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Palabras para Asunción Carandell (1931-2022)

Fernando Valls

A quien no la haya conocido no le resultará fácil saber quién era Asunción Carandell, singularizarla entre los Carandell y los Goytisolo. Fueron siete hermanos, entre los cuales destacaron en la vida pública Luis, el primogénito, y Josep Maria, Josemari para su familia y amigos. A ambos los conocimos como periodistas, cultivadores del ensayo de divulgación y —digamos— ciudadanos cosmopolitas. En 1931, nace Asunción en Barcelona. Al estallar la guerra, la familia se trasladó a Francia, para pasar luego por San Sebastián, Burgos y Bilbao, hasta que regresaron a la ciudad condal en 1939, una vez acabada la contienda. Pero si alguien quiere saber un poco más sobre esta familia de la burguesía catalana, les recomiendo el artículo de Joan de Sagarra, Los Carandell (La Vanguardia, 9 de abril del 2006), quien pasó a formar parte de la familia Carandell, por su amistad con Josemari. La última de la saga quizá sea Zoraida, hija de Luis, profesora en París de Literatura Española y estudiosa de la literatura del exilio republicano español. El patriarca de la familia, Joan, utilizó en su momento el seudónimo de Llorenç de San Marc para firmar los numerosos libros que escribió en catalán y que empezó a publicar en los sesenta.

Los jóvenes Luis Carandell y José Agustín Goytisolo ya eran compañeros de clase en el colegio La Salle Bonanova, de Barcelona, donde pronto se hicieron muy amigos. El caso es que un día, mientras la joven hermana presenciaba la procesión del Corpus, el futuro poeta se fijó en ella y le comentó a Luis: “”Mira qué niña más mona”, quien le respondió que era su hermana y que era tonta, que es lo que hubiera dicho cualquiera de su hermano en esa situación y a esa edad. Con el tiempo se casaron, Asunción pasó a ser Ton, tuvieron una hija, Julia, mitificada en la célebre Canción para Julia, que popularizó Paco Ibáñez, y que a ella —entonces muy joven— no le hizo mucha gracia cuando la oyó por primera vez en un recital en Colliure. Asunción solía definir a su marido, con una media sonrisa, como un hombre muy tierno, desvalido y a veces también muy pesado... En su último libro, Las horas quemadas (1996), le dedica a su mujer los poemas de una sección del libro, entre ellos “La miró muchas veces” y “El rostro que conjura”, mis preferidos. 

Asunción Carandell fue maestra de primaria y una excelente fotógrafa, a la que no me canso de reivindicar, pues apenas se le ha prestado atención

Cuento todo esto porque resultaba imposible hablar con Asunción sin que en algún momento de la conversación nos hablara ella de sus hermanos o de José Agustín, cuyo archivo ella cedió a la Universidad Autónoma de Barcelona, donde se creó la cátedra José Agustín Goytisolo que regenta Carme Riera de manera inmejorable, contribuyendo a su memoria con congresos y tesis doctorales que redundan en un mejor conocimiento de la obra del poeta.

Asunción Carandell acaba de fallecer en Sant Pere de Ribes, en la provincia de Barcelona. Fue maestra de primaria y una excelente fotógrafa, a la que no me canso de reivindicar, pues apenas se le ha prestado atención. Sus fotos, perfectamente organizadas, con la ayuda de su amiga Colita, se centran en los escritores españoles de postguerra, a quienes ella trató, sobre todo Blas de Otero y Gabriel Celaya, y en especial, a los miembros de su familia, los Carandell y Goytisolo, así como a los componentes de la denominada generación del 50: Carlos Barral, Gil de Biedma, Ángel González, José Ángel Valente, Caballero Bonald, los hermanos Ferrate(r)... La mayoría de ellas están hechas en Barcelona, Formentor (la foto de Celaya, Blas de Otero, José Agustín y Gil de Biedma en el hotel Formentor en 1959) o en la masía familiar de Reus.

La historia de la ya mítica colcha que tejieron en la masía entre algunos de los mejores escritores de la posguerra la ha contado Asunción en varias ocasiones, pero creo que merece la pena repetirla. A partir del poema de Goytisolo “Nocturno de Ávila”, el pintor Paco Todó dibujó las murallas de la ciudad en una sábana de lino muy gruesa y durante dos veranos estuvieron ayudando a tejerla, con más o menos pericia, todos aquellos que pasaban algún tiempo en la masía de Reus: Asunción y José Agustín, su hermano Luis Goytisolo, Blas de Otero, Jaime Ferrán y el matrimonio formado por Rafael Sánchez Ferlosio y Carmen Martín Gaite, que estaba escribiendo Entre visillos y resultó ser la bordadora más habilidosa. La escritora salmantina también llegó a considerar a los Carandell como su familia.

Entre sus excelentes fotos destacaría, precisamente, la que hizo en Colliure en febrero de 1959, con motivo del homenaje a Antonio Machado. La comenté aquí el 22 de febrero del 2019, en un artículo titulado Tres fotos de 1959. En ella aparecen Blas de Otero, José Agustín, Ángel González, Valente, Alfredo Castellón, a quien durante mucho tiempo confundieron con Carlos Sahagún, Gil de Biedma, Costafreda, Barral y Caballero Bonald. En las memorias de este último, La costumbre de vivir (2001, p. 242), comenta con su habitual sorna: “Nos hicimos una foto que, en términos nada hiperbólicos, casi ha dado la vuelta al mundo”, e insiste: “Si no ha dado la vuelta al mundo, le deben faltar pocos kilómetros”. Lo malo es que, habiéndose reproducido en numerosas ocasiones, en muy pocas se ha señalado el nombre de la autora.  

Le gustaba hablar de sus amigos, de los asturianos Juan Benito Argüelles y su mujer Lola Lucio, a quienes visitó en Lastres, de Carme Riera (su mejor valedora) o de la fotógrafa Colita. El profesor Laureano Bonet me cuenta con añoranza las tertulias que tenían en casa de Asunción los domingos por la tarde, antes de que la Covid arramblara con tantas cosas. Por último, no quiero dejar de recordar a Alicia Gómez Montano, ya fallecida, quien desde TVE consiguió, tras mi instancia, que le dedicaran un buen reportaje que se programó en diversas ocasiones.

El último intento de que su obra se expusiera, que se hiciera un catálogo que dejara constancia de su excelente trabajo como fotógrafa, fue con la Universidad de Almería, y cuando todo parecía marchar bien, y las partes parecían de acuerdo, sin querer se fue ralentizando y la muerte de Asunción parece complicarlo ahora un poco más. Lo único que deseaba era que sus fotos se conservaran, que alguna institución se hiciera cargo de ellas y las protegiera, pero de ninguna manera quería que se pensara de ella que tenía pretensiones de fotógrafa, pues las había hecho por gusto. Así era Asunción, amable, noble y demasiado modesta para los tiempos tan narcisistas que corren.

Fernando Valls es profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y crítico literario.

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