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Las elecciones del próximo 4 de mayo en la Comunidad Autónoma madrileña se están presentando por algunos de sus actores como una nueva “Batalla de Madrid” con ecos guerracivilistas. Se trata, desde luego, de una grotesca producción de cartón piedra que toma como pretexto la historia para contarnos un cuento.
El falso dilema salud o economía necesita combustible diario para no apagarse. La leña nueva es otro falso dilema, más falso por ser más tosco: “Socialcomunismo o libertad”. Las derechas libertarianas de este país están defendiendo la libertad de morir, de morir fuera del Estado de alarma y las medidas de restricción para combatir los contagios. Es una extraña libertad para morir la que defienden aquellos mismos que no contemplan una muerte digna y como malos perdedores prometen derogar la recién aprobada Ley de Eutanasia.
De nuevo veremos a Pablo Casado ante los micrófonos: “... que no cuenten conmigo..., que ahora se van a enterar...”. Espectáculo bochornoso de un mal imitador de aquel Cristobalito Gazmoño que hiciera popular el desaparecido Tony Leblanc, un niño repelente y revoltoso que interpretó el genial humorista con cara de panoli y un eterno aro en la mano. Un héroe de época, de una mala época, eso es lo que vamos a ver si no cambian mucho las cosas, y no tenemos el pálpito de que cambien (¿qué pensarán los tan auxiliados “poderes fácticos” de este país? ¿Este Niño Gazmoño es ahora su representante en la tierra?).
Aunque debemos estar atentos a las potentes señales desde la Finis Terrae hacia el centro, hoy está ese ascenso el trumpismo importado como fenómeno global, trumpismo financiado para la hoguera de las vanidadestrumpismo. Se dice: “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”. No se han percatado que en realidad lo que el filósofo inglés Francis Bacon, hace ya más de 500 años, escribió en sus Ensayos sobre moral y política fue justo lo contrario: “Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña”. Los representantes de la derecha política tendencialmente “unificada” esperan que suceda por sí solo algo para lo que son incapaces de tomar la iniciativa. Lo que han hecho en la escaramuza de Murcia ha sido una respuesta y no una iniciativa, no debe olvidarse. Dejan la iniciativa en manos de otros situados a su derecha, a los que miran de reojo y abriendo las orejas. Ojo a la mirada rectilínea de la presidenta madrileña, el aro y el niño del proyecto de la derecha reunificada pueden quedar fuera del carril.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha adoptado el papel prototípico de piel roja propio del género de western que defiende al pueblo nativo. En una operación de impacto mediático y político se ha lanzado al de por sí caldeado ruedo madrileño hoy convertido en el Ruedo español (España es Madrid y Madrid es España). No vamos a entrar en sus motivaciones, ya se ha especulado sobre si es una operación audaz o temeraria, de salvación de partido o sacrificial, si detrás está un mutis por el foro del escenario político parlamentario, como viene sucediendo con algunos destacados miembros de la llamada “nueva política”. Ya veremos en lo personal y ya estamos empezando a ver algunos de sus efectos políticos en el Gobierno de coalición. Una determinada versión del llamado “hombre blanco” persigue cortar la coleta al hombre morado, éste, tal vez como precaución, hoy se lo ha recogido en una especie de moño alto de samurai, esperemos que Iglesias no plantee la nueva serie de temporada bajo el influjo de la violencia retratada en las películas del cineasta Takeshi Kitano, en las que muere hasta el apuntador.
Esta especie de remake de Kramer contra Kramer doméstico suena a una vieja canción. Aunque, tal vez, en todo este barullo pase desapercibido un calendario que nos ofrece otra explicación: la batalla de Madrid asoma la oreja en cuanto altos representantes del Partido Popular son llamados a declarar en el banquillo.
Llevamos más de un año —y de paso tres contiendas electorales autonómicas— durante el que la piedra lanzada al pozo no devuelve el sonido. Bárbaros disfrazados de bárbaros dibujan una Roma imaginaria que pretenden invadir. La invasión del Gobierno de coalición. Ante la oscilante desescalada del virus, la escalada de la demagogia: el medio es el mensaje. Las etapas bucal y anal en la política española no parecen ceder terreno. La política como un pozo ciego. Abuso de la viagra política, el mecanismo dosificador se ha bloqueado. Al despertarse, el patrioterismo de ambigú muestra sus efectos.
Todo esto pasa en medio de una situación espantosa, donde es recomendable reservar energías para hacer frente a un escenario futuro que se dibuja sombrío desde el punto de vista social y económico. Esta crisis sanitaria, complicada y larga, tiene previsiones de solución de la pandemia actual. Vendrán otras pandemias, dicen los expertos, y se tendrá que estar preparados. La crisis económica y social, devastadora y dolorosa, es incierta sobre sus escenarios futuros y sus consecuencias. De momento y atendiendo a las informaciones y no a las previsiones, las consecuencias son catastróficas, sin frivolidad alguna. La crisis política española es hoy un pozo sin fondo. De manera inmerecida y estúpidamente egoísta la política parlamentaria, ya sea estatal o en el sistema de taifas comunitario, se ha convertido en un problema principal que va a ponernos las cosas más difíciles de lo que ya están. Los bárbaros disfrazados de bárbaros anhelan invadir una Roma imaginaria, de ser así encontrarán una sociedad exhausta, crispada y hecha un desierto.
Salir de este pozo. Rehacer el mapa cuantas veces sea necesario y mejorar en la dirección. Dar y darse un respiro de decibelios. Reorganizar el proceso en curso. Proyectar el día después sin promesas, sin chantajes. Reconstruir con urgencia el diálogo que, aunque débil y momentáneo, no debería haber desaparecido nunca bajo el vendaval vírico. Negociar más allá de la expectativa electoral y el electoralismo. La tarea es inmensa para cualquier gobierno, para el Gobierno presidido por Sánchez va a ser hercúlea. Necesita vitaminas con urgencia. El espacio de los agentes sociales se muestra como una oportunidad en medio de esta disparatada escena política. No sólo se debería contar con ellos, sino entender que forman parte de la solución para salir del pozo. Las vías de la política no convencional, sin cuestionar ni desplazar a las institucionales y parlamentarias, podrían jugar el papel de polea para sacar agua.
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José Luis López Bulla es sindicalista y Javier Tébar es historiador.
Las elecciones del próximo 4 de mayo en la Comunidad Autónoma madrileña se están presentando por algunos de sus actores como una nueva “Batalla de Madrid” con ecos guerracivilistas. Se trata, desde luego, de una grotesca producción de cartón piedra que toma como pretexto la historia para contarnos un cuento.
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