Vox, PP y la nueva Ley de Memoria Democrática

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Alfons Cervera

Hace unos días se puso en marcha la nueva Ley de Memoria Democrática. Ha costado aprobarla. Qué difícil resulta en nuestro país hablar del pasado más cercano. Podemos hablar tranquilamente de la Edad Media o de cuando se paseaban a sus anchas por el monte las aves gigantes y los dinosaurios. Pero cuando se intenta hablar de la guerra civil y sus alrededores, la cosa ya no es tan sencilla. O se guarda silencio o lo que es peor: nos hinchamos a contar mentiras.

Siempre estamos con la misma canción: hay que olvidar ese pasado y cerrar sus heridas. Y ya está. Ésa es la lección. Cuando en un Instituto de Enseñanza Secundaria se llegue (si se llega) a ese periodo histórico, hay que saltárselo. Y a otra cosa, mariposa. Y ojo con lo que se diga en las clases porque ahí estará la vigilancia de algunas familias (sobre todo ahora, con la aprobación de la nueva Ley y la negativa del PP y Vox a aceptarla) para protestar si su prole llega a casa diciendo que en clase han dicho que la guerra en España vino por un golpe de Estado contra la República. Y que después de la guerra llegó la dictadura franquista, con sus cárceles y sus miles de muertos y que muchos de esos muertos aún siguen en las cunetas o en las fosas comunes que se están descubriendo todos los días para que sus familias puedan descansar, aunque sea un poco y tan tarde, después de tanto sufrimiento. Son años de angustia esperando ese momento. Y el silencio lo único que hace –como escribía Mario Benedetti– es añadir más angustia a la angustia de la espera interminable.

Ya sé que buena parte del profesorado no se salta la realidad de los hechos históricos. También sé que otra parte de ese profesorado sí que lo hace. He sido testigo de esa anomalía en alguna ocasión. Una vez lo escuché en directo: “El profesorado ha de ser neutral”. O sea, que si se habla en clase de que hubo un golpe de Estado contra la legitimidad de la Segunda República, por ejemplo, es que falla la neutralidad. Así que mejor callárselo. Lo que tiene que haber en la enseñanza de la historia no es neutralidad ni gaitas. Lo que tiene que haber en esa enseñanza es sólo una cosa: el rigor más exigente a la hora de contarla.

Los de Vox son una plaga contra la memoria del sufrimiento. Ellos no sufren. Al revés, quieren que vuelva la dictadura, hacen lo que pueden para que las fosas comunes sigan cerradas a cal y canto. No les interesa que salgan los nombres de los verdugos. Seguro que bastantes de esos nombres les resultan conocidos. Y cercanos. Mejor el silencio, por lo tanto. Mejor las mentiras que aseguran que Franco salvó a España de la "barbarie" republicana. Mejor seguir contando que la dictadura franquista fue lo mejor que le ha pasado a España en los últimos años de nuestra historia. Los únicos muertos buenos son los suyos. A los demás que se los sigan comiendo los gusanos en sus tumbas, muchas de ellas aún desconocidas. Menuda plaga. Digo de los de Vox, no de los gusanos.

Los de Vox son una plaga contra la memoria del sufrimiento. Ellos no sufren. Al revés, quieren que vuelva la dictadura, hacen lo que pueden para que las fosas comunes sigan cerradas a cal y canto

¿Pero qué dice el PP en estos asuntos? Pues que si gobierna, ya tiene dispuesta la derogación de la Ley de Memoria Democrática y escrita su Ley de Concordia. Como si la democracia estuviera contra la concordia. Son excusas de mal pagador. En estos asuntos, dicen más o menos lo mismo que Vox. Que la historia se calle, que sigamos con las mentiras. Lo acabamos de ver hace unos días en Teulada y Alfafar, dos pueblos valencianos gobernados por el Partido Popular. En el primero, el consistorio gobernado por el PP y dos concejales exsocialistas había denegado la ayuda a un proyecto del alumnado de Secundaria: un estudio sobre personas de la comarca alicantina de la Marina Alta que sufrieron el horror de Mauthausen. El proyecto incluía la realización de un viaje al campo nazi, también de un documental y la edición de un libro. Después de negar la ayuda solicitada, han rectificado ante la avalancha de críticas que cayeron sobre esa negativa. Una negativa que venía calcada de la de Rajoy cuando presumió, orgulloso él, de que no había destinado un solo euro de los presupuestos del Estado a la Memoria Histórica. El ilusionante trabajo estudiantil lo había asumido el ejecutivo municipal de Benitatxell. Cuando ha llegado la rectificación, ya se había perdido una subvención por llegar la solicitud fuera de plazo. En todo caso, parece que al final la cosa pinta bien y el consistorio en pleno ha aprobado respaldar el proyecto sobre las personas de la comarca que sufrieron los horrores de Mauthausen. Desde la propia alcaldía aseguran que no saben quién o quiénes del equipo de gobierno negaron su apoyo en nombre del ejecutivo local. Todo líos. Con lo fácil que es decir sí o no y dejar de marear la perdiz cuando se trata de algo que tenga que ver con la Memoria Democrática.

Y muy cerquita de València, en Alfafar, más de lo mismo. Una exposición, preparada por los historiadores Joan Josep Baixauli y Josep Mª Tarazona sobre la represión franquista en el pueblo, ha sido prohibida por el gobierno local del PP. Finalmente, como pasara en Teulada, ha sido acogida por el ayuntamiento de la vecina Benetússer. Y otra vez la cantinela de siempre para las excusas: “queremos mirar al futuro cerrando heridas del pasado”. Las heridas del pasado se cierran contándolas. Si no se cuentan seguirán donde siempre: en la invisibilidad, en la más cruel de las inexistencias. Las heridas del pasado serán heridas del futuro: seguirán siempre abiertas. Pero al PP y Vox les da igual la historia, el derecho al duelo que nos exige una memoria machacada, el sufrimiento de quienes no son los suyos. Sólo quieren que las heridas del pasado sigan abiertas, que las víctimas del franquismo sigan silenciadas, que la victoria de los suyos en 1939 siga siendo la misma victoria tantos años después de aquel horror, que no salgan a la luz pública los nombres de los asesinos. Lo tienen bien claro y lo dicen bien claro: ellos ganaron la guerra y la van a seguir ganando por mucha Ley de Memoria que apruebe la propia democracia. Entre dictadura y democracia no tienen ninguna duda: dictadura.

Entre la palabra y el silencio también lo tienen claro. Eligen el silencio. Los versos de la inmensa Paca Aguirre: “Callar. No decir lo que abrasa”. Y lo que les abrasa, al PP y a Vox, es la verdad. Esa palabra les quema en la garganta. La única historia que les interesa que se cuente es la que a ellos les gusta, aunque esté llena de mentiras. Sólo con gritar emocionados “¡Viva Franco!” tienen bastante. Ese grito resume la historia que les gustaría que se contara en las escuelas. Sólo ese grito. Sólo.

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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es Algo personal (Piel de Zapa, 2021)

Hace unos días se puso en marcha la nueva Ley de Memoria Democrática. Ha costado aprobarla. Qué difícil resulta en nuestro país hablar del pasado más cercano. Podemos hablar tranquilamente de la Edad Media o de cuando se paseaban a sus anchas por el monte las aves gigantes y los dinosaurios. Pero cuando se intenta hablar de la guerra civil y sus alrededores, la cosa ya no es tan sencilla. O se guarda silencio o lo que es peor: nos hinchamos a contar mentiras.

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