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La extrema derecha está en auge, pero no es lo que te han contado

Hásel-Paris Álvarez

Hace años que el eje izquierda-derecha ya no sirve para entender el panorama político. El primer Podemos era más que una simple 'extrema izquierda'. Ciudadanos no apareció como una 'nueva derecha', sino una amalgama de progresismo social y liberalismo económico. El auge de Esquerra Republicana de Catalunya desde 2017 no tiene tanto que ver con ser de 'esquerra' como con la secesión de las regiones ricas. Pero el mayor patinazo del eje izquierda-derecha es el intento actual de comprender la 'extrema derecha'.

 El PSOE de Pedro Sánchez ha hablado de 'ultra-derecha' para describir la irrupción de Vox, mientras que el Podemos de Pablo Iglesias ha clasificado así al PP —y ocasionalmente a Cs—, reservando para Vox el hiperbólico 'ultra-ultra-derecha'. Y, a su vez, utilizan todos los términos relativos a la 'extrema derecha' como sinónimos del nazi-fascismo, en el que incluyen indistintamente a Mussolini, Hitler o Franco. Este es el atropello politológico en el que vive la izquierda española.

Ninguno de los partidos mencionados (PP, Cs, Vox) tiene mucho de fascista, sino que pertenecen más bien a la corriente liberal, en sus varios afluentes. Es posible citar, sin profundizar, algunas diferencias clave entre estas derechas y el fascismo: son de libre mercado donde el fascismo era intervencionista, son parlamentaristas donde el fascismo era caudillista, son monárquicas donde el fascismo tendía a ser republicano, son burguesas donde el fascismo tenía tono obrerista, son atlantistas donde el fascismo era anti-angloamericano y pro-israelíes donde era anti-judío. Es más, según especialistas como el historiador alemán E. Nolte o el politólogo israelí Z. Sternhell, ni siquiera los viejos fascismos serían exactamente una 'extrema derecha', ya que tuvieron un alcance mayor de lo que capta el eje izquierda-derecha. Pero entonces, ¿a qué le podemos llamar 'extrema derecha'?

La noción de 'derecha' nace con la Revolución Francesa, sentándose en el lado derecho de la cámara aquellos que defendían los privilegios de pequeños grupos —la casa real, las clases altas, ciertas regiones, etc—. Una derecha extrema sería, por lo tanto, llevar esta defensa hasta el grupo humano más extremadamente reducido, es decir, el individuo. Hay otra acepción: en las décadas posteriores a la Revolución, el término 'derecha' se identificó con los partidarios de un gobierno limitado. Lo cual, llevado a su extremo, significaría la práctica disolución del Estado. Y, ¿existe tal opción política? Sí, sería una derecha hiper-individualista y anti-gubernamental. El opuesto exacto, por cierto, al fascismo —que era colectivista y estatalista—. Y no sólo existe, sino que está en fase de crecimiento acelerado en buena parte del mundo, bajo las etiquetas de 'populismo neoliberal' o 'libertarismo de derecha'.

Esta 'extrema derecha' no está identificada como tal, arrinconada en una punta del tablero. Por el contrario, está pasando desapercibida y tiene una amplia capacidad de seducción sobre todo el arco político

Las alarmas saltaron a partir de un gran estudio realizado por Fondapol en los principales países europeos. "Los jóvenes europeos de 18 a 24 se sitúan cada vez más a la derecha", concluye la macro-encuesta. ¿Alude, quizás, a un retorno de la religiosidad o a una revitalización del patriotismo? No, no se refiere a eso. De hecho, por mucho que la izquierda se imagine constantemente un temible regreso nacional-católico, la realidad es que hemos sufrido el mayor descenso de creyentes de toda Europa, y sólo 2 de cada 10 españoles lucharían por su país en caso de guerra —varios puntos por debajo de la media europea.

El estudio de Fondapol habla de unos valores muy diferentes. Para empezar, la mayor parte de encuestados (especialmente los más jóvenes) consideran que el individuo debe "tener completa libertad para controlar su propia vida", de forma que "con esfuerzo, cualquiera puede llegar a lo más alto". Esta es la 'ideología Elon Musk': si me quitan impuestos y me dejan en paz con normativas, seré capaz de ahorrar e invertir hasta poder comprarme un cohete para ir al espacio. Es una doble ceguera ante las obligaciones propias con la comunidad y ante las circunstancias externas que pesan sobre uno mismo.

Pero eso no es todo: la mayoría de encuestados cree que "los parados podrían encontrar trabajo si de verdad lo deseasen". Y que "muchos ciudadanos reciben ayudas sociales que no se merecen". Estas opiniones pueden ser más o menos discutibles, pero convendremos que no tienen mucho de camaradería patriótica ni de solidaridad cristiana. Sólo podríamos calificar estas ideas como 'derecha' si nos estamos refiriendo a una 'extrema derecha' individualista y neoliberal-libertaria. Sin embargo, lo más inquietante del estudio es que varias de estas opiniones tienen un apoyo de hasta el 58% entre encuestados que se declaran... de izquierdas.

He aquí el primer gran peligro: esta 'extrema derecha' no está identificada como tal, arrinconada en una punta del tablero. Por el contrario, está pasando desapercibida y tiene una amplia capacidad de seducción sobre todo el arco político. Sus propuestas podrían ser defendidas por Ciudadanos como un mensaje 'de centro'. Su idea de que el Estado no debe intervenir el alquiler o la electricidad está constantemente en boca del PSOE. Su filosofía de 'soberanía individualista' coincide con Podemos y Más País, que (incapaces de lograr cambios colectivos profundos) se lo fían todo a legalizar el uso personal de drogas, legislar la auto-determinación del género o aprobar la eutanasia.

De hecho, el plan de Juan Ramón Rallo —uno de los grandes promotores españoles de esta extrema derecha liberal— es "que nuestras ideas penetren lentamente en todos los partidos políticos". Sin embargo, Rallo ha apoyado particularmente al partido argentino 'Libertad Avanza', liderado por Javier Milei. Ha afirmado, eso sí, que Milei no es de extrema derecha, porque "la extrema derecha es nacionalista, autoritaria y tradicionalista". Pero, a continuación, Rallo muestra imágenes de Milei envuelto en banderas nacionales, haciendo que un grupo de personas grite al unísono un mantra de la tradición liberal del siglo pasado. Parece bastante nacionalista, bastante autoritario y bastante tradicionalista.

El segundo gran peligro de esta nueva 'extrema derecha' no es solamente su adaptabilidad ideológica, sino su especial capacidad populista. El populismo no es una ideología, sino un método destinado a producir vuelcos electorales bruscos y resultados de mecha corta. La fórmula consiste en proponer un liderazgo carismático que encarne al pueblo, enfrentar a dicho pueblo contra las élites y traducir la complejidad política a una serie de lemas agregadores. Y Milei aplica su versión de la receta: reunir a los argentinos en torno a su liderazgo carismático, enfrentar al pueblo (entendido como una suma de individuos separados) contra la élite (entendida como los funcionarios públicos) mediante lemas simplistas como que 'los impuestos son un robo' o que 'todos los políticos son unos ladrones'. Atrás ha quedado la época en que el liberalismo se presentaba a sí mismo como lo opuesto al populismo. Atrás ha quedado aquello del 'centrista' Macron frente a la 'extrema derecha' de Le Pen. Ahora, el neo-liberalismo es un neo-populismo.

En Madrid hemos visto un exitoso ejemplo de todo esto. La victoria de Isabel Díaz Ayuso no tiene nada que ver con el PP liberal-conservador del resto de España, sino con el populismo neo-liberal que viene incubándose en la región desde tiempos de Esperanza Aguirre. Se trata de liderar al pueblo contra las élites, sí. Pero se trataría de un pueblo definido como clientes de bar contra una élite que quiere imponer medidas sanitarias: "¡un saludo a los tabernarios!", dice Ayuso. Un pueblo que quiere conducir su coche por toda la ciudad contra una élite que quiere imponer tasas ecológicas: "¡los atascos como identidad de Madrid!" Un pueblo que necesita ganar un sueldecillo —aunque sea en condiciones semi-esclavas— contra una élite que quiere expulsar a Deliveroo: "¡la gente está deseando tener un empleo basura!"

"Esta ultra-derecha ha ganado abrumadoramente las elecciones en Madrid. Y ha sido, en parte, porque las izquierdas dedicaron la campaña electoral a cazar una 'extrema derecha' fantasma: el Vox de Rocío Monasterio, que volvería a traer el fascismo de los años 40, enviaría munición en sobres, expulsaría a los homosexuales a Valencia y bajaría a Serigne Mbayé a Camerún. Pero, en realidad, el Vox de Monasterio no tenía la intención ni la capacidad de hacer nada de ello. Sólo podía funcionar como una copia del PP de Ayuso en beneficio del proyecto principal: traer el thatcherismo de los años 80, enviar pagos en sobres, expulsar a los trabajadores de sus barrios y bajar los impuestos al capital (de nuevo, algo no muy patriótico ni cristiano). En fin, la 'alerta anti-fascista' se centró en detener los 13 escañitos de Monasterio y fue aplastada por los 65 escañotes de Ayuso.

Aunque cierta izquierda advierta obsesivamente contra un supuesto repliegue en lo nacional, lo rural, lo securitario, lo nostálgico o lo familiar (elementos que serían fácilmente resignificables para la izquierda), el verdadero repliegue es hacia el individualismo, el sálvese quien pueda y la lucha de todos contra todos. Estos son los 'valores' de mayor viralidad y contagio en una sociedad que está desvinculada y desarraigada. Y una vez implantados, ya no tienen vuelta atrás. Si la izquierda continúa cavando trincheras en dirección contraria, el tsunami de la nueva ultra-derecha nos pillará a todos con las espaldas al descubierto."

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Hasel Paris Álvarez (Galicia, 1990) es Graduado en Ciencia Política y de la Administración por la Universidad de Santiago de Compostela y máster en Seguridad, Defensa y Geoestrategia por la UDIMA. Ha trabajado como militar profesional y es analista en medios de comunicación.

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