'Epidemiología cercana. La salud pública, la carne y el oxidado cuchillo del miedo'

Miquel Porta Serra

Desgraciadamente, no es nada raro que una actuación de un ministerio, consejería, ayuntamiento o empresa olvide los objetivos de quienes desde esa misma organización trabajan para mejorar la salud y el bienestar de los ciudadanos. Esa contradicción ocurre a menudo en decisiones que se toman desde economía, comercio, energía e industria, agricultura, urbanismo o transporte. Ocurre. Pues aunque muchas actuaciones de esas organizaciones hacen algo importante a favor de la salud, otras van en contra. Así, los ciudadanos sufrimos políticas industriales negligentes ante vertidos y emisiones contaminantes, gestión ganadera y agrícola que no controla debidamente antibióticos, hormonas y pesticidas, políticas laborales que permiten condiciones de trabajo injustas y nocivas o políticas sanitarias que malgastan en tecnologías inútiles y también nocivas (para la salud individual y para la economía real).

Con la cantidad de trabajo útil para la salud que se hace desde tantas organizaciones no sanitarias, parece mentira que la mercadotecnia y el mercadeo políticos consigan distraer tanto de ese trabajo y sus positivos efectos. 

Con la cantidad de trabajo útil para la salud que se hace desde tantas organizaciones no sanitarias, parece mentira que la mercadotecnia y el mercadeo políticos consigan distraer tanto de ese trabajo y sus positivos efectos.

El hecho es que muchas actuaciones que se desarrollan desde fuera del sector sanitario tienen efectos positivos para la salud ciudadana. Y que no pocas tienen efectos perjudiciales para ella. Potenciar lo positivo y corregir lo negativo es una tarea importante en toda democracia. Ese ánimo impregna la idea de que debemos poner a la salud en todas las políticas. Tiene su acrónimo (STP), y es uno de los lemas que en muchas regiones del mundo inspira la acción que también llamamos sistémica, intersectorial y transversal: deben favorecer la salud políticas que atraviesan a todos los sectores económicos y políticos. Cada política no puede ir a su bola, debe trabajar conjuntamente con las demás para lograr objetivos comunes; por eso promovemos la integración de políticas de toda índole. A favor del bienestar, la justicia y la equidad, la sostenibilidad, el empleo, la educación.

Son ideas cuyas prácticas llevan años aumentando la resistencia y la plasticidad de nuestro tejido social, dotando de mayor equidad, calidad, eficiencia y de sentido a nuestras democracias postmodernas. Que tan frágiles parecen a veces. Y que tan a prueba se sienten actualmente. Las democracias, las gentes y los valores que compartimos amplios sectores de ellas.

Como en todo el libro, aquí hablamos de la salud de todas y cada una de las personas de nuestra comunidad, no sólo de las enfermas. Hablamos de salud, no solo de medicina, no solo de sanidad.

En las sociedades sistémicas de hoy —hiperinterdependientes, complejas, globalizadas y, a la vez, fragmentadas— la salud depende estrechamente de que las distintas unidades administrativas, políticas y económicas cooperen mucho más unas con otras, con las organizaciones ciudadanas y con las empresas públicas y privadas. En favor de la salud, el medio ambiente y los valores democráticos. Naturalmente, esa cooperación es asimismo clave para que el trabajo, la justicia, el medio ambiente o la educación. También el trabajo, la justicia, el medio ambiente y la educación deben estar integradas en todas las políticas. Cuanto más se tenga en cuenta a la salud en todas las políticas, más factible será que también la organización del trabajo, el transporte y la educación promuevan el desarrollo de las personas. Son efectos interdependientes, sinérgicos, sistémicos. Con mayor o menor conciencia de ello, muchas personas y organizaciones así lo vivimos.

La divisa STP no mitifica o deifica a la salud; al contrario, la contextualiza. Tampoco deifica a «la economía» o al «crecimiento», por mucho que algunos de los principales condicionantes de la salud sean económicos. STP es una visión que dinamiza a la vez la salud, el bienestar, la equidad y la riqueza de la sociedad mediante el coraje y la innovación en las culturas políticas, las estructuras y los procedimientos de sectores que las viejas mentalidades consideraban ajenos a la salud.

Políticos, periodistas, intelectuales, artistas: ¿no es obvio que estas ideas ofrecen alternativas racionales, razonables y razonadas al caudillismo populista?

Afortunadamente, hoy existe en España una amplia diversidad de experiencias de cooperación a favor de la salud y de la economía real entre muchas administraciones, empresas, instituciones y organizaciones sociales. Esas experiencias suelen tener rasgos en común: son valientes, innovadoras, planificadas y evaluables, promueven los valores democráticos, tienen visión a medio y largo plazo... y una pragmática –a la vez que auténticamente radical– búsqueda de impacto social. Saben que la creación de cultura, salud, riqueza y calidad ambiental son esenciales para una sociedad postmoderna. No son solo instrumentales, son nucleares: dotan de sentido a la sociedad y a la vida.

En nuestro país estas experiencias de cooperación tienen hoy una singular relevancia adicional: concretan nuevas formas de cooperación eficaz entre los agentes sociales, los ayuntamientos y las comunidades autónomas, así como entre éstas. Con mayor o menor intervención de «Madrid», del gobierno estatal. 

Esas experiencias muestran que es factible dar nuevos papeles y sentido al Estado, al Gobierno de España y a la Unión Europea. Estamos en un momento histórico en el que las viejas formas de gobernanza de casi todo lo público –incluida la salud pública, la energía, la seguridad y las otras obligaciones del Estado– necesitan funcionar de forma más eficiente, más independiente de los grupos de presión y más sensible a lo que los ciudadanos queremos

Pues, en efecto, el control de las crisis climática y bélica, la disminución de las desigualdades sociales y en salud, la mejora de las condiciones laborales, la convivencia de distintas culturas y filosofías morales, la participación de las organizaciones ciudadanas en los asuntos públicos, la transparencia gubernamental y empresarial, los nuevos mecanismos de rendición de cuentas o el aumento del poder y la responsabilidad de los ciudadanos configuran también el paisaje sociopolítico en el que adquieren nuevos significados y relevancia lemas como STP. Esas aspiraciones son elementales, racionales, pragmáticas, ambiciosas, utópicas. Sí, a la vez. Y conforman también cómo deseamos vivir después de la pandemia y la guerra.

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Miquel Porta Serra es médico y epidemiólogo. Acaba de publicar su último libro, 'Epidemiología cercana' (editorial Triacastela), del que este artículo está adaptado.

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