así puedan actuar de “modo remoto”. Sin embargo, esas personas intermediarias y sus medios no les cuentan la realidad tal y como es, sino que se limitan a trasmitirles aquello que necesitan para poder permanecer en su distancia desde la que contemplar el paisaje de la normalidad en el que se confunde realidad y ficción; realidad negada y ficción deseada.
Y como esa forma de ejercer la responsabilidad resulta muy cómoda, la política se está llenando de “tele-tipos” acomodados en sus posiciones de siempre y a mucha distancia de la realidad que tienen que gestionar. Y si a pesar de todo ello hay algo que les incomoda, lo alejan de inmediato recurriendo al negacionismo.
Porque la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, pero la más larga es la negación de uno de los puntos, que la hace infinita. Y así es como actúan los “tele-tipos” en la política, convirtiendo los problemas en infinitos al negarles la distancia entre conciencia y solución, y hacer que la falta de conciencia lleve a que no sea necesaria la solución. El planteamiento es muy simple y directo: si no existe la violencia de género, como afirman, no hace falta desarrollar medidas contra ella. Es parte de la estrategia histórica conservadora, hacer creer que lo que no se ve no existe y tomar la invisibilidad como inexistencia. Por eso el negacionismo les funciona, porque sitúa todo en el mismo punto donde estaba antes de que el progreso y la transformación social descubrieran la injusticia que había detrás de esa normalidad impuesta, en la que el problema permanecía oculto.
El negacionismo no crea una nueva realidad, se limita a reforzar la que ya existía antes de que se fuera consciente de alguno de los problemas descubiertos. Y los “tele-tipos” de la política tampoco crean un nuevo escenario, se limitan a conservar el existente, y para ello, además de negar los elementos de la realidad que se van descubriendo, no dudan en cuestionar a quienes lo hacen para así reforzar su negación y mantener a la sociedad en esa distancia en lo que todo se puede confundir. Cuando se habla de “feminazis, rojos, bolivarianos, comunistas”… no se dan razones para cuestionar las propuestas que se hacen, tan sólo se invalidan por proceder de quienes consideran que no tienen legitimidad formal o moral para plantearlas.
Son las nuevas estrategias de los “tele-tipos” de la política y su distancia necesaria a la realidad para poder manipular a la sociedad.
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