El proceso global de ultraderechización de la derecha

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Ángel Viviente Core y Acacio Puig Mediavilla

Este verano nos ha traído lluvias esperadas —aunque nunca llueve a gusto de todos—, verdes praderas, senderos agradables para los paseos, mares acogedores con playas saturadas, amores de verano para los más jóvenes, en fin, lo de tantas veces.

Sin embargo, algo ha cambiado en el panorama político de la vieja Europa. Algo a lo que tal vez muchos no hemos prestado demasiada atención, inmersos en el paréntesis veraniego de nuestras vidas, pero que ahora, pasado ese tiempo, se nos vuelca encima con su realidad que nos hace despertar del asueto estival, de las Olimpiadas, chismes y demás eventos deportivos y sociales.

El importante cambio en Europa que se ha venido produciendo y que se constata tras las elecciones de Francia, Alemania y en algún país nórdico, es el de la eliminación de lo que se venían llamando “líneas rojas” a los partidos de ultraderecha y que incluso se ha filtrado a la propia cámara de la UE (véanse los vaivenes al respecto de la propia presidenta Von der Leyen).

En España ya se estaba viendo de tiempo atrás. Aquí nunca han existido unas “líneas rojas” por parte de la derecha, ni una clara diferenciación entre la derecha y la ultraderecha en multitud de temas y políticas. A fin de cuentas, el partido AP, origen del actual PP, se formó con los restos del franquismo y su espíritu se fue filtrando a las nuevas generaciones año tras año. Estos partidos eran los herederos de los vencedores de nuestra guerra civil y por tanto nunca ni unos ni otros condenaron el franquismo, la dictadura, ni el golpe de Estado que lo produjo.

No así en el resto de Europa, donde los partidos de la ultraderecha, muchos de ellos restos del nazismo, estaban proscritos por los vencedores de la guerra. Líneas rojas evidentes que prohibían el ensalzamiento de las ideas que llevaron a Alemania, a Francia y al resto de Europa a la debacle.

En España, el partido ultra Vox, un desgajo del PP, nunca ha sufrido ningún tipo de limitación en el pasado, pero a medida que su crecimiento se fue haciendo evidente, y el PP consideraba que le estaba restando votos, se originó un movimiento en este partido hacia posiciones más ultras, en lo económico, en lo social, en lo moral y en la consideración de la mujer y de la migración. Todo ello se plasmó, después de las elecciones municipales y a las Comunidades, en las alianzas en aquellos lugares en que eran necesarias (ayuntamientos y Comunidades), y que se produjeron, sin ningún tipo de discusión en el seno del PP. Fue algo que se plasmó de la forma más natural y evidente.

En Francia sí que existían esas líneas rojas hacia los partidos ultras y en particular con el FN de la familia Le Pen. Eran líneas que respetaron los partidos de una derecha civilizada que consideraba que el límite de su “liberalismo” era esa línea roja que les separaba de posiciones ultraderechistas.

Después de las elecciones europeas en las que se dio la inapelable derrota del partido de Macrón y el avance de la extrema derecha propiciado por una fuerza creciente (RN), este convocó elecciones legislativas anticipadas en busca de una salida a una situación política ya insostenible.

En esta situación, se creó el Nuevo Frente Popular, agrupando a fuerzas tan diversas como el Partido Socialista, el Comunista, los Ecologistas y la Francia Insumisa, con el objetivo de frenar el avance de la extrema derecha e impedir su victoria en las elecciones convocadas, según anunciaban todas las encuestas.

Este movimiento dio sus frutos al obtener el primer puesto en las elecciones, lo cual creó el espejismo de que un candidato de este Frente pudiera ser el elegido para su nombramiento como primer ministro en el nuevo Gobierno.

Pero no, ahí estaba Macrón para darle la vuelta a los resultados y, olvidándose de toda “línea roja”, nombró un primer ministro de su agrado que sin duda gozaría del beneplácito del RN, después de evidentes conversaciones entre ambos. Su “yo o el fascismo” previo a las elecciones, se truncó por el “yo y el fascismo” posterior.

Así es que la derecha se ultraderechiza y anuncia, por medio del nominado primer ministro Michel Barnier, la necesidad, dada la difícil situación económica, de reformas austericidas en Sanidad, Enseñanza, Salarios, Pensiones que sin duda van a impactar en la ciudadanía más desfavorecida de la sociedad francesa. Hágase notar que el desembolso en dividendos de bancos y grandes empresas en el primer cuatrimestre fue de 54300 millones de euros. El 94% de las empresas galas aumentaron o mantuvieron sus dividendos.

No sé si esto le suena a alguien de lo ocurrido aquí, después de nuestras elecciones municipales y regionales y de lo que pudo ocurrir tras las Generales. Se trata de un fenómeno global en el que la derecha se aleja de toda línea roja y ve grandes beneficios políticos en su confraternización con los partidos de la ultraderecha, adoptando en muchos casos su discurso.

En Alemania, en las elecciones regionales en Turingia y Sajonia, se ha visto un incremento imparable de los votos hacia partidos de ultraderecha. En Turingia, el partido ultraderechista AfD ha vencido, seguido por la tradicional reserva de votos de la derecha del CDU, muy separados en votos de las izquierdas después de su fractura (también debe sonarnos) en dos fuerzas, BSW y el antiguo Die Linke. No sería de extrañar un “acuerdo” AfD y CDU para formar gobierno, fuera de las “líneas rojas”.

En Sajonia se dan la vuelta a los resultados con CDU en primer lugar y AfD en segundo. El nuevo partido de izquierdas BSW se ve como una llave para impedir la entrada de AfD en los gobiernos, pero eso abre un futuro de debates muy fuertes dentro de los votantes de ese partido.

Este proceso se une a la tendencia global en el resto de Europa y enmarca lo que ya se considera un desembarco de las fuerzas de ultraderecha en los órganos de poder de los países de peso de Europa. A esto se une la conformación del gobierno de la UE, en donde se han contemplado en días pasados dudas y debates en torno al mantenimiento o no de esas líneas rojas que muchos ven que, antes o después, acabará ocurriendo.

Si se quiere que la izquierda y sus organizaciones realmente representen a los trabajadores y a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, estos deberían bajar al suelo

Y la izquierda, ¿qué hace entre tanto?

Un buen ejemplo se ha dado en Francia, con la constitución de este Frente que a punto ha estado de conseguir sus objetivos y que nadie descarta pueda en algún momento derrotar a las políticas que ha decidido seguir Macrón. Puede que ese sea el camino.

En Alemania, sin embargo, se ha dado una división (BSW y Die Linke) que es bien conocida en nuestro país, en donde se dan las acusaciones de unos y otros por el mantenimiento del liderazgo de la izquierda, llevando a acusaciones a otros de no serlo.

Lo que está claro es que en esta tendencia tan oscura en los principios del S.XXI de globalización de la ultraderechización, algo debe hacerse.

Si queremos revertir esta tendencia, si se quiere que la izquierda y sus organizaciones realmente representen a los trabajadores y a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, estos deberían bajar al suelo, sin adjudicarse la pureza de sus planteamientos, y enfrentarse a los problemas de la gente con humildad y ofreciendo soluciones claras y realizables, a todos los niveles. Mucha gente está votando a la ultraderecha porque creen ver en sus ofertas, que son del pasado, en los miedos que les transmiten contra la migración, la solución de sus problemas, llenando la laguna que sus valedores naturales han dejado vacía, inmersos en sus luchas de poder.

Porque, no lo olvidemos, los que quedan al margen de estas discusiones, la gran mayoría de una ciudadanía que en una gran proporción está al borde de la pobreza, lo que quieren es resolver sus grandes problemas de vivienda, trabajo, educación, sanidad, migración, etc. Y acudirán con sus votos (o sus no votos) a aquellos que les ofrezcan soluciones. No lo olvidemos.

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Ángel Viviente Core es miembro de la Sociedad de Amigos de infoLibre y miembro del Colectivo de Pensamiento y Debate Crítico.

Acacio Puig Mediavilla artista plástico; miembro de la Asociación Memorialista En Medio de Abril y miembro del Colectivo LoQueSomos.

Este verano nos ha traído lluvias esperadas —aunque nunca llueve a gusto de todos—, verdes praderas, senderos agradables para los paseos, mares acogedores con playas saturadas, amores de verano para los más jóvenes, en fin, lo de tantas veces.

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