Hace 20 años, 320 diputadas y diputados de distinta ideología y afiliación política votaron, de manera unánime, sí. Sí a la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Aquel trámite simbolizó el consenso ante una realidad devastadora que, a día de hoy, desde que hay registros, se ha cobrado la vida de 1.291 mujeres y 62 niños y niñas a manos de sus parejas sentimentales. Una votación que hoy sería imposible repetir y que reflejó la firme voluntad de combatir la violencia machista.
Esta ley sacó a la violencia del ámbito privado y nos ayudó a juzgarla y a combatirla como lo que es: un sistema organizado de represión y dominación, que se ejerce de múltiples formas contra las mujeres por el mero hecho de serlo. Y con su aprobación se devolvió la dignidad a las víctimas, como hoy, Gisèle Pelicot le ha devuelto la vergüenza a sus agresores. Y así, tras dos décadas de experiencia, de medidas de protección y órdenes de alejamiento, podemos afirmar que esta ley ha salvado vidas, además de mejorar las circunstancias de las víctimas a través de la profesionalización, formación y sensibilización de la judicatura y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que han sido un agente clave en la evolución de los derechos de las mujeres.
Las mujeres, pero los hombres también, estamos llamadas a hacer grande ese patrimonio plantando cara al machismo. Y hay que decirlo las veces que haga falta y donde sea necesario
Sin embargo, el protagonista de la historia de éxito de esta ley no es sólo el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero que la impulsó. El verdadero catalizador ha sido el feminismo. La decidida y firme lucha feminista, artífice de tantos avances que han hecho que las mujeres seamos sujetos autónomos con plenos derechos de ciudadanía. Ese movimiento que, como dijo nuestra querida Carmen Alborch, “debería ser declarado Patrimonio de la Humanidad” porque es, en sí mismo, patrimonio de las mujeres de todo el mundo.
Las mujeres, pero los hombres también, estamos llamadas a hacer grande ese patrimonio plantando cara al machismo. Y hay que decirlo las veces que haga falta y donde sea necesario. Hablamos de muchas muertes, demasiados asesinatos de mujeres, niñas y niños.
Las cifras lo corroboran: durante más de cuarenta años, la banda terrorista ETA asesinó a casi un millar de personas. Aquellas cifras nos aterrorizaron y movilizaron a nuestra sociedad para acabar desde la unidad con el terrorismo de ETA. Hoy el terrorismo machista ha asesinado ya a 1.291 mujeres desde el año 2003. Y no me olvido de las niñas y niños: 62 asesinados desde 2013. Además de los y las menores que quedan huérfanos: 468 desde el año 2013.
Y este año, tristemente, también se despide con números escalofriantes: 46 mujeres asesinadas por el mero hecho de serlo.
Ante estas cifras profundamente alarmantes, el debate sobre si la violencia contra las mujeres existe sigue encima de la mesa por culpa del discurso negacionista de la extrema derecha y sus socios del Partido Popular. Negar que la violencia mata a las mujeres, del mismo modo que negar el cambio climático, sigue poniendo en peligro nuestras vidas y el futuro de nuestro territorio.
Pero además, este asedio machista ha evolucionado y ha tomado formas que hace 20 años no podríamos imaginar. Las redes sociales viralizan la discriminación a través de noticias falsas que cuestionan las políticas de género, por lo que debemos ampliar las medidas de protección más allá del ámbito jurídico y policial. Es el momento de volver a conquistar el discurso y ganar la batalla social, tal y como ocurrió hace 20 años cuando toda España, por unanimidad, aprobó una ley contra la violencia y a favor de las mujeres maltratadas y sus hijos. Es el momento de renovar el pacto de Estado contra la violencia que se ejerce contra las mujeres. Es ahora y aquí cuando instituciones, organizaciones y toda la ciudadanía hemos de decir basta.
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Pilar Bernabé es secretaria de Igualdad del PSOE.
Hace 20 años, 320 diputadas y diputados de distinta ideología y afiliación política votaron, de manera unánime, sí. Sí a la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Aquel trámite simbolizó el consenso ante una realidad devastadora que, a día de hoy, desde que hay registros, se ha cobrado la vida de 1.291 mujeres y 62 niños y niñas a manos de sus parejas sentimentales. Una votación que hoy sería imposible repetir y que reflejó la firme voluntad de combatir la violencia machista.