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El "veso" de Rubiales

Hay besos y “vesos”, “vesos” que se escriben con “v” de victoria para que muchos hombres puedan alimentar su masculinidad con los nutrientes de la sexualidad, y así reforzar su virilidad y hombría con todos los elementos que la propia cultura androcéntrica crea alrededor de las mujeres y su cosificación. Una cosificación que se construye sobre dos grandes referencias para organizar las dinámicas de las relaciones, y la propia violencia de género: la idea de posesión, de que las mujeres son una propiedad de los hombres con los que mantienen una relación, y la idea de objeto, que lleva a entender que las mujeres son cosas que los hombres pueden utilizar en contextos muy diferentes.

Para mucha gente, tal y como ha manifestado el propio presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, antes de verse obligado a pedir perdón, hablar de todo esto puede ser una “gilipollez”, cosas de “tontos del culo” o de “pringados”, pero es mucho más serio de lo que parece.

El beso de Rubiales a Jenny Hermoso en la ceremonia de entrega de medallas del Campeonato Mundial de Fútbol Femenino fue una agresión sexual. El presidente no será condenado porque la ley exige la denuncia de la víctima, algo que la jugadora no va a hacer. A ella no le gustó, pero no lo va a denunciar. Si lo denunciara, la objetividad de las imágenes llevaría con toda probabilidad a la condena.

Pero al margen de los hechos en sí, lo terrible de la situación es que pone en evidencia la realidad social que justifica el machismo y la violencia contra las mujeres, que ve normal que un hombre pueda darle un beso en los labios a una mujer sin su consentimiento cuando él lo decida y bajo las razones que él estime, y que considera una “gilipollez” que se hable del tema. La posición de la mujer queda en un segundo plano y siempre sometida a lo que se imponga desde el significado social que se da a lo ocurrido. Ella puede “no estar de acuerdo”, puede “no gustarle”, pero tiene que aceptar la “normalidad” impuesta, como cuando una mujer maltratada dice lo de “mi marido me pega lo normal”, es decir, “no le gusta” que su marido le pegue, “no le parece bien” que lo haga, pero, tal y como ha dicho Jenny Hermoso, “qué voy a hacer yo” si la cultura dice que la violencia es normal en multitud de circunstancias en las que se valora la agresión contra una mujer.

Todo ello indica que para esas posiciones sociales la violencia contra las mujeres no sólo “no existe”, sino que dichas conductas pueden utilizarse como manifestación de la alegría vivida. Nada nuevo.

El beso de Rubiales a Jenny Hermoso en la ceremonia de entrega de medallas del Campeonato Mundial de Fútbol Femenino fue una agresión sexual. El presidente no será condenado porque la ley exige la denuncia de la víctima, algo que la jugadora no va a hacer

Una de las imágenes más icónicas de la expresión de amor es la fotografía tomada por Alfred Einestaedt en la ciudad de Nueva York, también en agosto, concretamente el 14-8-1945, cuando el presidente Harry S. Truman declaró el final de la Segunda Guerra Mundial. Un soldado que caminaba por Time Square vio venir a una enfermera, y sin mediar palabra la cogió con fuerza y la besó en los labios para celebrar la victoria en la guerra. Es decir, la “vesó” y cometió una agresión sexual que en lugar de ser juzgada ha quedado como icono del amor. Incluso han construido una estatua gigante en la zona para que las personas enamoradas puedan sellar su amor ante ella.

Edith Shain, que fue identificada años después como la enfermera, dijo algo parecido a lo de Jenny Hermoso, no le pareció bien que la besara, pero entendió que no le podía decir nada al soldado porque había luchado en la guerra.

La conclusión es muy clara, la cultura presenta la victoria como una escenificación del poder que muchos hombres utilizan para reforzar el componente sexual que hay en su construcción, de manera que la “conducta de naturaleza sexual” que llevan a cabo en esas circunstancias, es decir, la “violencia sexual” que ejercen, se entienda como parte de los elementos asociados a la victoria y una opción en mano de los hombres para que aquel que lo decida la utilice.

Es el mismo argumento, salvando la distancia en cuanto a los hechos y consecuencias, que utilizan los ejércitos para justificar las violaciones en las guerras al presentarlas como un premio o recompensa para los hombres que han luchado hasta la victoria.

El componente sexual en todo lo sucedido en la ceremonia de entrega de medallas del Campeonato Mundial de Fútbol Femenino es tan manifiesto que el mismo presidente Rubiales, cuando se encontraba en el palco y mostraba su euforia por la victoria, delante de todas las autoridades se llevó la mano a los testículos como expresión de que detrás de todo lo ocurrido, y de lo que venía por suceder con las medallas, había “muchos cojones”. Quizás, al besar a la jugadora buscaba demostrar su virilidad, como cuando en diciembre de 2016 un empresario simuló un beso en los labios a la diputada Teresa Rodríguez en su visita a la Cámara de Comercio de Sevilla.

Y es que la victoria y las celebraciones en clave machista siempre necesitan de ingredientes diferentes para reforzar el poder masculino y su “normalidad”.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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