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¿Por qué trabajar 4 días a la semana es mejor para todos?

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Héctor Tejero

¿Trabajar 4 días a la semana? ¿O sólo 6 horas al día? Parece una locura. Como también parecía una locura hace 120 años la jornada laboral de 8 horas al día. Por esa demanda, que hoy nos parece obvia e irrenunciable, 8 anarquistas fueron ejecutados en 1886. Por ellos, de hecho, celebramos hoy, el 1 de mayo, el Día de los Trabajadores.

En el contexto de las negociaciones con el Gobierno de cara a los Presupuestos Generales del Estado, Más País-Equo hemos propuesto un proyecto piloto de ayudas para las empresas que reduzcan la jornada laboral de sus trabajadores a 4 días o 32 horas a la semana. La iniciativa incluye el estudio de los efectos en la productividad, la salud y la conciliación que tendrían tanto la reducción de la jornada a 6,5 horas al día, como la de reducción a 4 de los días laborables semanales. Sería, además, un primer paso hacia la reducción progresiva y generalizada de la jornada de trabajo durante la próxima década.

Una nueva reducción de la jornada laboral semanal es una propuesta que suma cada vez más apoyos. La primera ministra neozelandesa, Jacinda Aldern, habla de ella como de una posibilidad real y, el pasado 15 de noviembre, diferentes políticos europeos (del Partido Laborista británico, de Los Verdes o, en España, de Más País, Equo y Compromís) se sumaron a una carta abierta en su defensa. En nuestro país, Compromís, en la Generalitat Valenciana, impulsó, de la mano de su Secretario Autonómico de Empleo, Enric Nomdedéu, una medida similar, que ya ha sido aprobada para los próximos presupuestos autonómicos de 2021.

Entre las ventajas de reducir la jornada laboral se cuenta, en primer lugar, el impulso que supondría para la conciliación familiar, un paso firme hacia un modelo de cuidados más razonable. Algo especialmente importante para las mujeres, que asumen, en una desproporción abrumadora, las tareas de cuidados, no solo de nuestras hijas e hijos, sino también de los mayores y dependientes.

Si algo ha conseguido la pandemia es que prestamos atención a la salud y, concretamente, a la salud pública y sus condicionantes sociales. El covid-19 se suma a una serie de epidemias, como la obesidad, el estrés o la crisis de la salud mental. Muchas veces comemos mal porque no tenemos tiempo para pensar en comer mejor, sentimos que el corazón se nos sale del pecho porque trabajamos demasiado o tenemos ataques de ansiedad y depresiones porque el mundo, simplemente, nos supera. Suele decirse que el tiempo es oro. Puede ser. De lo que no hay duda es de que el tiempo es salud: mental y física. Trabajar menos horas supone tener vidas más saludables.

Además, frente al paro y la crisis económica, una transición ecológica que apostase por reducir progresivamente la jornada laboral permitiría crear más empleos a través de un reparto más racional y equitativo del trabajo. La solución para quien hace horas extras no remuneradas y para quien tiene un contrato parcial y aspira a una jornada completa, ¿no podría ser, acaso, la misma?

Y un último factor: cuesta trabajo hacerse a la idea de vivir en un mundo en el que los protocolos de prevención, como el uso de la mascarilla, determinan casi cada momento de nuestra vida diaria, sobre todo todos aquellos que implican cualquier forma de socialización. Pero el cambio climático es un reto que seguiremos afrontando durante décadas y para el que no hay vacuna que valga. ¿No deberíamos ir pensando en adoptar medidas de prevención, lo que no supimos hacer frente a la pandemia? Pues, como comenta el divulgador y activista climático Andreu Escrivà en su imprescindible ¿Y ahora yo qué hago? Cómo evitar la culpa climática y pasar a la acción, la reducción de la jornada laboral es una de las medidas que ayudaría a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En primer lugar, al reducir los desplazamientos, pero también al fomentar vidas más tranquilas y saludables, que siempre son vidas menos intensas en términos emisión de carbono y, así, menos contaminantes. Necesitamos vidas más lentas para evitar que el mundo se dirija de forma cada vez más rápida hacia una crisis medioambiental irreparable.

De hecho, esta es quizás la clave sobre la reconstrucción de nuestras sociedades después de la pandemia: vidas más cercanas y con más tiempo libre. Vidas más sencillas en las que sea más fácil la convivencia con nuestra familia y amigos. En suma: vidas más democráticas. La democracia, que se construye sobre la capacidad de los cualquiera para participar en los asuntos públicos, informarse, debatir o militar en un sindicato, partido u organización ecologista, necesita de la discusión colectiva sobre cómo podemos y queremos vivir. Y para todo eso hace falta tiempo. Por todo todo ello, reducir la jornada laboral es, también, una condición para alcanzar sociedades más democráticas, libres y justas.

España fue el primer país de Europa en adoptar la jornada de 8 horas. Fue en 1919, hace 101 años, tras una dura huelga en Barcelona. Hoy tenemos la oportunidad de volver a ser pioneros en una medida esencial para mejorar nuestra calidad de vida, nuestra economía y la salud de nuestro planeta: la reducción de la jornada laboral a 4 días por semana. Es posible, es bueno y es mejor para todos y todas.

Héctor Tejero, diputado por Más Madrid en la Asamblea de Madrid y responsable político de Más País en el Congreso de los Diputados.

¿Trabajar 4 días a la semana? ¿O sólo 6 horas al día? Parece una locura. Como también parecía una locura hace 120 años la jornada laboral de 8 horas al día. Por esa demanda, que hoy nos parece obvia e irrenunciable, 8 anarquistas fueron ejecutados en 1886. Por ellos, de hecho, celebramos hoy, el 1 de mayo, el Día de los Trabajadores.

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