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El caso Navalni y la rusofobia de Europa

Alexéi Navalni en el momento de su detención en el control de pasaportes del aeropuerto de Moscú.

Juan José Torres Núñez

"Todo lo que provenga de Rusia, incluido un avance científico transcendental como una vacuna, debe ser malo."

Celia González

El Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, sobrepasó los límites que imponen la moderación y la cortesía diplomática en su reciente viaje a Moscú. En lo que ha escrito en su blog se ven dos errores. Primero, señala que “las autoridades rusas no querían aprovechar esta oportunidad para tener un diálogo más constructivo con la Unión Europea”. Se equivoca el señor Borrell, pues como declaró Vladímir Putin en su discurso en el Fórum Económico Mundial en Davos, “algunos expertos comparan la situación actual con la de los años de la década de 1930”. Advirtió que “la inhabilidad y la desgana de encontrar soluciones sustantivas a los problemas en el Siglo XX condujeron a la Segunda Guerra Mundial”. Al terminar, a una pregunta del organizador del fórum, Klaus Schwab, Putin contestó: “Si Europa y Rusia son capaces de superar los problemas heredados de los últimos siglos y miran al futuro, [entonces] sin lugar a duda disfrutaremos de una etapa positiva en nuestras relaciones”. Y añadió: “Nosotros estamos preparados, lo queremos y nos esforzamos para que esto suceda, [pero] el amor es imposible si lo declara solo una parte. Debe ser mutuo”. Rusia sí quería aprovechar la oportunidad de la visita, pero resulta mucho más fácil demonizar a Putin y a Rusia.

Borrell escribe en su segundo error que “en ocasiones, la discusión con mi homólogo [el ministro de Exteriores ruso Seguéi Lavrov] alcanzó altos niveles de tensión, como cuando pedí la liberación inmediata de Navalni”. Aquí, Borrel repite las palabras del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que también ha pedido que se “libere inmediatamente” a Alexéi Navalni. La portavoz del ministerio de Exteriores de Rusia, María Zakharova, ha calificado estas palabras como un “ultimátum” que resulta tan descabellado y tan absurdo como el ultimátum del presidente de España, Pedro Sánchez, al presidente de Venezuela Nicolás Maduro. Borrell dio un ultimátum a Rusia olvidando que es un país soberano.

Sentimos, pues, vergüenza al ver cómo Borrell, Biden y la Unión Europea se lanzan a la defensa de Navalni pidiendo su liberación y la libertad de expresión, mientras que condenan a Julian Assange, que lleva ya más de diez años en la cárcel, olvidado en una prisión de Londres por exponer al mundo los crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos, y lo hacen en su calidad de periodista. Las contradicciones y la hipocresía de la Unión Europea causan desprecio. Biden y su administración acaban de apelar la resolución del juicio de Londres. Como Biden considera que Assange es “un terrorista”, quiere que se extradite a EEUU para que muera allí en una cárcel de máxima seguridad. “En estos tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”, sentenció George Orwell.

Borrell nos avisa que “la Unión Europea puede influir en estos acontecimientos en un momento en que nos encontramos en una encrucijada”, pues “las decisiones estratégicas que tomemos ahora determinarán la dinámica del poder internacional en el Siglo XXI”. Sin embargo, quien ha explicado y entendido muy bien esta encrucijada en Twitter ha sido Clare Daly, una irlandesa miembro del Parlamento Europeo. El caso Navalni, señala, no es una cuestión de “supuestos derechos humanos”, sino de “una implacable rusofobia”. Y se pregunta “por qué se sorprende la gente de que Rusia no vea ninguna razón de mostrar interés por la Unión Europea”. Clare Daly clarifica que no se trata de derechos humanos, sino de “una agenda geopolítica contra Rusia, alimentada por un complejo militar-industrial que necesita un enemigo para justificar sus millones” en los gastos del mantenimiento de su maquinaria criminal de guerra. Ella se pregunta que si al rapero catalán Pablo Hasél se ha encarcelado por la letra de sus canciones, entonces, por qué no pedir que se sancione a España. A Navalni lo considera un “despiadado racista” que desprecia a los inmigrantes, con quizá un 4% de apoyo popular y que si no hubiera sido arrestado en Rusia, nadie estaría hablando de él. Según ella, lo que verdaderamente necesitamos es “el diálogo, no la guerra”.

Zakhrova considera que la fundación de Navalni contra la corrupción es “phony” [falsa]. Se pensaba que el caso era “una historia doméstica exclusiva”, pero con el video publicado en la red RT sobre le reunión en 2012 de un miembro de la organización de Navalni, Vladímir Ashurkov, con un diplomático de la embajada británica en Moscú, queda claro que Navalni está financiado por poderosas fuerzas extranjeras para desestabilizar Rusia, como se ve en la conversación. Esto empezó hace años y se trata de un asunto muy serio. Se habla de financiar a la organización con “diez o veinte millones de dólares al año y proporcionar agencias de inteligencia para preparar una revolución de color y derrocar a Putin”. Este video fue grabado por el Servicio de Seguridad Federal (FSB) de Rusia. El presunto espía británico muestra lo que ya conoce el Kremlin: la CIA y el MI6 apoyan a la oposición en Rusia con dinero y con agencias de inteligencia. El objetivo de la organización de Navalni es conseguir el poder político de cualquier forma. En su descripción de las actividades de la organización, Ashurkov pide: “protestas masivas, iniciativas civiles, propaganda, establecer contacto con la élite y explicarles que [ellos son] gente razonable y no van a destruir nada ni a quedarse con sus bienes”. En el video se pide hablar con la gente de la comunidad empresarial. No parece una coincidencia que Ashurkov fuera uno de los testigos invitados por el Parlamento Británico en la comisión de investigación sobre la presunta corrupción en Rusia. Ahora vive en el Reino Unido y en Rusia está acusado de fraude en la financiación de la campaña de Navalni en las elecciones de la alcaldía de Moscú. El video se puede visionar en inglés en este enlace.

El profesor de la Universidad South-Eastern de Noruega Glenn Diesen, en su artículo Borrell visit fallout: the West has failed to realize that Russia has given up on ‘Greater EU’ and no longer cares what the EU thinks [Consecuencias de la visita de Borrell: Occidente ha fracasado al no saber que Rusia ha renunciado a la ‘Gran UE’ y ya no le importa lo que la UE piense] califica el viaje de Borrell como “un fracaso espectacular”, al considerar que fue a Moscú a “sermonear a Rusia sobre su incapacidad de defender los valores liberales”, que Borrell quiere que se rectifiquen “para restaurar unas relaciones constructivas con la UE”. Subraya que Bruselas y Washington aún no se han dado cuenta de cómo se siente Moscú con lo que sucedió el año 2014 en Maidán, con el golpe de Estado que derrocó al gobierno legítimo de Ucrania y puso en el nuevo régimen a un grupo de nazis, con la ayuda de 5.000 millones de dólares de la administración del presidente Barack Obama. Para el profesor Diesen este golpe de Estado fue la última gota que colmó el vaso. Esta revolución de color era un ensayo para después hacer lo mismo con Bielorrusia y finalmente dividir y acabar con Rusia. En el 2014 ya se estaba preparando la desestabilización de Rusia.

Diesen nos da en pocas palabras un resumen sobre “los valores liberales” en Rusia. A principios del Siglo XVIII, Pedro el Grande intentó que Rusia volviera a Europa. Boris Yeltsin aplicó esta misma política tratando de “rehacer” Rusia como un país europeo liberal, después de la Guerra Fría. Pero desde la revolución francesa Rusia ha sido muy crítica con los movimientos liberales, porque los liberales rusos “con frecuencia se alían con Occidente, de tal manera que parecen una quinta columna”. Diesen nos pone como ejemplo la humillante derrota de Rusia en la guerra contra Japón. Los liberales rusos felicitaron al Emperador japonés, lo que demuestra su afinidad. Estos liberales rusos a menudo están conectados con la violencia de los cambios de régimen. Muchos de ellos apoyaron el golpe de Estado en Ucrania y lo vieron como precursor de “una revolución democrática en Rusia”. Diesen sostiene que la “Gran Europa ha sido reemplazada por la iniciativa más viable de la Gran Eurasia [y] Rusia ahora mira al emergente Este por la conectividad económica y la integración”. Esto implica que Occidente tiene que renegociar las relaciones con Rusia. Continuar con las mismas estructuras de la Guerra Fría es un fracaso total. Para “influir” en los acontecimientos de Rusia, como Borrell sugiere, y promover los “valores liberales” se necesita no defender los valores de la extrema derecha que representan la oposición en Rusia.

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Y este es el gran problema de Occidente. En el pacto “brutal y cínico” de Munich las democracias liberales no vieron “el peligro mortal que representaba Alemania y sus aliados para el mundo entero” y como consecuencia estalló la Segunda Guerra Mundial. ¿Se puede comparar la situación actual con la década de 1930? Hoy Occidente, liderado por Estados Unidos, habla de democracia liberal y al mismo tiempo utiliza hipócritamente activistas de extrema derecha como Navalni, Juan Guaidó y Leopoldo López, entre otros, para seguir con sus revoluciones de color, invasiones, sanciones ilegales y una rusofobia que nos va a llevar a la confrontación y a la guerra. Lo que Occidente está consiguiendo con su ceguera es el fomento del fascismo global. Lo estamos viendo con la entrada potente de la extrema derecha en los Parlamentos de distintos países.

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Juan José Torres Núñez es escritor y socio de infoLibre

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