Joaquín Machado, un hermano Luis García Montero
El vector fascista en la conspiración contra la República (3/20): Franco y sus militares mintieron desde el principio
Hoy sabemos que el golpe del 18 de Julio tuvo una larga preparación. También que muchos de quienes en él participaron respondían a pulsiones y emociones muy anteriores a la gestión de los gobiernos de la primavera de 1936. Aunque todavía no se han iluminado todos los recovecos de la conspiración, no es menos cierto que en los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento de los más importantes. Ello no se ha debido sólo a la pericia de los investigadores. Se ha debido, esencialmente, a la apertura de archivos. En primer lugar. de los españoles. En segundo lugar, de los franceses, ingleses e italianos. Los primeros sometidos a un estricto monopolio de acceso a los fieles o a los “enchufados”. Los segundos, poco frecuentados por los historiadores militares españoles, durante la dictadura y hasta la más rabiosa actualidad.
La primera obra de gran magnitud publicada después de la guerra civil por el SHM (dependiente del Estado Mayor Central del Ejército de Tierra) se publicó en 1945. No es una obra desconocida. Incluso hoy puede obtenerse en Internet al módico precio de 79 euros, pero que fácilmente se eleva a 400 o incluso a 600. (Verifiquen, pues, mis amables críticas y si me equivoco al citarla). Se refiere, esencialmente, a sus antecedentes, casi tan lejanos como los comienzos de la “Edad Moderna”. ¡Un tour de force de aguerridos historiadores! En ella se inmortalizó el papel que Franco hubiera deseado:
“El nombramiento de Sanjurjo como jefe nominal del Movimiento fue acordado a propuesta del general Franco, con objeto de que al frente de aquél figurase una persona que, por su autoridad y antigüedad en el generalato, facilitase el acatamiento de todos los demás generales que en él tomaran parte. Para todo lo demás, el general Franco asumía plenamente la dirección y la responsabilidad del Movimiento”.
Una mentira podrida, digna de un miserable consumado como lo fue el futuro dictador. La derecha española, que tanto se ha reído —con razón— de la invención del pasado por el régimen estalinista, ha sabido ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
Incluso algún escritor de, probablemente, extrema derecha ha abogado en favor de la historicidad de aquella obra. Se le ha olvidado, por desgracia, mirar por detrás de los hechos. El director del SHM en la época era el coronel Nicolás Benavides Moro. Muy conocido en su casa. Tiene, lógicamente, una hoja de servicios. Está paginada a mano y encierra alguna que otra sorpresa. Faltan sus calificaciones (incluida, para un militar, la más importante, la referida al valor). Adolece de huecos (no hay nada referido a 1931, tampoco a 1940-41, una parte de 1943 y todo 1944). Pasó toda la guerra refugiado en embajadas. El 28 de octubre de 1943 sometió a Franco un cuestionario para que aclarase algunas cuestiones porque le preocupaba cuáles podrían ser las respuestas “más convenientes para los altos intereses de la Nación y del Nuevo Estado, a cuya exaltación y apología se esfuerza en servir la mayor lealtad y devoción”. Ni en el Tercer Reich….
En el punto crítico, la responsabilidad por el Alzamiento, Franco fue inequívoco: “Al ser relevados por el Frente Popular los mandos principales del ejército, destituido el general Mola y destinados a Baleares y Canarias los generales Goded y Franco convocó este al general Mola para encargarle del Movimiento, al tenerse que ausentar él para el archipiélago canario”. Punto final.
Pero Franco no solo fue mentiroso y mendaz. Echó toda su bilis sobre Sanjurjo. Transcribamos su inmortal versión y desafiemos a los “pelotas“ —que sigue habiendo— de Su Excelencia el Jefe del Estado a que me rectifiquen, con papeles:
“Se llama un jefe de la UME al general Sanjurjo y no es verdad. El general Sanjurjo, desde su condena del 10 de agosto, no quería oír hablar de movimientos para nada. Su jefatura para el Movimiento Nacional fue acordada por el general Franco, en la necesidad de buscar una persona que por su autoridad y antigüedad como general sobre los que tomaban parte en el Movimiento facilitase el acatamiento total a la Jefatura, por considerar el general Franco que la suya, que el general Mola propugnaba, había de encontrar mayores dificultades, sobre todo si el Movimiento se hacía fácil; pero que al general Sanjurjo no debía decírsele nada más que en el caso de haber triunfado el Movimiento. Para lo demás y para la responsabilidad el general Franco la asumía en todas partes. Sin embargo, se entabló relación con el general Sanjurjo por el general Mola, y aquél aceptó su participación en el Movimiento”
Pregunta: ¿conoce acaso el general de División, en la reserva, Rafael Dávila Álvarez este tipo de papeles que cualquier hijo de vecino puede consultar hoy en el Archivo General Militar de Segovia? ¿Cuáles son los eminentes miembros del SHM durante la dictadura o después que les hayan echado un vistazo? ¿Qué periodistas, cantamañanas o no, de los medios afines al PP, Vox y otras formaciones católicas de extrema derecha se han dignado a bucear en ellos? Porque servidor reconoce sus fallos, y he podido equivocarme, pero doy mis fuentes. Son, afortunadamente, públicas y sirven para desmontar las patochadas con las que ciertos medios de comunicación (siguiendo la tónica de los años treinta) continúan despistando a sus lectores.
Hoy sabemos que el golpe del 18 de Julio tuvo una larga preparación. También que muchos de quienes en él participaron respondían a pulsiones y emociones muy anteriores a la gestión de los gobiernos de la primavera de 1936
Por lo demás, una nota manuscrita en la primera página de la contestación de SEJE al coronel Benavides Moro, que al año siguiente ascendió —una casualidad— a general de brigada, no sabemos si de su propia mano o de la de Franco, revela en toda su deslumbrante claridad lo que, sin duda, más preocupó al mayor genio de todas las batallas de la Historia de España;
Necesidad de aclarar que el movimiento nacional no tenía ninguna clase de concomitancias con el extranjero.
La conociera o no, el general Dávila Álvarez se ha atenido a tal instrucción al pie de la letra.
En 1968, entre las sacudidas del mayo francés, el SHM publicó una Síntesis histórica de la Guerra de Liberación, al alcance de todos los bolsillos (en internet asequible a precios entre 5 y 8 euros). ¡Qué devaluación! En esta ocasión los antecedentes inmediatos se redujeron hasta febrero de 1936 y se describieron como sigue:
“El nuevo Gobierno presidido por el señor Azaña no tardó en ser desbordado por las organizaciones subversivas, que cometieron toda clase de desmanes contra las personas y entidades opuestas a su ideario. España entera quedó sumida, así, en una ola de salvajismo, multiplicándose los asesinatos, agresiones, incendios de iglesias y centros políticos, atentados, huelgas y manifestaciones tumultuarias; incidentes todos ellos provocados o estimulados por la Komintern (Internacional Comunista), que intentaba aprovecharse de aquella situación caótica para facilitar el acceso al Poder de sus correligionarios españoles”.
¿No se admiran los amables lectores? Quizá ya Ricardo de la Cierva aconsejó aplicar a los otrora enérgicos guerreros la famosa frase de Quintiliano: “suaviter in modo, fortiter in re”. Ciertamente la sigue el general Dávila Álvarez, pero el “análisis” no varió demasiado, salvo que en esta ocasión el papel omnisciente de Franco se edulcoró un pelín, más acorde con la realidad: “Ante [la] patente confabulación de las autoridades republicanas con las organizaciones subversivas, el general Franco y otros jefes prestigiosos de nuestro Ejército decidieron preparar un alzamiento militar que evitara la inminente ruina y desmantelación de nuestra Patria”.
¿Qué trasluce lo anterior? La supuesta consolidación de la dictadura, abrazada por los norteamericanos, en negociaciones con la Comunidad Económica Europea, con una economía boyante y la aproximación de la decisión sobre el sucesor de Franco a título de Rey. Pero desaparecen Sanjurjo y Calvo Sotelo; Gil Robles queda reducido a una miserable nota a pie de página; se volatilizan los nombres de todos los generales, incluido Mola; pero Franco sigue como primus inter pares. Hasta los militares franquistas se modernizaban mínimamente cuando las obras de Thomas, Southworth, Broué/Témime o Jackson ya circulaban en la clandestinidad y la policía, la guardia civil y la política-social no podían apoderarse de todos los ejemplares. Era imprescindible mantener enhiesto el pabellón de las pseudoverdades, pero con un pelín de moderación.
(Continuará. Ver aquí capítulo anterior)
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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo. Su última obra publicada es 'Oro, guerra, diplomacia. La República española en los tiempos de Stalin', Crítica, Barcelona, 2023.
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