En torno a la reforma laboral
Tal vez a algunos no guste lo que voy a exponer, y lo siento infinito, porque estoy convencido de que serán personas con las que comparto muchas otras cosas y opiniones. En la duda, en el análisis, en la confrontación de criterios está la riqueza de los que nos definimos como dialogantes progresistas, sin que a nadie se le acuse de traición o de cualquier otra cosa, aunque también creo que lo que aquí expongo puede que enganche con lo que otros piensan.
Vayamos allá:
Ante la satisfacción de muchos, incluyendo el sector de UP del Gobierno, los sindicatos mayoritarios y la inmensa mayoría de los medios, yo no me felicito por los acuerdos alcanzados en lo referente a la Reforma Laboral.
Mi sentimiento, una vez analizados estos acuerdos, es de un profundo sabor agridulce, porque constato en la práctica algo que era bien sabido, y que luego expondré, pero que no se plasmaba de forma tan clara como ahora en algo tan importante como el de los derechos laborales de los trabajadores. Veamos por qué:
Lo que estaba en debate era la derogación de las reformas laborales de Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy de los años 2010 y 2012 respectivamente, que abarataban los despidos improcedentes (por ejemplo, en días de indemnización desde los 45 por año trabajado a los 33 actuales), despidos sin indemnización el primer año para pymes, acababan con la ultraactividad de los convenios, despidos por causas objetivas (incluidos las entidades públicas), prioridad de los convenios de empresa frente a los sectoriales, las ETT como agencias privadas de colocación, etc. Era un conjunto de normativas.
Todo ello conllevó la convocatoria de tres huelgas generales con diferentes resultados.
No obstante, siempre ha sido prioridad de la izquierda la derogación de estas reformas laborales en su totalidad, que incluso figuraban en el programa electoral de UP y que se incluyó en los pactos del actual gobierno PSOE/UP.
Lo que se observa es que ante algunos avances en estos acuerdos, fuera de toda duda, fundamentalmente en la lucha por la disminución de la temporalidad en el empleo, la preponderancia de los convenios sectoriales (en temas económicos únicamente), la ultraactividad, etc, hay muchos elementos que quedan tal cual estaban en las reformas anteriores, en contra de lo que se había incluido en ese programa electoral y en los pactos de gobierno. Por ejemplo, contratos temporales en fraude de ley que no se declaran directamente indefinidos, declaración de causa objetiva de ERTE por circunstancias macroeconómicas que no son objetivables, indemnización de 33 días en despidos improcedentes, no recuperación de los salarios de tramitación en despidos improcedentes, mantenimiento de los convenios sectoriales frente a los de empresa tan solo en temas que afectan al salario base, no limitación de las horas extra, reforzamiento del papel de la ETT, etc.
Este es un acuerdo que fundamentalmente satisface a la parte empresarial y que en lo sustancial no cambia lo “conseguido” con las reformas laborales anteriores, y así lo reflejan las declaraciones recientes de Antonio Garamendi. “Las modificaciones a la reforma laboral del PP son mínimas... En modo alguno se deroga…” “ … el pacto da libertad de empresa, seguridad jurídica y paz social y mantiene el marco de flexibilidad de la anterior ley de la exministra Fátima Bañez” “… Ofrece una imagen impecable frente a las instituciones europeas, la esencia de la reforma laboral de 2012 se ha preservado intacta”. En estos mismos términos se expresa el comunicado de prensa de la CEOE y CEPYME del 23 de diciembre pasado. También llama la atención la posible incorporación de Ciudadanos al acuerdo, así como el 'no' con la boca pequeña de un Casado que ha de decir no porque sí, diga lo que diga el Gobierno, pero que en el fondo aplaude.
A mí no me cabe la menor duda, este acuerdo es un lavado de cara de las reformas laborales existentes, con modificaciones, no digo que no, pero preservando una gran parte de lo existente que, además, se afirma ya como cuerpo de ley frente a las dudas del pasado y las luchas de los trabajadores. Ya no habrá más discusión al respecto.
Era prioritario para Bruselas el contar con la aprobación de los empresarios y era línea roja el no saltarse determinados límites en la negociación
No sé si podría haberse llegado a más. Supongo que quienes han discutido y debatido este acuerdo, dentro del propio Gobierno y frente a empresarios y sindicatos, han dado lo mejor de sí mismos en este debate. Pero lo que me corrobora todo esto es el escaso poder de discusión de que se dispone frente a los condicionantes impuestos por Bruselas. Para mí esta es la clave. La UE ha impuesto unos límites y líneas rojas que una parte importante del Gobierno, con su presidente y la ministra Calviño al frente, han seguido a pies juntillas. Era prioritario para Bruselas el contar con la aprobación de los empresarios y era línea roja el no saltarse determinados límites en la negociación. Bruselas impone unas modificaciones tendentes a la reducción de la temporalidad y el resto apenas se toca.
De repente me saltan las alarmas de lo que ocurrió hace un tiempo en Grecia, en donde el final fue la elaboración de una Reforma Laboral en una comisión formada por tres miembros enviados por Bruselas y otros tres por parte del Gobierno. La importante deuda estaba en juego. Y ya sabemos cómo acabó la cosa.
Y aquí lo que nos jugábamos eran los fondos Next Generation, auténtico elemento disuasorio para ceñirse a los mandatos de la Unión Europea.
Es lo que tenemos y no se hable más. Es la realidad y, como decía aquel torero, "lo que no puede ser no puede ser y además es imposible".
Lo que ya no entiendo tanto, me ensombrece y me deja ese sabor agridulce del que hablaba al principio de este artículo es el triunfalismo con el que se nos ha presentado el acuerdo. Hecho histórico, triunfo de los trabajadores y de los sindicatos, primer acuerdo tripartito gobierno, trabajadores y empresarios (eso sí que es cierto), etc.
A mí me hubiera gustado más, me hubiera dado un toque de confianza en aquellos en los que se depositaron muchos votos, el que me dijeran cuál era la realidad, con humildad y con sabiduría: “Mirad, hasta aquí hemos llegado, esta es la realidad y no podemos conseguir más, estos son los condicionantes y pensamos que en la situación de endeudamiento, de desarrollo de la economía para salir de la crisis por la que estamos pasando, nos resultan imprescindibles esos fondos europeos, sin ellos no vivimos y la contrapartida, de momento, es aceptar estas condiciones que Bruselas nos impone”. Pero, claro, es muy duro reconocer que eso de la soberanía nacional, en los tiempos que corren, es pura entelequia.
Yo hubiera agradecido eso y no que me contaran que esto había sido un éxito, que era una fecha histórica y que se había cumplido la promesa electoral que se nos presentó en su día.
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Ángel Viviente Core es coordinador General de Convocatoria Cívica.