Y después de arrasar Gaza, ¿qué?

José Abu-Tarbush

Una vez concluya este enésimo ciclo de violencia, que promete superar todos los precedentes en alcance, duración e intensidad, habrá que preguntarse qué vendrá después. Si se toman como referencia los episodios anteriores, se advierte que esos enfrentamientos armados entre Hamás e Israel concluyeron con una tregua muy frágil, en la que el movimiento islamonacionalista proclamó su victoria porque Israel no había conseguido el objetivo de eliminarlo, pese a la enorme asimetría de poder existente entre ambos. Esta lectura triunfalista de Hamás parecía destinada a legitimar sus cálculos estratégicos y compensar sus limitaciones para levantar el bloqueo de la Franja de Gaza, mejorar las condiciones materiales de vida de la población gazatí, obtener el reconocimiento como interlocutor del pueblo palestino en su abierta rivalidad con la Autoridad Palestina e, incluso, en sus ensoñaciones, proclamarse como el primer bastión estatal palestino.

Ciertamente, hasta la fecha, Israel no ha logrado erradicar a Hamás de Gaza, tampoco someterlo. Sólo acallarlo durante sucesivas treguas después de cada nuevo ciclo de violencia. Por lo que cabe preguntarse si realmente estaba interesado en reducir a Hamás o, por el contrario, mantenerlo contenido como una amenaza latente. Unido al coste de una incursión terrestre para desmantelar sus milicias, su principal interés pareció centrarse en mantener la división política y territorial del movimiento palestino. Esto es, vigorizar a Hamás en detrimento y debilidad de la Autoridad Palestina, que goza de un amplio reconocimiento internacional y aboga, desde su iniciativa diplomática presentada en la ONU en 2011, por ampliar ese reconocimiento al Estado palestino.

A Israel siempre le ha interesado un movimiento palestino radicalizado para descalificarlo como interlocutor válido y justificar, así, su atrincheramiento e inmovilismo político ante los actores internacionales. Así pues, Ariel Sharon replegó el ejército israelí de Gaza en 2005 sin coordinación con la Autoridad Palestina ni entrega de su administración, como preveían los Acuerdos de Oslo (1993). Esta medida unilateral, sin acuerdo previo con la contraparte palestina, estaba claramente destinada a agitar la división entre Hamás y la Autoridad Palestina; además de empoderar a Hamás, que hizo una lectura triunfalista del repliegue israelí, arrogándose el mérito, pese a que Gaza continuó sometida a la ocupación israelí.

¿Por qué Israel reforzó la estrategia de resistencia armada de Hamás en detrimento de la negociadora de la Autoridad Palestina? La respuesta se desveló poco tiempo después, con el conato de guerra civil palestina entre Hamás y Fatah en 2006 y la toma violenta del control de la Franja por Hamás en 2007, de donde fue expulsada la Autoridad Palestina. Quedaba, así, asegurada la división política y territorial palestina. Desde entonces, Israel declaró la Franja de Gaza como un territorio hostil y la bloqueó por tierra, mar y aire. Poco después, en el invierno de 2008-2009, se producía uno de los principales enfrentamientos entre Hamás e Israel, reproducidos cíclicamente en 2012, 2014 y 2021, hasta el actual.

A diferencia de ocasiones anteriores, todo indica que esta vez el propósito de Israel es llevar su campaña militar hasta las últimas consecuencias. Con alguna excepción muy parcial, hasta ahora había evitado una ofensiva terrestre por el precio que tendría para sus tropas. De concluir de manera exitosa, cabe advertir tres probables escenarios sobre el futuro inmediato de Gaza. Primero, desplegar sus efectivos a lo largo de toda la Franja de manera permanente, pero esto conllevaría un alto coste por cuanto serían blanco de su enemigo y objeto de rechazo de la población gazatí. Segundo, delegar en la Autoridad Palestina la administración de la población, pero difícilmente dicha Autoridad desee regresar a la Franja sobre un tanque israelí por el evidente descrédito que sufriría; y una autoridad alternativa tampoco se libraría de los recelos de la población y ataques de los reductos de la resistencia que pudieran quedar o reorganizarse. Por último, tercero, propiciar un desalojo del grueso de la población, pero esto, además del desprestigio que acarrearía acometer una nueva limpieza étnica, tampoco resuelve el problema de administrar la población que permanezca.

Si se observa lo ocurrido durante las tres décadas pasadas, desde los Acuerdos de Oslo (1993), se advierte que la prioridad de los dirigentes israelíes era deshacerse de la administración de la Franja para transferirla a la Autoridad Palestina por considerar que era más un problema demográfico que territorial. Siguiendo la máxima colonial israelí, de asumir la mayor geografía palestina con la mínima demografía palestina posible, Gaza representaba justo lo contrario: un territorio exiguo, sin recursos naturales significativos, además de superpoblado (dos tercios de su población son refugiados) y vivero del nacionalismo e islamismo. A su vez, desvincularse de la Franja permitía centrarse en la colonización de Cisjordania.

Es de temer que Israel no tenga más voluntad política ni solución sobre el futuro de Gaza que no sea acabar con los núcleos de la resistencia armada, además de sumir este enclave a escombros y cobrarse un alto precio entre la población civil

Después de trasladar la guerra desde su territorio al del enemigo, saciar su venganza, restituir su imagen de invulnerabilidad y reafirmar su poder disuasorio, es de temer que Israel no tenga más voluntad política ni solución sobre el futuro de Gaza que no sea acabar con los núcleos de la resistencia armada, además de sumir este enclave a escombros y cobrarse un alto precio entre la población civil, en lo calificado como crímenes de guerra al igual que las atrocidades cometidas por Hamás. Más allá de la potencial remisión de ayuda humanitaria, cabe también dudar que Estados Unidos y la Unión Europea tengan una resolución sobre este enquistado conflicto y, si la tuvieran, es oportuno preguntarse por qué no han tratado de implementarla hasta ahora.

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José Abu-Tarbush es profesor de Sociología de las relaciones internacionales en la Universidad de La Laguna y coautor del libro Palestina. De los Acuerdos de Oslo al apartheid. Catarata, 2023.

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