Series televisión

Odiosas comparaciones

Cuando hablamos con justificada admiración de la alta calidad de las series estadounidenses, cometemos a menudo el error de establecer injustas comparaciones con nuestra industria.

El pasado año 2015 se emitieron en Estados Unidos 409 series diferentes. Es casi un 10% más que las 376 que se difundieron en 2014. Este proceso de crecimiento de la producción ha sido una constante de los últimos años. Esas 409 son casi el doble de las 211 que se difundieron en 2009.

En España, en 2015, las cadenas de televisión emitieron 48 títulos diferentes (29 en las cadenas nacionales y 19 en las autonómicas). La diferencia entre ambos mercados es abismal. 48, en España, frente a las 409 de Estados Unidos. Pero el dato más preocupante es la tendencia. Si en 2009 en Estados Unidos se emitieron 211 series, en España ese año llegamos a 64 (37, en cadenas nacionales). Es decir 16 más que en 2015. Hemos ido a peor.

Como vemos en la tabla, el panorama es indiscutible. El mercado USA vive una eclosión de las series televisivas. La llamada "Segunda Edad de Oro" que allí disfrutan, no sólo afecta a la calidad, sino también a la cantidad. Por el contrario, en España padecemos un preocupante retroceso. En 2009, por cada producción que hacíamos, los americanos realizaban tres (3,2). En 2015 la desproporción se ha disparado. Frente a cada producción española, en Estados Unidos se han emitido 8,5.

Las razones de esta situación son bastante evidentes. La crisis económica ha afectado sensiblemente a nuestro mercado. En 2007, la televisión facturaba casi 3.500 millones de euros en publicidad. El pasado año 2015, la inversión comercial en televisión ha alcanzado solo los 2.000 millones. En el caso americano, no han sufrido semejante caída. Además, el cambio trascendental ha sido la creciente apuesta de las plataformas de TV de pago de producir series. En Estados Unidos un creador de ficción puede encontrar hasta 80 posibles clientes entre las cadenas en abierto, los canales de cable y satélite y las potentes plataformas de contenidos servidos a través de las OTT, los grandes almacenes disponibles en una nube digital y accesibles desde cualquier tipo de dispositivo (como Netflix, Amazon o Hulu). En España, las alternativas para vender una serie son muy escasas. Hay apenas tres operadores nacionales en abierto (Mediaset, Atresmedia y TVE) y algunas cadenas autonómicas que emiten series de producción local, en algunos casos a precios también de televisión local. La TV de pago abre la gran expectativa de la entrada en el mercado de la producción de Movistar+ y quizá en un futuro de las otras plataformas de telecomunicaciones.

La esperanza de mejora de nuestra industria pasa sin duda por una subida significativa del mercado publicitario que ha conocido una incipiente recuperación en los dos últimos años. Y, desde luego, por el papel que pueda desempeñar la TV de pago si avanza en su implantación. Ya hay un 25% de los hogares que tienen suscripción a esta vía de distribución.

La otra consecuencia provocada por la crisis y por el empobrecimiento de nuestra industria afecta directamente a la calidad de las producciones. En Estados Unidos el costo medio de las series ha aumentado considerablemente estos años. Hoy en día un episodio de una serie importante de 52 minutos de duración suele alcanzar los 3 millones de dólares por episodio. Las producciones de alta gama, tipo Juego de Tronos, pueden llegar a los 6 millones de dólares. En el mercado español, los costos de las series han ido bajando en estos últimos años. Sólo por las más importantes se llegan a pagar cerca de los 500.000 € por capítulos de una duración media de 70 minutos. Es decir, en Estados Unidos se puede trabajar con un presupuesto de 60.000 $ por minuto. Mientras, en España en el mejor de los casos se pueden alcanzar los 7.000 €.

Por cierto, buena parte de las 409 series que se emitieron el año pasado en EEUU era de malísima calidad. Mucho peores que la media de nuestra meritoria producción española. Por suerte, ni siquiera llegan aquí. Es nuestro único consuelo. A cambio, podemos disfrutar de las grandes joyas que también producen.

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